Capítulo 18

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El brillo del sol de la mañana, que entraba por la ventana sin cortinas del pequeño salón, era el responsable por despertarme. Mis brazos estaban inmovilizados y no podía liberarlos. Cuando me di cuenta de dónde estaba, me asusté y abrí los ojos rápidamente, mirando a mi alrededor. ¡Qué alivio! No había cruzado la línea invisible, como había prometido.

Sin embargo, Camila lo había cruzado. Y estaba lo suficientemente cerca como para sentir el calor de su cuerpo. De espalda a mí, su cabeza reposaba en mi brazo. Intenté retirar con todo cuidado mi brazo, pero ella se giró y se acurrucó aún más, llevándose una mano en mi cintura.

¡Dios! Sería tan fácil acostumbrarme a la sensación de tenerla en mis brazos. Y es que era algo más que un deseo físico lo que sentía por ella.

Camila me había tocado en un lugar donde nadie había estado antes. En mi corazón. Esa certeza, mezclada con la sensación de bienestar, me hizo suspirar profundamente y empezar a contemplarla en su sueño tranquilo, apacible y seguro.

De repente, empezó a despertarse. Sus ojos, aún somnolientos, se abrieron un poco y luego se cerraron de nuevo mientras se desperezaba.

- ¿Cami? – la llamé, en voz baja.

- Humm... – se volvió hacia mí, abrió los ojos y una alegre sonrisa curvó sus labios.

Animada, le aparté el pelo de la cara y acaricie su hermoso rostro... Ella se acercó y espontáneamente me dio un pequeño beso en los labios.

Sin saber si Camila estaba consciente de lo que estaba haciendo, la dejé conducir la situación que, por cierto, me estaba encantando. Murmuró algo y volvió a besarme, ahora con más intensidad, mientras sus manos se deslizaban con descaro bajo la camiseta que llevaba, acariciando mis hombros. Camila parecía estar venciendo sus miedos, mientras me provocaba la boca con la punta de su lengua.

En mi afán por buscar una posición más cómoda para ambas, me moví en la cama y este fue mi error fatal.

La tranquilidad de Camila se evaporó y aunque no entró en pánico, lo que ya era un gran progreso, su cuerpo se tensó y ella dejó de besarme.

Abrí los ojos. Las suyas, todavía estaban cerradas. Me alejé un poco.

- Vale, se acabó, pero no podemos resolver esto si huyes. – ella abrió sus ojos, pero permaneció en silencio. - Tienes que confiar en mí, Cami. – le supliqué.

- Lo siento. – dijo en voz baja, y escondió la cara en la almohada.

Ese gesto me irritó más que su disculpa. Le quité la almohada de la cara y lo arrojé a nuestros pies.

- Háblame, Cami. Por favor... – me senté. – Dime qué estoy haciendo que te asusta tanto.

- Ya te lo he dicho. No eres tú, soy yo. - su voz se alteró. - ¿Por qué no puedes aceptar el hecho de que no puedo hacerlo?

- El único hecho que aceptaré es que no estás preparada... todavía. Cuando lo estés, veremos que no hay nada de malo en ti.

- Eres demasiado optimista. – me dijo con amargura.

- No, no lo soy. – argumenté. – Eres una persona especial. Y un día tú también lo creerás.

Camila sacudió la cabeza y cerró los ojos.

- No hay nada especial en mí.

- Sí, lo hay. Tuviste una infancia horrible, pero no tomaste el camino fácil...

Camila se puso sobre su espalda y miró el techo.

- No me conoces, Lauren. No tienes ni idea de cómo fue mi infancia.

Un secreto entre nosotras | CamrenWhere stories live. Discover now