En un solo día

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Regresé primero a la casa. Los chicos estaban empinándose nuestra última botella de vodka. Mi cara debió advertirles algo porque en cuanto entré a la cocina Natalie preguntó si me había enrollado con alguien.

Puse los ojos en blanco. —Había mucha brisa en la playa. Está todo limpio para mañana, de nada.

Entonces, a pesar de advertirle que esperara media hora, Cristobal llamó a la puerta.

Martín le abrió.

—¡Amenme, perros! —exclamó, con cuatro botellas de guarapita en sus manos.

Su audiencia vitoreó.

—Pasa —dijo Martín—. Cata está por contarnos sobre el pescador con el que se enrolló en la playa.

Cristobal superó rápidamente el shock inicial después de mirarme y puso una sonrisa burlona en su cara.

—No me enrollé con nadie —me defendí.

—!Noooo¡ —ironizó Susan—. Llegó toda despeinada, con la falda del otro lado, los labios hinchados y los ojos chiquititos y brillantes. Además, la prueba definitiva es esta —la muy forra se levantó y me dio la vuelta. Todos vieron mi trasero—: no tiene bragas.

Vitorearon. Parecían orgullosos.

Me quedé en shock. ¿Era así de obvio? Cristobal pasó junto a mi y yo lo miré con los ojos estrechos. —Ahora que lo dices, sí ¿no?

Me irrité.

—Bien —exclamé—. Estuve con un chico, si. Conversamos, nos besamos, pero nada más. Y... —le interrumpí a Susan que ya se disponía a hacer la pregunta del millón de dólares—...no me puse bragas esta tarde. Pensé que con esta falda no las necesitaba. ¿Podemos comenzar a embriagarnos?

Diego me miró con los labios fruncidos. Tuve que inventar un par de detalles más antes de que me dejaran en paz.

Más tarde esa noche, encontré a mis amigas hablando alegremente en la piscina y pensé en unirme.

—¿Vas a volver a ver al turista? —dijo Natalie.

Negué con la cabeza. —Estaba con sus padres. Es de otro estado. Se iban esta noche, o mañana. No lo sé.

—¿Te tocó?

—No en los lugares que piensas.

—En fin —dijo Susan—. Voy a hacer mi movimiento con Cristóbal. Esta noche.

La miré con aburrimiento. —¿Por?

—¿Cómo que por qué? ¿No estuviste en la playa hoy? Me cantó esa hermosa canción sobre como somos solo amigos. O sea, entre nosotros siempre ha habido esta tensión familiar, te lo juro es muy excitante solo estar en una habitación con él, y puedo ver que a él también le pasa. El cruce de miradas, las sonrisas. Ya es hora.

Ambas parecían muy emocionadas con la idea. Si esta perra creía que iba a dejar ir a ese glorioso sexo sin pelear estaba por la nubes.

—¿Y qué piensas hacer?

Compartieron una mirada de complicidad.

—Ya está hecho. Martín y Mario están compartiendo cama, Cristobal duerme a parte en una colchoneta y Diego y Natalie duermen en la cocina. Pues esta noche Cristobal va a dormir conmigo y haré mi movimiento mientras todos duermen. Una mamada tal vez.

—¿Cómo? —no entendía la lógica de la niña.

Y como engranajes de un reloj, dentro de la casa se escuchó el gruñido enfadado de Cristóbal. —¿Quién coño vomitó mi cama? —rugió.

PENDEJOS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora