capitulo 13

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Pasó otro mes. Había sido duro para ella. Ya había comunicado a la discográfica y a su familia su embarazo. En las dos partes costó encajarlo. Por una parte, la discográfica no se esperaba esto, y les obligaba a cambiar algunos planes. Por la otra, sus familiares les alegraba que ella tuviera un hijo, pero su situación no era la adecuada. Y eso que no sabían de la misa la mitad. No quisieron preguntar nada acerca del padre, que suponían que era Mario.

Ella escribía. Escribía canciones y el diario para su bebé. A veces escribía canciones en el diario para su bebé. Y también el diario para su bebé en las canciones.

Era una niña. No era de Mario. Y estaba sana. La amniocentesis había revelado aquello.  

Amaia salió sola de la consulta. Aquel día no quiso que nadie la acompañara. Paseaba de camino a su casa. Los cuatro meses de embarazo se notaban en forma de incipiente barriga y de unos ligeramente abultados pechos. Amaia se sentía bien aquellos días. Enseñaba todo el escote que podía y que sabía que en los siguientes meses no mostraría. Andaba y pensaba. Y se desvió de camino. No fue a casa.

Andaba y pensaba.

Era una niña. No era de Mario. Y estaba sana.

Le daba igual el padre. Ella se iba a encargar de su niña sola, si hubiera sido de Mario, compartiría la tarea de educar a un niño, pero no lo era. Prefería pensar que el padre no era nadie en concreto.

Era una niña, estaba tan feliz por aquello. No quería saber el sexo hasta que naciera, pero cuando la doctora le preguntó si lo quería saber, no supo resistirse.

Estaba sana. Eso era lo realmente importante ahora, lo que a ella más le preocupaba des de la primera revisión, y ahora estaba todo bien. En ese momento, su mundo era perfecto.

Así que entró en una tienda para bebés y arrasó con ella (y con la tarjeta de crédito).

Pronto creció el rumor de su embarazo. Ella lo confirmó y al preguntar los periodistas por el padre ella contestó que no importaba quien era.

Pero sí le importaba. Le importaba porqué era él. Así que decidió mentalizarse de que ese niño no tenía padre. No tenía padre porque su hija no se merecía ese que le había tocado. Para eso era mejor no tenerlo.    

Mientras tanto, el padre de la criatura seguía en Libia sin querer saber nada del mundo.

En el Prat habían acatado la decisión de Alfred, se iba a quedar un tiempo en Libia. Pero Marina descubrió la razón que le tenía que hacer volver. Ahora sí tenía que demostrar que la quería. Debía volver. Y ver a Amaia.

Cuando vio por la tele que iba a tener un hijo y por el tiempo de embarazo que tenía, empezó a atar cabos. A ella las fechas le cuadraban. Sí, le cuadraban.

Su Tio se había puesto enfermo y Alfred vino de Miami.

Y la pasajera de al lado era Amaia.

Y hablaron.

Y se quedaron en el baño durante las turbulencias.

Y ahora Amaia estaba embarazada.

Y por eso ella quería hablar con Alfred cuando vino.

Y por eso tenía tanto interés en qué haría él si Gala no hubiera abortado.

Y por eso se enfadó tanto.

Y por eso Alfred había metido la pata hasta el fondo.

Y por eso llamó donde le dijo el fotógrafo para hablar con Alfred. Debía volver. Ahora sí. Debía demostrar que iba a ser un buen padre.

El Pasajero de al ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora