2.- Noticias Inesperadas

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El despacho de Dumbledore no había cambiado para nada a pesar de haber sido destruido durante la batalla. Todos los cachivaches, libros, adornos y retratos se encontraban en los mismos lugares que habían ocupado siempre.
El director no se encontraba ahí en ese momento, lo que le permitía curiosear a sus anchas y, después de un par de minutos, termino acariciando al fénix quien recibía gustoso al joven. La puerta del despacho se abrió, dejando entrar al viejo director, que al verle, le dedicó una enorme sonrisa y sus ojos brillaron de emoción detrás de sus gafas de media luna.

- ¡Muchacho, que bueno es verte de nuevo! - Exclamó acercándose para poder estrecharlo en un abrazo que fue gustosamente correspondido. - Siéntate, por favor. - Ofreció mientras señalaba una silla frente a su escritorio. - Disculpa la demora, pero a pesar de ser vacaciones, ser director es sinónimo de nunca dejar el puesto.
- Gracias profesor, y no se preocupe, no tuve que esperar mucho. - Ambos tomaron asiento y el chico se removió un poco nervioso.

- Bueno Harry, me imagino que la razón por la que te convoque a esta cita ya no es ningún secreto para ti. - El mayor observaba divertido a su ex alumno mientras se reclinan en su silla de respaldo alto y acariciaba su barba. - Estoy completamente seguro que Arthur se lo ha comentado a Molly y ella a todo el condado. - Una sonrisa cómplice se asomó, relajando al chico.

- Algo escuché mencionar por parte de la señora Weasley. - Dijo Harry un poco divertido logrando arrancarle una carcajada al director.

- Vale muchacho, entonces te haré la oferta formalmente. - El hombre se levantó de su asiento y se dirigió a una mesita lateral donde descansaba un juego de té. Tocó la tetera con la varita y vertió el contenido humeante en dos tazas, ofreciéndole una al joven quien aceptó gustoso, y continuó hablando. - Cómo bien sabes Harry, otro año ha pasado y uno nuevo está por iniciar. - Dio un sorbo a su té mientras se acercaba a su asiento. - Y como todos los años, nos vemos en la necesidad de buscar un nuevo profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. - El chico podía sentir la emoción recorrerle de pies a cabeza. - Tengo la sensación de que si decides aceptar, tendremos profesor por largo rato. - El anciano le guiñó un ojo, logrando que el otro sonriera mientras pensaba que podría volver al lugar que llamó hogar por tanto tiempo. - Te pediría referencias, pero después de ver el espléndido trabajo que hiciste entrenando al "Ejército de Dumbledore", no tengo duda que se te dará muy bien la enseñanza, aparte que vencer a Voldemort nos deja ver qué eres un dotado en la materia. - Inclinándose sobre el escritorio observó la emoción que reflejaba el chico, esbozó una paternal sonrisa y dijo:

- Entonces muchacho, ¿Aceptas el puesto de profesor de DCAO?

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Después de 3 horas reunidos donde repasaron los puntos del contrato del chico, libros y material de apoyo y reglamento escolar, ambos hombres decidieron tomar un descanso, donde el director aprovecho a leer y responder correspondencia atrasada y el chico decidió aventurarse a recorrer el castillo como los viejos tiempos.

Observó los muros y pasajes mientras caminaba sin rumbo, pensando en la rapidez con la que estaban terminando de restaurarlo después de la batalla.
Un pesado suspiro escapó de entre sus labios al recordar la batalla. Se acercó a una de las ventanas que le permitían ver parte del Bosque Prohibido y sintió un nudo en la garganta a la vez que a su mente llegaban flashazos de lo sucedido.

Unas risas macabras retumbaban en sus oídos acompañadas de fuertes jadeos; cerró con fuerza los ojos tratando de vaciar su mente; comenzaba a sentir unas frías manos paseándose por su espalda y como las uñas se clavaban en su piel; la respiración del chico se comenzó a acelerar y sintió como los ojos le empezaban a arder, las ganas de vomitar comenzaban a invadirle y se sostuvo del marco de la ventana tratando de normalizar su respiración pero en ese preciso instante un par de ojos negros viéndolo con lujuria aparecieron, haciéndole perder el equilibrio y caer de culo. Sentado en el suelo, abrazó sus rodillas y lloró en silencio, escondiendo su cara en el hueco que dejaban sus brazos mientras recordaba a los hombres que lo habían tomado a la fuerza.

No te acerques.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora