Ariel I - Diario de una sirena. - Rachel Bels

61 7 5
                                    



1▪ Con un gemido que acompaña una caricia de su mano sobre mi pecho, me coloco encima de ella con sus piernas rodeando mi cintura, paralizado.


2▪ recojo su mano, la que descansa en mi estómago, con sumo cuidado de no despertarla y la coloco sobre mi corazón. ¿Por qué hago esto? Porque si algo no lo retiene va a escapar de su lugar y bueno, ahora es literal que mi corazón está en sus manos.

3▪ precisamente esa es la razón de que esté aquí, recuperando cada recuerdo allí escondido, cada trauma oculto, cada momento olvidado; desgranando de cada uno de ellos de qué manera me han afectado, descifrando y poniendo nombre a cada jodido sentimiento.

4▪ Me sentaba a observar a aquellas chicas que parecían volar sobre el agua con sus tablas, se les veía tan serenas, felices y despreocupadas... Tan perfectas. Tan seguras de sí mismas... Tan... todo lo que yo siempre he querido y nunca he conseguido ser.

5▪ Si algo no me falla nunca es mi sentido de la empatía. Porque no solo logra que me ponga en el lugar de otra persona, sino que y, por si fuera poco, absorba todo su dolor permitiendo que se filtre a través de mi piel atravesando sin ninguna clase de filtro mi ya quebrantado corazón.

6▪ Una quietud extraña, efímera y temiblemente inquietante que consigue que mi mente habitualmente parlanchina quede en silencio. Como nunca antes.

7▪ Y es que él fue el primero en tu vida, y te marcó tan hondo que sabes no hay manera de que alguien llegue a donde él lo hizo, que roce siquiera el surco que talló en tu corazón, porque, de hecho, no estás dispuesta a ceder a nadie de nuevo ese poder.

8▪ Pensar que has compartido seis años de tu vida con una persona a la que prometiste amar hasta el fin de tu existencia y, que ahora te ignora desde la esquina de una casa, tan desconocida como se ha vuelto vuestra relación, es tremendamente triste.

9▪ Esa angustia que se había clavado tan adentro parece desvanecerse en el instante en que me mira, y aunque no me ve, parece hacerlo como nadie lo ha hecho antes. Entonces, huyo. Esos ojos... Esa mirada...

10▪ Siento que toda esa presión lograra que un día llegaras a odiarte a ti misma por ser como eres. Siento que creas que no eres suficiente. Siento que no vayas a saber nunca lo que es la confianza: ni en ti, ni en otra persona. Pero lo que más siento de todo es que tengas que escucharlo de mí, es decir, de ti misma.

11▪ me rindo a escuchar «a ciegas» esa voz hipnotizado, percibiendo como una elocuente calidez me embriaga con cada nota que es susurrada por esta mujer.

12▪ No sé qué haría sin ti. Un día te aburrirás, te cansarás de todo esto y te irás y la verdad es que ni siquiera te culparía por ello

13▪ —Antes de eso quería pedirte disculpas. Sé que ayer estuve un poco raro y aunque no me conoces, puedo asegurarte que no soy así normalmente. «Qué bien, qué bonito... ¡Pero me importa una soberana mierda! Así que... lo siento amigo, a mí y a mi gato ya nos has perdido como clientes si es que es eso lo que te preocupa.»

14▪ Todos arrastramos nuestros propios fantasmas y si no soy capaz de lidiar con los míos, ¿cómo iba a hacerlo con los de otros?

15▪ no te olvides de vez en cuando de levantar la cabeza y mirar a las estrellas, ellas te mostraran algo muy importante que yo no te voy a desvelar aquí y ahora, porque las mejores cosas de este mundo son las que descubre uno mismo.

16▪ Lo odié con todo mi ser por dejarme como recuerdo una puñetera carta de «viva la vida»

17▪ noté que era una de esas decisiones importantes que uno toma en la vida, esas que al principio te llevan a un estado en el que parece se va a acabar el mundo, pero que luego descubres que es lo mejor que podías haber hecho porque te has quitado un enorme peso de encima.

Frases del OlimpoWhere stories live. Discover now