Están en todos lados.

131 11 4
                                    


Cata.

El hijo de puta se encerró con nosotros adentro.

Ganaba puntos por no dejar que Nina nos viera, y aún así quedaba en números rojos. Cada parte de mí sabía que lo que hacía estaba mal. Me estaba rebajando a niveles épicos de toxicidad. Pero no podía hacerlo de otra manera. Mejor dicho, no quería. No quería decirle la verdad: que sabía que él pertenecía al asqueroso grupo de nudes desde hacía años, porque así él no podría alegar no haber participado nunca en ninguna de sus actividades como estaba segura de que haría. No podía darle la oportunidad de excusarse con vaguedades.

Siendo honesta, tenía miedo de que él dijera algo que yo creyera. Cualquier cosa que me convenciera de perdonarle y terminara ignorando todas las asquerosidades de las que él era consciente y dejó pasar porque ¡es un hijo de puta!, y no quería escuchar nada que me convenciera de lo contrario.

Durante los últimos días había estado pensando en una manera de mandarlo a la mierda. Probablemente habría bastado con decirlo literalmente, pero yo necesitaba más. Quería verlo sufrir, quería ver sangre correr. John se había ofrecido voluntario inmediatamente después de que Julia sugiriera la idea que finalmente yo terminaría por aceptar.

Lo postergué tanto como pude. Sabíamos que Cris llegaría el sábado por la noche, y también sabíamos que iría a buscarme en la mañana del domingo. Julia y John estaban allí conmigo, ayudandome con los últimos detalles. Se suponía que ella se quedara escondida en algún sitio de la habitación pero a última hora nos había dejado a solas la muy perra. Estaba actuando raro desde que descubrimos que su tocayo también estaba en el grupo. Era como si hubiese decidido que John era el único hombre que valía la pena. Lo que era demasiado incómodo en mi posición.

¿Lo decía por mí o por ella? Una duda que no me interesaba aclarar.

No sabía en qué momento Cris entraría por esa puerta, así que debía estar preparada. Empujé a John contra la cama y me crucé de brazos sobre su pecho, mi cabeza oculta en su cuello. Era una posición lo suficientemente comprometedora sin llegar a haber ningún contacto sexual de sobra. Es decir, era John, tampoco iba a acostarme con él.

¿O quizá sí debería?

Pero, si Julia estaba interesada en él me arriesgaba a perderla. Y yo no quería quedarme sola de nuevo. O peor, tener que volver a vivir de la compasión de Susan y Natalie. Esas hijas de puta.

Tal vez solo un beso.

—¿Qué haces? —se quejó el imbécil cuando sintió el beso en su cuello.

Suspiré con tristeza, John era lo único que me quedaba y ya ni siquiera me quería. ¿Que tan ridícula podría ser mi vida? —Nada, es solo que todo esto me deprime un poco, ¿sabes? Supongo que los idiotas están en todos lados o algo así. Pero tú... tú siempre has sido el único que, ya sabes, has estado ahí sin importar qué. Desde... —bufé—... ¿que sé yo? Toda la vida. Es decir, hemos crecido junto a unas bellezas como Susan y Natalie pero tú te has mantenido leal, queriéndome desde siempre. Siempre junto a mí sin importar qué. Nunca has visto a nadie más... siempre yo... solo yo —balbuceaba a través del dolor y de las dos cervezas que me había tomado.

John me abrazó y acarició mi cabello. —Siendo honestos, no ha sido exactamente así —confesó—. No es como si nunca me hubiese fijado en ninguna otra chica, pero ellas... ya sabes, son inalcanzables. En cambio tú... tú eres real.

Espera ¿qué?

Pero lo que sea que iba a decirle o al lugar a donde fuera a mandarlo quedó en la nada, porque alguien intentó abrir la puerta para encontrarla cerrada.

PENDEJOS.Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang