Prólogo

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Nunca se han preguntado... ¿Cómo se originó el primer Eclipse?

¿La razón de porque tanto el Sol como la Luna se protejan entre sí?

Hace varios eones atrás, antes de siquiera haber un mundo el cual habitar, existió un Creador, alguien quien nació de la rara necesidad de crear, conocer nuevas especies, y de sembrar la esperanza en un nuevo universo.

Aquel ser omnipresente que nació de esa petición nunca antes formulada estableció, no sólo uno, sino varios mundos con diferentes biomas y especies. La vida en cada mundo era distinta, variada, única, la creación para cada una daba a la imaginación un nuevo significado.

Pero eso no es lo importante ahora, por el momento de lo que se necesita saber es de lo que sucedió varios siglos después, cuando la Tierra aún no era habitada por nadie y el lugar solo era un escenario sepia por donde mirarás. En aquellos tiempos, existieron dos seres que diferían entre sí.

El dios del Sol y el dios de la Luna.

O al menos, la representación de ellos en ese entonces.

Uno poseía un realce brillante, una energía inagotable, una mirada determinada y un corazón benevolente, alguien que desbordaba gloría y daba la sensación de un nuevo inicio. Una estrella que daba una sensata calidez en tiempos oscuros.

El otro era casi su opuesto, desbordaba un brillo acendrado, una ataraxia difícil de comprender, desbordaba ese toque de misticismo y una sensación de serenidad inexplicable, un corazón frágil y una mirada materna, de esas que solo con verlas te sientes en total seguridad, alguien que te daba protección y la sensación de que un ciclo había finalizado.

Dos seres tan opuestos que compartían mucho en común.

Eran el Ying y Yang en presencia.

¿Compartían una relación? Tal vez.

Pero así era el amor en sus inicios.

Nada importaba.

Años después la Tierra se terraformó, los ríos arrasaron con las capaz de tierra que la superficie poseía, el agua inundó la superficie por completo y se abrió paso a través de todo lo que se encontraba. Y luego inicio la sequía, las aguas se evaporaron, y nuevamente la Tierra se volvió un escenario de tonos sepia, con la diferencia de que, ahora, se podían ver los inmenso montículos de tierra que un día formarían las grandes montañas, que dejarían paso a los temibles cañones y que permitirían admirar los hermosos paisajes que prometía esa nueva tierra.

Tal vez nadie nunca se lo sabría, pero la verdadera razón de ese acto no fue pura benevolencia en vista de una nueva luz de esperanza para la tierra prometida.

Bien dicen las malas lenguas que pronto vienen que aquel que desborda alegría no siempre la desea compartir. Al igual que aquel que ve por sus hijos no siempre lo hace por buenas intenciones.

Y en el crepúsculo de un día que viejo acaba, con varios ciclos lunares encima, una gota de Luz de Sol cayó en la Tierra, naciendo así una mágica flor dorada.

El Sol lloró por la Luna, y la Luna se avergonzó por ello.


Patético.

The Tearing Moon [«Varian»]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora