Parte XI

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—¿Qué no puedes estar ni un solo día pegado en la ventana?— dijo Risotto que entraba a la sala para sentarse en su sofá y ver televisión.

—Déjalo, para Pros es tan interesante como ver su telenovela favorita.— se burló Ghiaccio. Entró Illuso a la casa y Prosciutto se fue directo a él.

—¿Viste al rubio que acompañó al hijo de Buccellati?

—Emmmm sip, y por lo que ví es un riquillo, tan solo hubieran visto ese carrazo que anda jalando.— soltó exageradamente el castaño.

—Conociendote ya lo hubieras desvalijado.— se burló el de risos azules.

—Que comes que adivinas, mi amigo neurótico. Pero no me dió tiempo y me amenazó ese niñato.— sopló.

—¿Pero que andará haciendo por aquí y por qué vino a dejar al chamaquito hasta la puerta de su casa? ¿No será que le anda sacando dinero a cambio de "favorcitos"?— seguía metiendo veneno Prosciutto, Risotto no le interesaba la conversación y se limitaba a asentar cada vez que su esposo hablaba y se dirigía a él, por otro lado Illuso seguía describiendo lo magnífico que lucía ese automóvil y como no pudo quitarle aunque sea un espejo retrovisor, en cambio Ghiaccio seguía molestando con lo entrometidos que eran.

—Pues no es por darle la razón a Prosciutto, pero antes de que se fuera el riquillo ese, le dió un beso al Narancia.— exclamó Illuso, haciendo que el mayor formulará cientos de hipótesis y posibles chismes que podría regar sobre el hijo menor de sus vecinos.

—Quien lo viera tan tranquilo y se anda metiendo con hombres de dinero, ya decía yo que no podían vivir solo con el mísero sueldo de policía que gana Abbacchio.

—Ya siéntate, Prosciutto. Además si ellos están jalando más cosas buenas es porque el hediondo de Mista ya está trabajando, ni para enterarte de chismes sabes.— alegó Ghiaccio.

—¿Y tú cómo sabes lo del apestoso? Saliste más metiche que Pros.— esta vez entró Formaggio a la conversación, el de cabellos azules se puso rojo y no supo que más decir, el moreno le había callado la boca.

—Es que Ghiaccio los anda viendo desde la ventana del cuarto.— reforzó la acusación Pesci.

—Bueno que te valga verg...— no terminó de hablar cuando el rubio le dió un zape en la cabeza.

—Deja de estar de mal hablado, no sé de dónde fregados aprenden esas majaderías.

—De ti, Pros.— Risotto se pronunció después de todos, ahora Prosciutto estaba rojisimo y los demás chicos comenzaron a reírse, así era un día cualquiera en la casa de los de La Squadra.

Mientras tanto Narancia

Había llegado a mi casa a tiempo, incluso Buccellati creyó que llegaría más tarde. Me sentía algo aliviado al tener ya resueltos mis ejercicios de matemáticas, gracias a Fugo.

—Tal vez si los leo pueda resolverlos por mi cuenta la próxima vez.— me di ánimos y abrí mi cuaderno.

—¡Pero que mierda! Como debería empezar esta cosa.— exclamé al ver todo el procedimiento, unas partes les encontraba sentido ¿Pero lo demás? ¿Por qué pasó a dividir si estaba multiplicando? Ahhggggg mi cabeza daba vueltas, cerré de nuevo el cuaderno y lo guardé, después de todo, Fugo se ofreció a darme clases y apoyarme en lo que se me dificultara. Hoy solo me dispondría a descansar y a dormir sin la presión de esa fastidiosa tarea.

—Hey, Narancia ¿Ya hiciste la tarea?— entró Bruno a mi habitación, llevaba en sus manos una charola con pan y una taza de chocolate caliente.

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