24. A mi me parece perfecto

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Alba

Un olor fuerte entró por mis fosas nasales haciéndome levantar la vista para ver de dónde provenía.

Mis ojos húmedos de tanto llorar se toparon con un café sujetado por alguien con ojos de ese mismo color.

Natalia me tendía el vaso de cartón mirándome con cierta inseguridad.

Cogí la bebida sin decir nada y ella se sentó en el asiento de mi derecha. Le di un sorbo al café y volví a fijar la vista en el paisaje que pasaba rápidamente a través de la ventana del tren.

Las montañas, los coches y la Luna, que ya empezaba a asomar, parecían ir a la misma velocidad que los días anteriores en Elche.

Me dolía dejar allí a mi familia, devastada por los últimos acontecimientos, pero ya habían pasado tres días desde que mi abuelo nos dejó y debía volver a Madrid para trabajar, estudiar y, básicamente, intentar seguir con mi vida, aunque ahora lo tuviera que hacer con un enorme vacío en mí.

Aunque costara aceptarlo, era algo que tenía que ocurrir más pronto que tarde, sobre todo teniendo en cuenta lo mal que estaba y lo difícil que era para la familia tenerlo así.

La vida es así de injusta a veces. Te arrebata a las personas que más quieres y que no merecen nada malo.

Llevábamos todo el camino de vuelta calladas, absortas en nuestros pensamientos. Creo que ninguna sabía muy bien que decir en esa situación.

En sus ojeras se veía reflejada la falta de sueño, provocada por haber estado a mi lado esas noches, en las que yo había tenido dificultades para dormir y algún que otro ataque de ansiedad.

Se había pasado muchas horas nocturnas calmándome y abrazándome. Además, ella también lo había pasado mal, pero no se había apartado de mí ni un segundo, y era lo que yo necesitaba. Realmente, no la merecía.

El tren llegó a su destino sobre las nueve de la noche, y aún no habíamos dicho nada. No hacía falta, con su mano entrelazada con la mía era más que suficiente.

-¿Quieres comprar un bocata ahí, cariño? -me señaló un bar en la estación mientras acariciaba el dorso de mi mano con su pulgar.

-No tengo nada de hambre...

-Mi amor, deberías comer algo -paró en seco dejando la maleta a un lado y agarró mi mentón haciendo que la mirara-. Llevas demasiado sin probar nada -acarició mis mejillas con cuidado y yo sonreí con tristeza.

-Vale...Pero ¿Podemos compartir uno..? Porfi.

-Pues claro, bebé, de lo que tú quieras.

Nos encaminamos de la mano hacia ese bar y, después de pedir el bocata, nos dirigimos hacia casa.

Cuando llegamos, todas nuestras compañeras se levantaron del sofá y vinieron hacia nosotras con rostros de tristeza.

-Alba... -dijo Julia.

-Lo siento -siguió María, avanzando hacia mí. Las seis acabamos en un abrazo colectivo que hizo que me commocionara y algunas lágrimas traicioneras salieran de mí.

- - -

-Albi... -Natalia se acercó a nuestra cama, donde yo llevaba tumbada sola un rato-. ¿Te apetecen mimos en la bañera...? -preguntó, tímidamente acariciando mi pelo.

Sonreí levantándome y la abracé fuertemente. Me tomó de la mano y ambas nos dirigimos al lavabo de la habitación, cerrando después con pestillo.

Natalia soltó mi mano y abrió el grifo de la bañera, poniendo el agua caliente. Era noviembre y el frío ya era considerable, así que me iba a venir bien ese baño calentito en compañía de Nat.

Etéreo - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora