Capítulo 11 El Amor de mi Vida

84 5 0
                                    

Bea no había sido nunca en su vida una persona celosa. Esa era la versión oficial que todo el mundo conocía. Ella sería muchas cosas: podía ser cabezota, caprichosa en algunas ocasiones, una chica muy dispuesta, altruista, pacifista, defensora de los animales, deportista y un largo etcétera. Como a cualquier persona, no le gustaba hablar de sus malas cualidades, pero las tenía como todo el mundo. Pero celosa no, celosa nunca. Ella no era celosa.

Salvo, claro está, cuando se trataba de su pareja. Bea solo había tenido dos novios a lo largo de su vida. El gran problema de haber estado saliendo con Alejandro desde que tenía uso de razón hasta casi cumplir los veinticuatro había sido, precisamente, ese. Se habían casado prácticamente a los trece años, cuando empezaron a salir y Bea estaba segura y totalmente convencida de que su chico no tenía ojos para nadie que no fuese ella. Ahora, con el paso de los años, con la madurez que eso suponía y con la temida crisis de los treinta acechando a la vuelta de la esquina, veía las cosas de otra manera. Conocer el programa de Internet, protagonizado por parejas latinas y la arrolladora Lisbeth Rodríguez, Exponiendo Infieles, tampoco había ayudado mucho. De hecho, le había dado por pensar al ver a esas idílicas parejas que parecen tenerlo todo y luego resultan ser unos pecadores de la pradera, si en algún momento de su larga relación, Álex había sentido deseos o incluso había llegado a serle infiel. Ya no tenía sentido pensar en aquello porque no eran pareja y cada uno había rehecho su vida y, sinceramente, a Bea no le apetecía pensar en cómo le irían las cosas a Alejandro con Cari. Tenía más motivos para preocuparse por otra persona.

Kevin y ella estaban mejor que nunca, pero así era como estaban siempre. Desde que había conocido a su media naranja, la vida era una continua fantasía, perfecta e idílica. Kevin era bueno, atento, la quería y además le dejaba mirar su móvil sin ningún tipo de problema, por lo que Lisbeth Rodríguez habría tenido que romper su exitosa lista de parejas destrozadas por la infidelidad.

Sí. Bea no tenía ningún tipo de duda con Kevin. Sabía perfectamente que estar en una relación no era algo fácil. Compartir la vida con una persona conllevaba un montón de dolores de cabeza, pero sobre todo, vivir en una perfecta incertidumbre. Uno nunca podía estar verdadera y plenamente seguro de lo que se debe hacer para estar bien con la otra persona y, por otro lado, jamás tendría la certeza de que había hecho lo correcto o de que lo había hecho en el momento adecuado. Aquella era la definición de pareja que daba Zygmun Bauman en su obra Amor Líquido, que se había convertido en el libro de cabecera de Bea para tratar de comprender a los hombres y, en especial a su hombre. Porque Bea y Kevin tenían una relación idílica constante. Al menos hasta que apareció cierto fantasma del pasado de Kevin, de pelo rojo y sonrisa infantil, pura, virginal, sincera y miles de calificativos que realzaban la maravilla que era Emma Simpson y que Bea había empezado a aborrecer.

La ex de Kevin venía a ser la reencarnación de la Virgen María en cuanto al dechado de virtudes que parecía ser. Desde que se la habían encontrado paseando por las calles de Madrid, el chico no dejaba de hablar de ella y, lo que era peor, con ella, porque se las había apañado para rescatar la tarjeta que Bea casi destroza y que contenía los datos de la chica. Bueno, quizás decir que no paraba de hablar con ella sería un poco exagerado. Habían hablado una vez, pero ya habían hablado de quedar para tomar un café y eso no le gustaba nada a Bea. Además, tampoco es que Kevin hablase mucho de ella, eso también sería exagerar un poco. La realidad era que solo hablaba de ella cuando Bea le preguntaba algo de manera disimulada, despertando en Kevin una risa burlona, como la que acababa de soltar mientras desayunaban.

- No me digas que estás celosa de Emma, Bea. Creía que ya habíamos hablado de esto –dijo el chico dándole vueltas a su café mañanero.

- No estoy celosa –dijo ella, claramente celosa–. Es solo que parece que esa chica es perfecta.

- En muchos sentidos, lo era –dijo él, encendiendo la mecha.

EN TIWhere stories live. Discover now