Capítulo 4

582 57 4
                                    


Hoy es martes, tercer día del mes de octubre. Son las siete de la mañana y ya me encuentro en mi oficina.

Llegue primero... antes que todo el personal. La hora de ingreso establecida es a las siete y media.

Pero llegue temprano por una razón.

Si, Nathalia.

Ayer fui bien precavido y meticuloso. Lo pensé y analice todo.

Además, lo primero que hice cuando Mike, mi investigador privado salió de la oficina, fue guardar en mi teléfono, el número de Nathalia.

Hoy la llamare. En una hora.

Pero ya estoy ansioso, quiero hacerlo de inmediato pero debo esperar. Ser paciente.

Lo que me tiene ansioso es que... Sigo torturándome por lo que ella pueda estar pensando de mí.

Y a estas alturas, vuelvo a preguntarme.

¿Por qué debería importar lo que ella piense de mí? Con que a mí me conste, que yo no soy lo que ella piensa. Basta. ¡¡Debería bastar!!

Pero no, por lo visto mentalmente me pesa, que alguna cierta personita piense de una manera tan errada de mí.

Sin darme cuenta, ya faltan diez para las ocho. El tiempo paso volando y ya todo mi personal anda de un lado a otro trabajando. Haciendo sus respectivos deberes.

Durante esos diez minutos que faltaban para las ocho. Me tome el atrevimiento de investigar el dicho restaurante donde Nathalia trabaja de mesera.

Se llama «Bilbao Food»

Y descubrí, que ya he comido en dicho lugar y que además. Lo mejor de todo, conozco al dueño.

Me extraño no haberla visto antes. Aunque luego recordé, que hace mucho no como en ese lugar. Diría que hace tres meses.

Me he ocupado tanto en mis cosas, que mayormente almuerzo o desayuno aquí en la empresa o sino, en mi otra oficina, la de mi Editorial.

Abro mi laptop al recibir un nuevo correo y me he distraído revisándolo con atención.

Es una nueva propuesta para que mi empresa invierta en una nueva y pequeña compañía que inventa unos nuevos prototipos de ahorro de energía, a través de la luz solar.

El proyecto me intereso tanto y el tiempo paso tan rápido, que perdí la noción de la hora sin darme cuenta. Es que quede tan inmerso ante la propuesta, que cuando por fin volví en sí y detallo la hora, son más de las diez de la mañana.

—Mierda...

Sin perder más tiempo tomo con rapidez mi teléfono y le marco a Nathalia pero me manda a buzón.

—¡Joder! —Exclamo con frustración.

Apoyo mi mentón en ambas manos y me quedo pensando.

—¿Y si voy al restaurante? —Susurro— ¿Y me hago el sorprendido de verla allí? ¡No! —Niego con la cabeza.

Vuelvo a tomar el teléfono y le marco de nuevo.

Si esta vez me vuelve a mandar a buzón, entonces no lo pensare más e iré al restaurante.

Pero cuando pienso que ya no va contestarme y estoy a punto de alejar el móvil de mi odio, la escucho hablar.

—¿Bueno?

—Nathalia...

Silencio. No obtengo respuesta. ¡¡Lo sabía!! Sabía que ella estaría enojada conmigo, que estaría pensando lo peor de mí.

Volverás ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora