Y ahora que no puedo hablar

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Pasé la víspera de año nuevo con mi madre y mi hermana. Después de medianoche Nina intentó convencerme para ir a una fiesta en la casa de Cris, pero mi madre y yo nos negamos rotundamente con la vaga excusa de que no ibas a una fiesta a la una de la mañana.

A las dos, sin embargo, me levanté para ir al baño y mientras revisaba las historias de instagram vi a mi hermana entre las fotos de una de sus amigas. La busqué en su habitación pero esta estaba vacía. Pensé seriamente en llamar a Cristóbal para preguntar por ella pero lo descarté enseguida. Llamé a un uber mientras me vestía y luego lo cancelé porque necesitaba más tiempo para arreglarme sin que pareciera que me estaba arreglando para la fiesta.

Me puse unos shorts de jean rígido con el tiro hasta mis costillas que me hacían una cintura de avispa y busqué el crop top más diminuto que había en mi armario. Al último minuto me puse un sueter que me cubría hasta la parte baja de mis glúteos y comencé a maquillarme mientras pedía el uber.

Al llegar donde Cris me encontré a Mario en la entrada fumando con otras dos personas. —¿Nina está aquí? —le pregunté.

Él me miró con exagerado pesar. —¡No, Cata! ¿Qué es eso? Lo habías hecho tan bien el otro día con ese vestido con el que dejabas tu alma expuesta ¿y ahora vuelves con tus ropas de gorda? Esta vez no puedo dejarte entrar.

—Solo vine a buscar a mi hermana, se escapó de casa, luego me iré ¿de acuerdo?

Martín, junto a mí, soltó una carcajada. Entonces descubrí que el tercer miembro del grupo era Diego, pero apenas lo miré.

—¡Vaya!, la Nina ya está mostrando sus garras, siguiendo los pasos de su hermana. Ella es hetero ¿no? Tal vez pueda apuntarme para su futuro escándalo sexual —dijo Martín.

Lo miré sonriendo. —Eres comiquisimo —le dije, me volví hacia su amiguito y reí también con él. De modo que cuando le rompí la nariz a Martín ninguno de los dos se lo esperaba. Mario me tomó del cabello y yo le lancé un puño seco en las bolas. Regresé mi atención a Martín, quién aún sostenía su nariz entre sus manos, alcé mi puño lastimado y justo cuando iba a dejarle un ojo morado Diego me detuvo.

Me tomó de la cintura y me cargó hasta la puerta abierta de la casa. —¿Puedes parar de una jodida vez? —se quejó.

—¡Si no quieres que te rompa la nariz a ti también no vuelvas a tocarme en tu puta vida! —siseé encolerizada. Mi tono de voz bajo por temor a causar un escándalo que pudiera llamar la atención de mi hermana.

—No planeaba hacerlo —me gruñó el imbécil.

Subí al pateo y rodeé la casa hasta la piscina. Cris estaba allí con su guitarra del otro lado de la piscina, rodeado de hermosas niñas de primer y segundo año. Mi hermana era la más cercana a él. Lo vi todo en cámara lenta él aún cantaba una canción cuando mi hermana tomó su rostro y le plantó un beso en los labios. Ella se apartó y él la miró estupefacto. No tenía fuerzas para hablar del tema. No podía comenzar a explicar lo mal que se sentía ver a tu hermanita besando al único chico que habías amado alguna vez.

Me di la vuelta y choqué contra una pared de carne.

—¿Que mierda haces ahí parado, Diego? —me quejé

—Me aseguro de que no crees más problemas.

—¿Y quién carajos te encomendó eso a ti? —le dije irritada—. ¿Es esta tu idea de "esto nunca pasó"? Porque desde aquí luce como si no me hubieses sacado de tu cabeza ni un solo jodido segundo.

Él suspiró y me miró furioso. Lo siguiente que hizo fue bastante predecible: me tomó de mis codos y me lanzó a la parte más profunda de la piscina. Emergí hecha una furia. Nadé hasta las escalerillas más cercanas, dónde Cris me tendió la mano. Se la aparté de un manotón.

PENDEJOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora