El llanto de aquel niño

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La rabia y frustración rezumaba el aquel gimnasio. Un chico de 14 años saltaba y golpeaba una pelota sin descanso. Descargando toda su ira sobre aquel balón, el cual quería dejar incrustado en el suelo. No solo tenía la frustración de haber perdido una vez más contra su rival. El joven gigante Ushijima, con quien tenía una gran rivalidad al ser esa montaña que no podía escalar, ese muro que no podía cruzar, esa piedra en su camino al éxito. Se le añadía a sus miedos un pequeño geniecillo. Un chico de primer curso recientemente unido al equipo. Jugando en el puesto de colocador, al igual que él y con un talento innato, amenazaba con arrebatarle el puesto que con sangre, sudor y lágrimas había logrado defender.

Ese comentario durante la práctica afirmando que el puesto de colocador pasaría a ser de ese niño lo asustó y, con todo ese miedo en menté, falló una y otra vez esa tarde en un partido de práctica. Ya no podía más. Se sentía roto. Se martirizada y creía tener toda la responsabilidad tras las jugadas realizadas en los partidos. Sintiéndose inútil a pesar de todos sus esfuerzos. Se echaba la culpa de todas esas derrotas. Se exigía cada vez más aún poniendo en riesgo su propia salud.

-Oikawa. ¿Me enseñaría a sacar?- Esa frase hizo eco por el vacío gimnasio y llegó a cada rincón de su cuerpo. Un hilo de cordura se rompió en él al girarse y observar la cara de aquel monstruo que albergaba en sus pesadillas. No solo quiere arrebatarme el puesto, sino que se atreve a pedir mi ayuda. Se le pasaba por la cabeza.

Todas y cada una de sus frustraciones a pesar de sus esfuerzos desviviendose por ese deporte se proyectaron en su cabeza como un largometraje que se reproducía a cámara lenta. Su propia consciencia se burlaba de él y, con los nervios a flor de piel, actuó. Y, si pensárselo dos veces, intentó cruzarle la cara usando la misma rabia con la que, segundos antes, golpeaba ferozmente el balón. Siendo el objetivo de ese golpe aquel niño entrometido.

En ningún momento se escuchó el estrepitoso choque de pieles, pues dicha acción fue detenida a tiempo por el mejor amigo de Oikawa, quien se puso entre ambos chicos frenando el golpe. Al estar observando desde hace rato las acciones de su amigo desde la puerta y ver a Kageyama acercarse, balón en mano, a la furia andante que era su compañero en esos momento se acercó a paso rápido temiendo lo peor. Resultó haber hecho bien al no dejar a esos dos solos. No quiso ni imaginarse lo que hubiera pasado si no llega a estar allí.

-Lo siento, Kageyama. Dejaremos el entrenamiento aquí. -Comentó tranquilo agarrando con fuerza la muñeca de su amigo. A quien miraba con furia, pues no se creía que hubiera intentado golpear a su junior.
-Vale- respondió el pequeño colocador mientras se alejaba de ellos obviando las intenciones que tenía su senior contra él.

Unos gritos recriminandole sus acciones se escucharon, todo el gimnasio. Una contestación asumiendo una vez más toda la responsabilidad del equipo y un cabezazo precedieron a la calma del histérico muchacho.
-Como sigas pensando que el equipo depende solo de lo bien que lo hagas tú, te parto la cara- gritó agarrando del cuello de la camisa a su compañero que ahora se encontraba en el suelo debido al cabezazo recibido. -No hay nadie en nuestro equipo, que pueda ganarle en solitario. Aún así en la cancha hay 6 jugadores. ¡El equipo es más fuerte cuando los 6 son fuertes, so imbécil! - vocifeó furioso soltando a su amigo.
Oikawa soltó un intento de risa. -El equipo es más fuerte cuando los seis son fuertes - repitió en un suspiro. -No se como, pero de pronto me siento invencible. - Comentó alzando la cabeza, dejando ver su sangrante nariz.

Toda esa escena fue presenciada por una estudiante de segundo curso de otra escuela. La cual se encontraba esperando a un amigo que se había quedado hasta tarde en su club. Le ganó la curiosidad de cotillear dentro de las instalaciones y, al ver encendidas las luces del gimnasio tan tarde, quiso saber el porqué. En un principio se enrabietó al ver como intentó pegar a otro chico que, le pidió ayuda. Pero luego sintió lástima al observar, como hasta de lejos, se apreciaba el desespero, la rabia y frustración en sus ojos al mencionar no poder vencer al shiratorizawa. Escuela a la que su hermano le recomendó asistir y a la que se negó.

