Capítulo 20: Pierre Blanche, y la sombra.

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 A todos les costó hacerle caso, con la excepción de Hibari, que apenas escuchó el inicio de la conversación, ya había salido disparado de la sala atestada de gente, a su libertad. Pero entonces la vio: Miura Haru, rodeada de individuos. Y algo en él no lo pudo perdonar.

Tomó una de las tonfas, e iba a ir a ¿defenderla? ¿Sólo esperaría ahí porque era una pelea de débiles? No lo sabía.

Y antes de que tuviese tiempo de estar completamente seguro, pasó.

Ella no estaba temblando. Estaba ahí, con la cabeza gacha y los hombros caídos un segundo. Como desmayada, pero de pie. Los hombres parecían deliberar si la atacaban o no, cuando ella se giró al más cercano y, usándolo de escudo humano, se abalanzó contra los otros tres.

No parecía la chica que Hibari tenía en su banco de datos ¿Había sido todo una mentira, como habían dicho los herbívoros? Parecía una bestia salvaje.

Con las manos y nada más, golpeó a su prisionero contra los otros dos una y otra vez hasta que les rompió los cascos, salpicando sangre. Después, claramente por instinto, se acurrucó debajo de los cuerpos y, tras dudar unos segundos, se abalanzó sobre Hibari.

Mientras cargaba, él tuvo un segundo donde la pudo ver claramente, y pudo apreciar que no lo veía. No estaba viendo detrás de él, ni estaba tratando de leer sus movimientos: era como si estuviese dormida con los ojos abiertos.

La detuvo confiadamente con una tonfa, pero ella se movía tan rápido que tuvo que ponerse serio cuando ella le tomó las armas con firmeza. Empezó a golpear sus pies, punto de apoyo y principal debilidad de Hibari, según le había dicho el potro. Sacar los pinchos no mejoró la situación para al morocho, que se vio obligado a soltarlas y alejarse unos pasos para recalcular su situación. Sabía que los otros estaban al caer.

Así que tomó a la joven de la cabeza, y trató de noquearla de un golpe seco.

Pero eso sólo funcionó por pocos segundos. En seguida se levantó. Ahí entendió Hibari que sus sospechas eran correctas: ella no era consciente.

La detuvo por los hombros e, ignorando sus salvajes mordidas para liberarse, le habló, esperando llegarle de esa manera. Por suerte para él (que se excusaba diciendo que ese descubrimiento le había quitado todo lo divertido a la pelea, y no era que se sentía mal por no querer golpearla) eso la calmó, logró que su conciencia abriese los ojos y se enfocase en él. Aunque eso también fue por sólo unos segundos, hasta repentinamente volver a caer inconsciente en sus brazos, seguramente por el golpe seco de antes. Enojado, estuvo tentado de dejarla ahí, cuando vio a Gokudera.

Supo que era su mejor momento: él no podría decirle que no. Así que se la dejó en los brazos bruscamente y fue a buscar dónde estaba la acción. El italiano, por supuesto, no tuvo tiempo a reaccionar, y mucho menos de procesar del todo que esa era Haru, y que había que sacarla de ahí. Pero sí pudo hacerlo.

Si bien quería pelear solo, y no podía soportar la idea de robar una presa, Hibari dirigió sus pasos conscientemente siguiendo de los de Pierre. Su forma de pelear era única. Quería ver más de eso.

Le recordaba un poco a la de Xanxus, y otro poco a la suya propia. No podía apartar los ojos de esa monstruosidad en la que aquel hombre se había convertido.

Al parecer, el cinturón de su traje estaba absolutamente impregnado de pequeñas, pequeñísimas piedras de última voluntad. Que no servirían para iniciar ninguna caja, pero ese hombre claramente no las necesitaba. Hibari, y Yamamoto (que también seguía a Pierre de cerca), querían decir que ese hombre manejaba las llamas de última voluntad con perfecta técnica.

Pero ambos sabían que eso sería una mentira.

Lo correcto sería decir precisamente lo opuesto.

Pierre era controlado por sus llamas de última voluntad, completamente confiado en ellas, como si tuviesen mente propia.

Como si pudiese entregarse de lleno a sus instintos más básicos. No caminaba como hombre, lo hacía medio agachado, a veces caminando con sus brazos y piernas, como en cuatro patas, y a veces usando sólo las piernas, pero los momentos de hacerlo no eran lógicos, sino más bien arbitrarios. Sus movimientos eran erráticos, y claramente su percepción estaba nublada: no revisaba los lugares donde iba, pasando varias veces por el mismo punto, o incluso pasando por al lado de enemigos y no pareciendo percibirlos hasta que repentinamente los atacaba.

Era imposible predecir qué haría a continuación, o cuando pararía.

De hecho, Ricquert le salvó la vida a Yamamoto varias veces porque de repente lo cubría segundos antes de que Pierre repentinamente lo atacase. Aunque Yamamoto no veía de dónde salía ese hombre.

Una de esas veces, realmente asustado por la cercanía de las manos llenas de sangre de Pierre, por puro instinto, trató de atacarlo con su katana. No supo cómo ni cuándo, pero la espada se partió en mil pedazos, y sus llamas de lluvia chocaron con otras, unas llamas de tormenta que no había visto antes. Esas llamas eran tan puras, que parte de su piel y las mangas de su camisa comenzaron a deshacerse, como si la hubiese sumergido en ácido líquido. Sólo el conveniente tirón de Ricquert le salvó la vida y la mano a Yamamoto. Sino Pierre le hubiese logrado agarrar el cuello, y estaba bastante seguro de que ese sería su fin.

Pero pudo ver los ojos de Pierre. Esos ojos salidos de control, que sólo se movían sin fijarse en nada, en una furia ciega que todo lo consumía. Instintivamente supo que no serviría de nada rogar, negociar o siquiera pelear. Pierre lo mataría.

No se detendría hasta matarlo. Un escalofrío le recorrió la espalda. Sobre todo, porque no sentía ninguna sed de sangre proviniendo de Pierre. Sólo... enojo.

Su primer impulso fue volver corriendo donde estaba Tsuna, y sacarlo de ahí. Pero se obligó a seguir a Pierre durante unos cuantos minutos más: Tenía que estar seguro de que Pierre no pondría a su amigo en peligro.

Armándose de valor, decidió seguirlo cando el hombre volvió a precipitarse escaleras arriba, ignorándolo de nuevo.

Él conocía esas escaleras.

Reborn lo había obligado a estudiarlas varias veces por si le tocaba pelear ahí. Y Yamamoto empezaba a ver el por qué. Si no lo hubiese hecho, posiblemente ése hubiese sido su fin: debido al espacio estrecho, Pierre parecía detectarlo más seguido. Pero conociendo el espacio, él podía mantener sus distancias, sin perderlo de vista.

Por eso, él llegó a presenciar toda la escena.

El momento en el que Pierre pisaba el rellano.

El momento en el que las potentes luces se encendieron, en el que él sintió toda su energía drenada, y escuchó el único disparo.

Y pudo ver la sombra que había activado el espacio anti tri ni sette, sonreír, con sus dientes doblados para adentro., y pudo escuchar el jadeo de Ricquert justo detrás de él.

¿Libertad? (Haru) (Katekyo Hitman Reborn)Where stories live. Discover now