Instagram viaje,

436 17 0
                                    


Tenía miedo de regresar al campamento pero estaba anocheciendo. Me di un último baño rápido esperando que el agua fría de montaña borrara las marcas de lenguas en todo mi cuerpo. Yo todavía era puro fuego. Ni siquiera me sentía ebria ya, al menos no por el alcohol.

Maldito Cristobal me quitó la virginidad. Sonreí.

Regresé al campamento con la última caravana que volvían del río. Él estaba esperando junto al fuego, enrollado en una manta. La neblina había comenzado a descender. Hacía frío. Entré a cambiarme y él vino tras de mí. Puso unas tres pequeñas cajas de condones en el suelo de la carpa. Tragué saliva.

—¿De dónde los sacaste?

—En la tienda de golosinas también venden condones.

—Mmm

—Es decir, no es que asuma que... pero pensé que era mejor estar preparados.

—Sal de mi tienda; quiero vestirme en paz.

No volví a invitarlo a pasar, no sabía como hablarle o mirarlo de nuevo. Estaba demasiado avergonzada. Comencé a pensar en Susan y sobre como Natalie aún hacía chistes sobre cómo debía regresar con Cristóbal para que sean 4 de nuevo. Yo las había engañado a ambas.

Lo que me ponía eufórica. Iban a morirse cuando se enteraran.

Cristóbal entró en la habitación algunas horas más tarde.

—¿Estás dormida? —susurró. Sonrió cuando sus ojos se adaptaron a la oscuridad y me descubrió despierta—. Hace frío afuera, ya me iré a dormir.

Traía en sus manos su bolsa de dormir, entró, cerró la carpa y me sonrió.

—Podemos hacer una pijamada.

Resistí las ganas de echarlo. Dijo que tenía frío.

En la mañana siguiente las cosas empeoraron. Apareció bañado, vestido y con el desayuno en una bolsa mientras tarareaba una canción de Morat. Era adorable pero ridículo.

—Por favor actúa como lo haces normalmente —dije mientras comía sin demasiado apetito.

Volvió a sonreír. —Oh vamos, Cata, podemos disfrutar este campamento al máximo, llevar las cosas con calma si lo prefieres; vamos, yo tampoco quiero casarme.

Me quedé anonadada, ¿cómo podía tocar el tema con tanta naturalidad? Yo me estaba muriendo. —Lo que pasó ayer...

—No debió haber pasado, lo entiendo.

A ver pendejo, nunca dije que no debió haber pasado. ¿Estaba diciéndome que hubiese preferido no besarme? Lo miré seriamente enojada. Él retrocedió fuera de mi alcance. Sonreía. Le arrojé su comida a la cara y entré en la carpa cerrándola detrás de mí y anudando los cierres para que no pudiera abrirla de nuevo.

—Mira, yo no creo que no debió haber pasado —dijo del otro lado de la carpa—. De hecho lo disfruté más de lo que imaginaba.

—¿Más? ¿Te imaginaste cogiendo conmigo?

—Me he imaginado cogiendo con la mayoría de las chicas que conozco.

—¿Hasta con las feas? —dije, recordando como me llamaban cuando éramos niños.

—No, con las feas no —escuché la sonrisa en su voz—. Aunque la belleza es subjetiva, claro. Francamente fue una sorpresa para mí ver lo que se escondía detrás de tu ropa de gorda.

—Eres un imbécil.

—Si, pero te comí.

Rió mientras yo me retorcí de furia intentando abrir los cierres de la carpa.

PENDEJOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora