Parte XVIII

880 126 49
                                    

Narrador Omnisciente

El hombre de hebras plateadas se levantó precipitadamente de su lugar al ver como el rubio de los rulos se adentraba a su casa al lado del moreno del gorro.

—¡Responde! ¿Qué acaso el alzado de tu padre te dejó juntarte con los pobres?— comenzó a mofarse Abbacchio.

—¿Y de dónde lo conoces?— Guido alzó una ceja algo confundido.

—Sé quien es tu padre y de qué clase de personas son los de tu nivel, y si has venido a dañarnos te pido que te vayas.— no paraba de hablar el mayor de todos.

—Supongo que mi padre tiene un sin fin de enemistades.— Giorno se encogió de hombros.

—Tranquilo viejo, solo vino con Fugo, déjalo pasar. Piensa en lo que diría Buccellati si lo corres.— Narancia salió en defensa del chico de ojos aquamarina.

—Bueno, pasa. Pero si noto algo extraño, yo mismo me encargaré de sacarte muy lejos de aquí.

—Toma asiento, Giorno.— Mista invitó al menor a incorporarse a la mesa.

Hablando Abbacchio

Ese mocoso no lo he podido olvidar, es hijo de Dio Brando, el jodido abogado que siempre es infraccionado por mis colegas de tránsito, ese hombre sin vergüenza se la pasa sobornando a todos y se siente intocable.

Recuerdo haberlo visto la ocasión que el estúpido de su padre chocó en contra de un autobús de pasaje y me tocó hacer supervisión en esa zona en lo que llegaban los peritos y las aseguradoras. El muy altanero se mofó de mí y del colega que me acompañaba, en su camioneta dentro estaba ese chiquillo de cabellos rubios sin hacer nada al respecto, seguramente es de la misma calaña que su progenitor. Antes de irse, sin reparar algún daño, tomó un fajo de billetes y nos lo arrojó en la cara.

Para que traguen, par inútiles muertos de hambre.

Se arrancó y ni siquiera mis superiores tomaron cartas en el asunto, están prácticamente comprados por ese abogaducho corrupto.

No era ni la primera, ni la última vez que me lo topaba, incluso mis demás compañeros para evitar problemas mejor lo dejaban ir por miedo a perder su trabajo.

Ver a su vástago me recuerda a él, es su viva imagen.

—Giornito, ¿Quieres algo más?— Mista ofreció al mocoso hablando con la boca llena.

—Asi estoy bien, gracias.— respondió.

Isi istiy biin, griciis. me dije así mismo de tal forma que nadie me escuchara, ese intruso me tenía haciendo bilis.

Terminamos de comer y Mista recogió los trastes, después los comenzó a lavar, Narancia y Fugo volvieron a subir a estudiar y me quedé con ese muchacho desagradable.

—Lo que le haya hecho mi padre, yo no tengo nada que ver, aún así le pido una disculpa si mi presencia lo incomoda.— rompió el silencio ese cabrón pelos de rosquilla.

—Los de tu clase nos miran hacia abajo con desprecio, eres una copia idéntica de tu padre, no me sorprendería que fueras como él.

—Se equivoca señor Abbacchio, yo...

—¡Cállate!

—Caray, viejo. Pareciera que no te da Buccellati, estás demasiado pesado con las visitas.— salió a hablar el apestoso de Guido.

—Mejor vete a bañar o mínimo quítate ese gorro hediondo, ocúpate de tus propios asuntos.— salí en mi defensa, que mosco le habrá picado si a él también le desagradan los riquillos.

Third World Love Hikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin