Una tragedia familiar lleva a los mellizos Portman (Jane y Jake), de diecisiete años, a viajar por las costas de Gales donde descubren las ruinas para niños especiales de Miss Peregrine. Mientras exploran los destartalados cuartos y pasillos se dan...
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Los ojos de Jane Portman paseaban por el supermercado, el cual era su zona de trabajo durante las vacaciones. Suspiro y volvió a su labor, que por el momento era acomodar latas de legumbres, una vez más levantó su azulada mirada para ver cómo su mellizo, Jacob Portman, intentaba socializar -y de pasó invitar a una cita- a Amy, una chica rubia de su clase de matemáticas.
— Es bonita— pensó en un murmuro e iba a continuar su trabajo pero escuchó a la muchacha hablar.
— ¡No olvides tus pañales para adultos!— gritó, ignorando a su compañero y tomó un paquete del producto que el castaño estaba acomodando y se lo lanzó a Zack, su amigo, haciendo que toda la pila se viniera abajo.
— Pero es una maldita perra— frunció el ceño y se acercó, dispuesta a echar la bronca.— Zack, Amy ¿que demonio...?— por supuesto Jake tuvo que tapar su boca, dejando que los estúpidos chicos -pensamientos totalmente de la menor- se fueran del lugar.
— ¿Que haces, Jane?— cuestionó y no destapó la boca de su hermana hasta que se aseguró que estuvieran lo suficientemente lejos de la ira de su pequeña y temible melliza.
— Deja de tratar de ser amable, Jakey— aconsejó con molestia y se agachó para ayudarle a su hermano, pues a ella no le hacía falta casi nada.
— Chicos, les llaman— informó Shelley, una compañera mayor a ellos, llegando a su lado.
Una mueca se formó en la boca de la menor y en compañia de su hermano se acercaron a la zona del teléfono. Quién les había llamado era Frank Portman: su padre. El hombre necesitaba que fueran con su abuelo Abe, dado a que él no podía salir temprano de su trabajo y no podría ir a cuidarlo. Jason Evans, el gerente de la tienda, entendió a la perfección la situación y los dejó retirarse.
Por lo que ahora ya se encontraban en el auto de su compañera, la pelirroja de nombre Shelley se había ofrecido amablemente a llevarlos dado a que ya había terminado su turno.
— Gracias por traernos, Shelley— sonrió de manera amable el mayor de los hermanos, Jake.
— ¿Por que tienen que ir a lidiar con su abuelo?— preguntó la pelirroja después de dar un asentimiento.
— Por que mi padre no pudo salir temprano del trabajo— respondió nuevamente Jake, Jane estaba en la parte trasera el auto, sentada sin decir nada, un tanto pensativa en realidad.
— Yo que pensé que no trabajaba— eso llamó la atención de Jane y se mordió la lengua para no contestar algo grosero, pero es que ¿a ella que le importaba si su padre trabajaba o no?
— Uhm... ¿Saben? Mejor llamaré al abuelo para ver como esta— propuso en lugar de pelear, sacó su móvil y marcó el número de su abuelo.
— Hola, habla Abe—se escuchó la anciana voz del hombre, Jane puso el altavoz para que su hermano escuchará también y si quería hablar también lo hiciera.