Capítulo 12

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"Por piedad"

Harry Potter era todo lo que nadie quiso que fuera, un tirano comprometido con propósitos egoístas y una personalidad corrompida.

Y a su misma vez Harry Potter era todo lo que quería ser. No le importaban las inhibiciones morales, solo sus propios objetivos y si eso lo convertía en un asqueroso egoísta entonces estaba bien para él. Le habían privado desde pequeño incluso de la cosas más básicas y ahora estaba hambriento de tenerlo todo, ahora que podía conseguiría todo lo que se propusiera, daba igual cómo o qué, simplemente lo haría.

Pueden culpar a su amorosa familia por ello, no fue buena idea de su parte dejarlo en aquel convento en el que parecían permanecer en una época completamente distinta. Estuvo casi un año, un año en el que trataron de quitarle el demonio que llevaba dentro de miles de formas distintas, aunque más bien lo habían imbuido con uno en el transcurso de ese tiempo. El del odio y el resentimiento. O bueno, quizá ellos tuvieran razón y siempre había sido una criatura infernal, un ser monstruoso que en cuanto muriera iría derechito al infierno.

Qué divertido, pero ¿Y por qué no llevar el infierno a la tierra?

Suspiró de dicha mientras se estiraba lentamente, disfrutando las caricias en su pelo por parte de su querido amigo Ron, gratas sorpresas había tenido únicamente con él cuando se dio cuenta de lo afines que eran. Pero de nuevo, solo con él. El ácido se extendió por su estómago ante la molestia que sentía por haber sido abandonado por el resto de personas a las que había llegado a apreciar, ninguno de ellos había comprendido ni había querido hacerlo cuando se enteraron de lo que sucedía, entonces solo le quedó marcharse con los suyos y Ron.

El resto moriría tarde o temprano si se interponian en sus deseos, y si la piedad decidía llegar a él por el aprecio que les tenía entonces tendrían una muerte dulce, sin dolor alguno. Era el mayor regalo que podía darles, el mayor acto de benevolencia que cabía en su retorcida cabeza.

No abrió sus ojos al escuchar unos pasos apresurados, ni cuando escuchó la tela deslizarse por el suelo marmolado cuando alguien se inclinó ante él, solo escuchó. El señor oscuro se había apoderado de la escuela, el ministerio apenas resistía y los goblins habían cerrado sus puertas a todo aquel que no entrase con una cita previa, desconfiando de los magos y el conflicto que tenían entre ellos.

– Vayamos a por el ministerio Ron, hagamonos con todo - sonrió cuando las caricias se detuvieron unos segundos y después continuaron, aunque la voz que sonó después fue incapaz de contener la emoción.

– ¿Cuándo iremos?

Miró al pelirrojo con atención, la excitación de la batalla había nublado sus ojos con expectación y ansias. Harry era consciente de cuán mal estaban ambos, de cuanta decadencia los gobernaba y aunque sabía perfectamente que lo suyo era más una venganza por todo lo que le había sucedido también tenía claro que Ron era distinto a él. Siempre había sido así, pero tan controlado como había estado y a la vez desatendido se había convertido en un niño frustrado y avaricioso, que se había colgado de su brazo al conocerse por el beneficio que su fama tenía, odiandolo por la misma. Ahora que había madurado sus necesidades eran otras aunque no del todo distintas, él siempre había tenido la necesidad de hacer daño a los otros.

Ron había nacido así. A Harry lo habían vuelto así.

– Hoy, después de todo está todo preparado. Por la tarde iremos, después del té.

La promesa se cumplió, los mortifagos no esperaron el ataque, el ministerio no resistió. Y aunque llegaron refuerzos para los primeros no pudieron pasar cuando el dulce niño dorado se puso delante de todo su ejército. Voldemort hizo lo mismo, la varita blanca como un hueso en su mano, casi tan pálida como su piel.

– Harry Potter. Has resultado ser una sorpresa para todos, no eras el niño dorado que Dumbledore y sus seguidores esperaban...

– Por supuesto. No tenía por qué seguir el estándar aburrido de cualquiera. Ni que esto fuese una novela con héroes y villanos establecidos ¿Quién dice que el remedio es mejor que la enfermedad? A veces no es cierto, yo soy mejor que tú Voldemort, así que no te equivoques.

Todos contenían el aliento y aunque la ira crepitó como llamas verdes en la varita del mayor, Harry ni siquiera se inmutó, su sonrisa se volvió extraña, como el narcisista que cuenta como si tuviese toda la razón aunque lo que dijese era completamente descabellado, como el loco que siempre le habían dicho que era.

– Me haré con todo, te venceré y tendré mi botín de guerra. Tu ejército será mío y nadie podrá oponerse, ni siquiera tú, quien no pudo vencer a Dumbledore, ni en la juventud ni en la adultez.

La burla era tan clara como el miedo que todos sentían allí. Pero no puedes sentir miedo de algo cuando no tienes el mínimo sentido común y él no temía al señor oscuro que tenía delante, más bien deseaba verlo acabado, arrodillado y por fin completamente rendido ante él. Y lo tendría, estaba seguro de ello, tanto como estaba seguro de que ambos ansiaban lo mismo.

– Te arrepentirás de tus palabras Potter.

Si alguien preguntase quién había lanzado el primer hechizo ninguno sabría qué responder, nadie allí supo en qué momento comenzó todo pero se desató el caos y la muerte en cuestión de segundos, y aún rodeados de rojo y un olor metálico se impregnó en el aire los dos causantes de todo aquel desastre estaban enzarzados en una batalla que nadie supo interpretar con claridad ni de forma remotamente acertada.

Harry no sólo quería vencer al señor oscuro y su ejército, también quería volver a sentir aquella sensación de electricidad que recorría su cuerpo cada vez que se tocaban, cómo la magia parecía verse afectada a su alrededor, densa y asfixiante, cómo el sabor peligroso de sus deseos podía llevarlo a la perdición. Quería hundir sus dedos en la piel suave y fría que ya había tocado una vez, y alimentar lo que sea que sucedía en cada uno de sus encuentros.

Tom Riddler, alias Voldemort, solo quería tirar de aquel cabello rebelde, callar aquella boca insolente y verlo doblegarse, rendido y perdido como se suponía que debía verse. Vencido y enjaulado. Quería sentir la electricidad que soltaba aquella piel tostada, sacar súplicas de su boca en vez de la burda palabrería que siempre lo escuchaba soltar.

Ambos querían lo mismo por lo que uno no podría obtener lo que quería.

No creáis que todo tiene un final fácil porque nadie está dispuesto a renunciar a nada y solo aspiran a ganarlo todo.

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1134 palabras

Decidí acabarlo, no espero darle un gran final pero si el necesario, como mínimo satisfacer tanto a quienes lo leeís como a mi.

Cruel [FINALIZADA]Where stories live. Discover now