19. ¡Albi, mira!

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Natalia

-¡Oye, pencas! ¿Os apetece ensalada para cenar? -Alba y yo oímos la voz de Marta en cuanto cerramos la puerta de la entrada.

-Sí, pero sin azúcar, porfa... -murmuró Alba, dejando escapar una carcajada.

-¿Me lo vais a recordar toda la vida?

-¿Cómo que sin azúcar? Eso es obvio... -dije.

-Pues díselo a Marta, que parece que no lo acaba de entender -Sabela apareció riéndose con Julia en el comedor.

-No entiendo nada.

-A ver, Nat, que un día, antes de que te mudaras aquí, se nos ocurrió la brillante idea de dejar a Marta sola en la cocina. Se vino arriba y lo comprobamos cuando nos comimos una lechuga más dulce que ocho dulces.

-¡No, illa, lo has explicado mal! -Marta señaló a Alba con el tenedor que llevaba en la mano, de forma amenazadora.

-Martuca, que no te enfades, pero es que estaba malísimo...

-A ver, tías, que tampoco estaba tan asqueroso... -intervino María-. Bueno, sí, era un poco mierda, pero la chiquilla lo intenta.

-Anda, Marta, vamos a hacer la ensalada -Sabela se dirigió a la cocina mirándonos a todas-. Venga, que le ponemos extra de tomate, como a ti te gusta.

La aludida se giró haciendo caso a Sabela, y Alba y yo nos dirigimos a nuestra habitación para dejar la mochila con las cosas de la piscina. Me daban la vida discusiones tan domésticas como esta.

-Albi.

-Nat -dejó la mochila en su lado de la cama y me miró.

-¿Te lo has pasado bien? -removí el anillo que tenía en el dedo anular con los dedos de mi otra mano, tímidamente.

-Pues claro. ¿Eres tonta? -avanzó unos pasos hasta estar frente a mí y me cogió las mejillas con suavidad, paseando sus ojos por todo mi rostro.

-Vale... Guay -la rubia me dejó un besito en la comisura de los labios y se dispuso a buscar la camisa de Jambo bajo su almohada, ya que había cogido como rutina dormir con ella, y a mi no me podía parecer más tierno que usara mi ropa.

Se dirigió al baño y yo me quedé en la misma posición observando cómo se quitaba la camiseta justo antes de cerrar la puerta. Madre mía.

Me resultaba imposible no mirarla cuando la tenía cerca. Mis ojos se habían acostumbrado a contemplarla, pero mi corazón no, porque en situaciones un tanto escasas de ropa seguía acelerando sus latidos frenéticamente.

Bueno, con ropa o sin, Alba siempre me quitaba el aliento. Me asustaba a la vez que me sorprendía el hecho de darme cuenta de que cada día me gustaba más. Era una realidad.

- - -

Definitivamente, la ensalada de Marta y Sabela estaba mucho mejor, según mis compañeras, que la última que había preparado la más joven.

Todas comíamos charlando sobre nuestro día, hasta que un ruido hizo que me sobresaltase y que dejara el tenedor a medio camino hacia mi boca.

-¡Perdón, perdón! -Alba abrió mucho los ojos, recogiendo el cubierto que había caído sobre su plato.

-Coño, me has asustado, Albi -murmuré.

-Lo siento, cariño... -Alba se acercó más, ya que estaba a mi lado, y besó la punta de mi nariz. Juraría que mis mejillas habían adquirido un tono rojizo, tanto por la palabra que había usado como por su tierno gesto.

Etéreo - AlbaliaTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang