Capitulo 3

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C A P Í T U L O 3
Ser masoquista en un avión

A las 8:14 estaba James tocando la puerta de mi casa. Habíamos quedado para cenar y despedirnos. Se que lo voy a echar mucho de menos y que voy a extrañar sus charlas sobre cafés y lo rara que es la gente a la que no le gusta. Según el, no han disfrutado nunca de la sensación tan maravillosa que se siente probar el primer sorbo de café antes de ir a trabajar, dice que esas personas son unos amargados.

Abrí la puerta y ahí estaba, con su pelo negro liso revolcado, sus pantalones vaqueros y una camisa blanca, que combinaba a la perfección con sus preciosos ojos marrones. Me encantan sus ojos, y su manera de apartar la mirada cuando se pone nervioso como ahora.

Yo opté por ponerme una falda rosada que me llega por los muslos, una camisa negra básica y unos pequeños tacones negro. A esto, me alisé el pelo y me coloqué una fina capa de maquillaje.

—¿Lista?—me dice acomodando sus manos en los bolsillos.

—Lista—digo. Cojo mi bolso, las llaves y salimos.

Estuvimos caminando unos 20 minutos hasta el restaurante, donde ninguno de los dos dijo nada, salvo preguntar a donde íbamos. Al final nos decantamos por ir a Ricky's un restaurante que estaba cerca del Brinneli.

Noté a James algo nervioso y distante, ¿estaría enfadado, o molesto por algo, o solo estaba pensativo? Lo dejé pasar unos minutos pero finalmente cuando nos sentamos en una de las mesas algo alejadas no me pude resistir y pregunté:

—Oye, ¿sucede algo?

—No, ¿por?

—Te noto raro, no sé. Si estás enfadado por algo...

—No — me interrumpe— No estoy enfadado, solo estoy algo... no se como explicarlo. Te voy a echar de menos, eso es todo—confiesa.

Lo miro y le dedico una enorme sonrisa a la que me responde de inmediato.

—Yo también a ti— le digo. Pero podemos hacer videollamadas cuando quieras. No porque esté lejos vamos a dejar de ser amigos, lo sabes ¿verdad?— le digo apoyando mi mano a la suya.

—Se que no, pero...

—Pero nada— le interrumpo— deja de decir tonterías y estate tranquilo. Quiero que hoy lo paseamos bien, además vendré de vacaciones, lo prometo.

Después de esa pequeña conversación, lo vi más animado el resto de la noche. Terminamos de comer y dimos una vuelta por el parque. Nos pusimos a recordar todos los momentos graciosos que habíamos pasado desde que nos conocimos. Cuando le derrame el café con leche a una señora el primer día en su vestido de 300€, cuando me tropecé y choqué con un chico súper borde que intento besarme, cuando entré en el almacén y se me cayeron las cajas vacías encima y la primera vez que rompí sin querer la cafetera. Siempre se rompe en mi turno.

Después de muchas risas y recuerdos, llegó la despedida. Se me escaparon un par de lagrimas y James tenía los ojos húmedos. Se me va hacer muy raro no verlo todos los días esperándome con café y galletas de virutas de chocolate para desayunar juntos, joder lo voy a echar muchísimo de menos. Más de lo que pensaba.

James me acompañó a mi casa, me dio un último abrazo y se marchó. Yo fui directa a mi habitación, los pies me estaban matando, me cambié y me metí en la cama. Me quedé dormida en cuestión de segundos.

#

Al día siguiente me desperté a las 7, a las 8 tenía que estar en el aeropuerto para ir a Atlanta, no podía llegar tarde. La maleta la tenía hecha y me quedaban 8 horas de vuelo. Tenía 8 horas para terminarme el libro.

Me duché, me cambié y a las 9 menos cinco, ya estaba embarcando. Sinceramente no me gustan los aviones, me dan pánico. Es eso de saber que estamos a mil metros de altura del mar, a lo mejor exagero pero lo siento así. Me gusta más poner los pies sobre la tierra, y no en un avión sobrevolando nubes. Creo que las personas aunque les guste viajar siempre tienen ese miedo, que el avión se caiga, bueno ¿Quien no?, yo no paro de pensar en eso, puede que no sea la única o a lo mejor sí y soy una masoquista.

Después de segundos pensando en cómo podría estrellarse el avión, llegando a la conclusión de que efectivamente soy una masoquista, saco 'After' del bolso.

Las 8 horas de vuelvo me las pasé pegada a ese libro, ese libro tan interesante, que te vicia a seguir leyendo cada una de sus páginas. A dos paginas del final, la estúpida apuesta me removía la cabeza, ¿como una persona puede ser tan fría, como para hacer una cosa así? Hardin es un autentico imbecil, pero como vas a culpar a alguien que no le han enseñado a querer, es totalmente loco, pero cierto. El chico malo que ama a la chica pura, pero no sabe demostrarlo. En conclusión: relación tóxica. No puedo vivir sin ti, pero tampoco contigo, necesito de ti, pero lo que me das no es suficiente. Suena estúpido, ¿verdad?. Pero el amor es así, complicado, el amor adolescente está lleno de inseguridad y dependencia a la otra persona. Más llanto que felicidad, más problemas que soluciones y cada emoción sobrepasa la piel, duele aún más que la anterior. Pero oye, se aman y con eso basta.

El final me dolió como si yo misma estuviera viviendo aquella situación, y aunque realmente nunca he llegado a enamorarme de verdad de alguien, nunca dudé de los sentimientos descritos en el libro. Alcancé a terminarlo antes de aterrizar y supe nada más cerrarlo, que quería comprar el segundo en cuanto llegara a Atlanta. Este libro es diferente, más jodido que otros libros y más interesante que muchos.

A la hora del aterrizaje, mi pánico y mi mente vuelve a jugarme una mala pasada, ¿se quemará el avión?, sueno patética, lo sé. Me bajé del avión, recogí mi equipaje y fui directa al hotel en un taxi. Cuando llegué, la habitación estaba reservada, como me habían dicho, la B22.

El hotel es increíble, más grande de lo que aparecía en las fotos que vi. Mi habitación tiene una cama de matrimonio, sábanas blancas. Al verlas me recordó la apuesta. Una de las partes que odio con toda mi alma, fue cruel, demasiado cruel. Y más sabiendo que supuestamente Hardin ya estaba enamorado de Tessa. Ahora todo me recuerda al libro, aún estoy procesando ese horrible final, ese frustrante final.

#

A las 7 de la tarde, mientras estaba navegando por internet en busca de sitios para ver aquí, llamaron por teléfono, era el teléfono del hotel. Así que di por hecho que era para comunicarme algo.

¿Hola?— digo

—¿Josephine Langford, habitación B22?— dice la voz de una mujer.

—Si soy yo

—Buenas, la llamamos desde la recepción del hotel. Le comunicamos que hay dos personas aquí que les gustaría verla.

—¿A mi?— pregunto confundida. Me pareció extraño ya que aquí no conozco a nadie, así que me imaginé que serían las mismas personas que me llamaron para decirme que había conseguido el papel.

Efectivamente.

Dígales que bajo enseguida. Muchas gracias— digo y cuelgo.

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