-¿Alba?- la mencionada dio un brinco al escuchar su nombre a sus espaldas. -¿Qué haces? -preguntó su amigo al verla asomada a una rendija de la puerta del gimnasio.
-Cotillear.
-¿Algo interesante?
-Pues al parecer, en el club de voley tenéis gente muy agresiva. Porque uno le ha querido pegar una hostia a un chico, al que le sacaba una cabeza y el que ha llegado a pararle, le ha metido tal cabezazo que lo ha dejado sangrando en el suelo - respondió yendo junto a su amigo haciendo el amago de emprender el camino hacia sus respectivas casas.
-¿Cómo? -cuestionó alterado para ser él el que se asoma se a las rendijas y observar el interior. Pudo ver a Oikawa e Iwaizumi mientras recogían la red. Poco después pudo ver cómo Kageyama salía de la habitación con las taquillas y ahí comprendió todo. -No me creo que haya intentado pegarle.
-¿Los conoces?- preguntó curiosa al escuchar las palabras de su amigo el que, aparentemente, entendía la escena que había presenciado hace un momento.
-El pequeño es un chico de 1°, que aparentemente tiene un don, talento, llámalo X, para el voleibol. El chico Que ha recibido el cabezazo es el cabezazo es el colocador del equipo de voleibol y el que se lo ha metido, es su amigo desde pequeño - respondió mientras caminaban fuera del recinto.
-¿Y por qué ha querido pegarle?
-Mientras entrenábamos escuché que le iban a dar su puesto o algo así.
-¡Pero si es de primero!- apuntó la chica sorprendida.
-Por eso la rabia.

Tiempo después, volvió a verlos. Esta vez en acción. Ese deporte nunca le llamó la atención, pero ver los movimientos de aquel chico y la velocidad con la que ejecutaban las jugadas despertaba su curiosidad. Desde ese día intentaba ver algún que otro partido de aquel chico.
Esta vez se encontraba en el pasillo superior del centro deportivo en el que se celebrava la final de un torneo. Escuchó una conversación de dos chicos a su lado, con aquel jugador que despertaba su curiosidad como centro de ella.
-Ese chico es un monstruo- comentó un chico rubio que se encontraba a su lado apoyado en la barandilla.
-¿Y eso?- cuestionó acercándose a ese chico.
-¡Alba!- llamó alarmado a su amiga al ver como se metía en conversaciones ajenas.
-Dejáme. No entiendo ni media para de voleibol y quiero saber.- Le recriminó a su amigo. -¿Serias tan amable de explicarmelo? - le preguntó a aquel desconocido con una sonrisa.
El chico la miró de arriba abajo y asintió. -Tiene mucha velocidad de reacción y hace jugadas excesivas. Arma estrategias en segundos adelantándose al rival.
-Pero yo he visto algún que otro partido de preparatoria y universidad y no lo veo muy diferente.- comentó ella apoyando su barbilla en la barandilla. -Aunque es cierto que no sé nada sobre este deporte.
-Ese es la caso, que tiene nivel de los mayores. -suspiró con cierto toque de rabia. -Yo lo entiendo mejor porque juego en su misma posición. Colocaciones así me marean.
-Mola. Eso significa que muchos equipos se lo van a rifar.
Por primera vez se paró a pensar en la velocidad de reacción y todo en lo que tenía que pensar a la hora de realizar una jugada.

Al seguir observando el partido, pudieron ver un remate con una fuerza que hasta ella entendió que era excesiva para alguien de esa edad.
-Pero eso mola más. Ganar toda estrategia con pura fuerza.- Anuncio emocionado al contemplar que el balón rematado había llegado casi a las gradas tras impactar sin remedio contra el suelo indicando el final de ese partido.
-¿Que no suelen decir que vale más mañana que fuerza?- comentó esta vez Noah, quien se dio por vencido y se unió a la conversación en la que segundos antes se había entrometido su amiga.
-Si eso fuera cierto el Kitagawa Daichi le habría ganado los partidos al Shiratorizawa y no el único set que le han ganado hace unos minutos.
-Asi que ellos son el famoso Shiratorizawa - comentó con emoción la chica al conocer al responsable de las frustraciones de quién le despertó a curiosidad por ese deporte.
-Alba, vamos. Que ya han terminado.
-Adelantate. Yo me quedo a ver la entrega de premios.

Desde la grada observó cómo le entregaban una placa al mejor colocador y, como al momento de la formación, lloraba a moco tendido y se giraba a decirle algo a aquel junior al que le tenía tanta rabia. Sintió lástima al verle a él y a su mejor amigo de esa forma. Y conocer la historia detrás de esas lágrimas.

-Si te gusta tanto ese chico- habló Noah acercando a ella al encontrarla observando de lejos al equipo que acaba de perder, esperando que le mirase y cuando lo consiguió, continúo con la frase -, ¿por qué no te acercas y le hablas? - Cuestionó apoyándose en ella.
-No me gusta. Solo se me hace guapo y atlético - respondió encogiéndose de hombros.
-Ya, claro. En cualquier caso- señaló a chico-, el señor guapo y atlético ya tiene fans. Si quieres algo con él, te aconsejaría empezar a hablarle.
-Da igual. De todos modos tiene una cara de niño que nunca ha roto un plato. Y eso hace que me salten las alarmas.
-Tu misma. Venga - agarró su brazo y tiró de ella-, te invito a un helado por tu historia de amor que nunca empezará.
-Eres cruel.
-Y aún así me sigue porque quieres tú helado.

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Rodará la coronaWhere stories live. Discover now