Capítulo 3

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A la mañana siguiente, me encuentro en mi empresa y al salir de una reunión a las nueve en punto. Mando a llamar con mi secretaria, algunos de mis hombres de albañilería para hacerles llevar un pedido.

No solo pague los mil euros que Nathalia debía pagarle al dueño del club. Sino que en la noche hice un pedido, si el espejo. Hice que me lo trajeran desde Baracaldo, otro municipio de Vizcaya esta misma mañana y me fue dejado aquí, en uno de los depósitos de la empresa a las siete en punto.

Al salir de mi reunión, ordene a mis hombres llevarlo al club e instalarlo.

A eso del mediodía, me encuentro almorzando solo en mi oficina y recibo una llamada al teléfono de la misma.

—¿Si? —Le hablo despacio a mi secretaria para ocultar que hablo con la boca llena.

—Señor tiene una llamada en la línea dos. Le informe a la joven que usted está ocupado, pero ella quiere hacerle saber que es importante, le cito exactamente como ella lo ha dicho. «Dígale que si no lo fuera, (importante) No le interrumpiría su valioso tiempo»

Me atragantó con lo comida de la risa por lo escuchado y comienzo a toser.

—¿Se encuentra bien señor?

Cuando recupero el aliento, después de tomarme un trago de vino, susurro:

—Si Marcela, estoy bien. —Me aclaro la garganta y pregunto— Por favor... dígame. ¿Quién llama?

Ya puedo presentir quien lo hace... y créanme. Aun no comprendo cómo puedo imaginar tal cosa. Pero si fuera cierta, me sorprendería totalmente.

—Su nombre es... deme un segundo. Lo anote por aquí. —La escucho sisear hasta que da con el papel. Lo sé cuándo la escucho exclamar un «Bingo» con entusiasmo— Nathalia Cortez señor.

Tiro la cuchara de metal sobre el plato y recuesto mi espalda sobre el respaldo de la silla.

El «Bingo» que Marcela exclamo hace unos segundos, ahora yo lo exclamo mentalmente.

—Comunícamela —Declaro con seriedad en mi voz— Y no me pases más llamadas, por favor. No quiero interrupciones.

—Sí señor. En un segundo se la comunico.

—Gracias.

Alejo el teléfono de mi oído y al segundo, veo una de las luces titilar en rojo y en la línea central. La número uno.

—Buenas tardes Nathalia. —Hablo primero antes de que ella pueda hacerlo y puedo escucharla suspirar tras la línea.

—Santiago... —Se calla por un minuto, lo supe por que pude contarlo con exactitud a través de mi reloj— ¿Por qué hiciste eso? Te dije que hablaría con él.

Sonrío a mis adentros y respondo con severidad.

—Porque puedo y está claro que tu no.

Eso sonó muy prepotente de mi parte. Ya estoy arrepintiéndome.

La escuche aspirar con fuerza. Cerré los ojos y pude imaginarla completamente, anonadada e impactada ante mi atrevida y severa respuesta. Tan cruda y directa.

La escucho suspirar con rendición y al cabo de unos segundos más tarde, susurra:

—¿Podemos negociar? —Me habla con un tono de voz suave y conciliadora.

—¿Negociar? —Sonrío ante su ocurrencia.

—Si... esto no está bien. Déjame pagarte lo que has hecho. Negociemos... —Balbucea— Como sería el método de pago.

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