Parte XLVII

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Hablando Narancia

Las semanas pasaron desde aquel día del examen, un mes de descanso bien merecido lejos de la escuela. Durante ese lapso de tiempo estuve yendo con frecuencia a casa de Fugo; tenía sus pros porque casi siempre la mansión se encontraba sola y sus contras, demonios, fue volverme a vestir de chica, ¡caray! convivir con sus padres era de lo peor, escuchar a toda hora a su madre mencionar a la ex, criticar a la servidumbre y asquearse al ver gente de clase baja. ¡Terrible! En cambio su padre se mantenía al margen de todo, aparentemente aprobando nuestra relación y mostrando poco interés.

Es mi último domingo de vacaciones, ahora estoy preparando mis cosas para regresar a la escuela, estoy prácticamente a la mitad de la preparatoria. ¡Jamás imaginé llegar a estás alturas! Buccellati y Abbacchio seguramente se encuentran orgullosos de mi.

—Narancia, ¿a dónde quieres que vayamos hoy?

—Meh, a dónde tu gustes. —respondí sin interés, realmente me importaba tener en orden mis útiles que salir a pasear.

—¿No quieres salir, verdad? —su ceja comenzaba a saltar, creo que captó mi indiferencia.

—Si quieres salir, vayamos a donde gustes.

—¡SI ESTÁS CON ESA ACTITUD MEJOR ME LARGO!

—¡ESTÚPIDO, ESTOY PREPARANDO MIS COSAS PARA MAÑANA! —mi paciencia llegó a su límite. —¡TOTAL QUE TU ERAS EL QUE ME PRESIONABA A QUE ESTUDIARA Y DIERA EL TODO!

—¡IMBECIL ESO ES DURANTE EL PERIODO ESCOLAR, ES TU ÚLTIMO DIA DE VACACIONES Y POSIBLEMENTE EL ÚLTIMO EN QUE TE VEA! —sentí una pulsada en mi pecho al escuchar eso, su ceño comenzaba a ablandarse. —Mis padres me han pedido que regrese de nuevo a estudiar, creen el año que me dí de descanso va a hacer que se me borre lo que he aprendido.

—¿Por qué no me lo dijiste antes? —solté la mochila y me dirigí justo a la puerta de mi habitación.

—Pensaba decírtelo en el transcurso del día. Discúlpame a mi por gritarte.

—Ambos nos equivocamos. ¿Que te parece si vamos por pizza del centro?

—¿Que tal si vamos por pizza del centro y después nos vamos a mi casa? —Fugo me aprisionó con sus brazos y comenzó a descender hasta mis caderas.

—H...hey

—Di que si, mis papás nuevamente estarán fueran. —susurró a mi oído.

—Pizza, tus besos, ¿por qué no? —me encogí de hombros y le planté un rápido beso en su mejilla.

—Vamos a la sala a avisarle a tus papás.

—Está bien. —sonreí.

Narrador Omnisciente

El par de enamorados bajaron a la sala donde los esposo estaban sentados, mirando televisión degustando ambos unas cervezas, era domingo de fútbol y tanto a Buccellati como a Abbacchio les apasionaba.

—¿Por qué tan arreglado? —Leone separó sus labios de la lata. —¿A dónde vas?

—Veras... es mi último día de vacaciones y Fugo me invitó a comer pizza.

—¿Terminaste de preparar tu mochila? —ahora Buccellati se unía a la charla.

—Por supuesto, incluso planché mi uniforme. —Narancia estaba al pie del cañón, presto para recibir con todo ese nuevo ciclo escolar.

—Anda, te quiero 8:30 en la casa. —el albino sin más resopló, se había perdido un gol de su equipo por prestarle atención a su hijo. —Ni un minuto más.

—Gracias señor Abbacchio, a esa hora llegará. —Pannacotta educadamente se despidió. —Vamos, Narancia, que el tiempo está corriendo.

—Los veo luego. —el moreno agitó su mano enérgicamente mientras salían de la morada.

—¿Desde cuándo tan permisivo? —Bruno le dio un largo sorbo a su cerveza.

—¿Qué esperabas? De que se vaya a escondidas, mejor que nos diga a donde va. —Abbacchio terminó su lata y por consiguiente tomó otra. —Ademas, es domingo de partido, Mista no está, eso quiere decir que tenemos la casa sola.

Las mejillas de Bruno ardieron en rubor, pero después regresó el gesto con una mirada lasciva.

—Entonces todo fue plan con maña. —el azabache cortó distancia y se abalanzó a los brazos de su amado esposo.

—Pero será en medio tiempo, mira que ya metieron otro gol. —el albino cortó el cachondeo alejando a Buccellati, efusivamente se puso a festejar mientras dejaba a su esposo con las mejillas infladas y los brazos cruzados.

Mientras tanto en la pizzería

Narancia y Fugo en menos de 15 minutos, gracias al auto del menor habían llegado a la pizzería del centro comercial, durante ese transcurso de las vacaciones nuevamente se encontraban abiertas las instalaciones. Pizza margherita calidad-precio al alcance del bolsillo del moreno de ojos violetas. Pero como siempre, Fugo insistió en pagarlo todo, aún así Narancia dejó al dueño un poco de dinero en la pequeña alcancía de propinas, se sentía mejor e incluso le sabría más rica la pizza al haber hecho su buena acción del día.

Justo cuando se disponían a entrar al auto rojo de Pannacotta se percataron que habían olvidado algo en aquel lugar.

—Espera un momento, Fugo. Dejé mi cartera en la barra de la pizzería.

—¿Y que estás esperando? Corre por ella. —el rubio tomó las cajas que cargaba Narancia y las metió en la parte trasera.

—No creo que venga otro chico a darmela como tú lo hicistes. —el mayor bromeó, Fugo sonrió, recordó aquella tarde cuando por azares del destino encontró la chaqueta de su adorado Nara, esa noche que no paraba de inhalar el delicioso aroma a cítricos que desprendía, todas las travesías que vivió las veces que iba a visitarlo a la zona marginal. Realmente estaba enamorado de él. El hecho de imaginar ahora su vida de nuevo en la universidad y alejado de él lo hacía tener miedo, miedo a perder esa paz que le transmitía el par de amatistas que adornaban ese rostro fino de sonrisa radiante. —Mi amado Narancia.

El rubio plácidamente se recostó en el asiento que previamente había reclinado en lo que esperaba a su novio, cerró lentamente sus párpados y con una sonrisa boba continuó fantaseando y recordando los bellos momentos que pasó junto al moreno de la bandana naranja. A lo lejos alguien que iba de paso logró captar los rubios mechones que se lograban divisar tras el espejo retrovisor.

—Vaya que no has cambiado, Pannacotta Fugo...

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