Capítulo 34 Tiempos Pasados

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Javier caminó con tranquilidad y parsimonia, dejando que Julia se agarrase con fuerza de su brazo. Después de un paseo por el centro de Madrid y de dejar en libertad a Boston, que correteó persiguiendo pájaros y mariposas por el entramado natural de los Jardines de Sabatini, volvieron al piso de la joven psicóloga y dejaron allí al animal. Javier jugueteó con él mientras la chica se cambiaba de ropa y, cuando volvió a reaparecer, el joven tragó saliva y sopesó cómo decirle que se había colocado la chaquetilla de manera errónea. Las sombras blancas que se dibujaban en el interior de su iris parecían gritar que la vista la estaba abandonando de nuevo, esta vez de manera irremisible. Cuando le dijo que se había puesto la prenda del revés, ella se sonrojó y soltó una risita.

-       Hacía tiempo que no me pasaba, pero supongo que es algo normal -bromeó la chica antes de desaparecer de nuevo en el interior de la habitación.

Aquella noche iban a cenar y después tomarían algo en la azotea del Círculo de Bellas Artes. Julia quería ver Madrid desde las alturas. Ella no lo dijo y él no se atrevió a preguntarlo, pero ambos sabían que aquel deseo era, más que posiblemente, porque no tendría posibilidad de hacerlo de nuevo.

En cuanto el camarero sirvió un doble whisky seco para él y una tónica con aromas de piña para Julia, Javier la guio hasta uno de los miradores de la azotea y los dos se quedaron en silencio durante un rato. Él la miró de improviso, aunque ella no se daría cuenta de un gesto tan sutil de todos modos. Julia estaba feliz y radiante aquella noche, con aquel vestido oscuro, sin mangas que realzaba el tono dorado de su piel y el cabello oscuro recogido en un moño bajo la nuca, con algunos mechones sueltos. Sus hombros subían y bajaban desacompasadamente y la sonrisa impresa en su cara la hacía ver mucho más atractiva. Pero para Javier, que la quería muchísimo, seguía habiendo otro problema fundamental: no era Andrea. Era curioso que no hubiese salido el tema en toda la noche. Javier no lo había mencionado y Julia no había preguntado. Estaba mejor así. Él también decidió perderse en las luces, en la profundidad de la ciudad, viva, bajo sus pies.

-       Es curioso -dijo ella.

-       ¿El qué?

-       Estar aquí, contigo, después de todo lo que hemos pasado.

Javier volvió a dar un sorbo a su vaso de whisky.

-       Sabes que haría lo que fuera para verte feliz.

Julia sonrió.

-       Eres un buen hombre, Javier. Y yo una psicóloga excelente, al parecer.

-       ¿Por qué dices eso?

-       Porque cuando me has llamado he notado en tu voz que necesitabas hablar con una amiga, desahogarte. Vas a hablarme de Andrea, ¿verdad?

Boom. A veces se le olvidaba que Julia era tan lista que pocas cosas se le escapaban, a pesar de que cada vez pudiese ver con menos nitidez con los ojos. La mirada de su alma era tan infalible que pocas cosas pasaban por alto de su juicio.

-       No si no quieres. No si te hace mal.

-       Hace tiempo que aprendí que costará mucho ponerse en los zapatos de Andrea Martín. Costará mucho ocupar su lugar, en el caso de que quieras que alguien lo haga. No todos podemos ser como tú -dijo ella buscando la mano de Javier y colocando la suya encima.

Javier comenzó a hablar, a desahogarse, a contarle a Julia, que había sido su amiga por encima de todo, aquello que lo atormentaba. La extraña actitud de la Chica de los Ojos Verdes, su decisión de separarse durante un tiempo, la ansiedad que le provocaba el futuro, la rabia por haber sido expulsado de Dorner Enterprises y la manera en la que todo su mundo se había desmoronado sobre sus hombros, acabando con todo lo que quería, con todo lo que era bueno y puro para él.

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