Estrategia de Amor

Capítulo 04

Siete años pasaron desde que Alexandra y Kara Danvers se mudaron a Ciudad Nacional y abrieron la galería de arte gracias a los trabajos que Kara hacía mientras continuaba asistiendo a seminarios y añadiendo más trabajos en sus paredes y taburetes, ambas se mantenían muy ocupadas.

Alexandra que había estado estudiando Medicina y pensaba después hacer su especialidad en Pediatría pero luego de la muerte de su tía Alura y dejándola junto con Kara y el resto de los Danvers como los propietarios de su fortuna, la idea de comprar una salón de usos múltiples para convertirlo en una galería de arte, del cual potenciando las proezas de su hermana adoptiva Kara y dejando la carrera sin terminar, no le pesó nunca.

La sala de arte daba buen dinero y era un trabajo que le gustaba muchísimo, pese a que lo empezase sin saber nada sobre arte, o sobre administración de empresas y mucho menos que esa fuera su vocación que para su sorpresa desempañaba bien porque nunca tenían números rojos cuando hacían evaluaciones mes a mes.

Poco después, la galería daba trabajo a otras personas como decoradores, secretarías, y por supuesto a otras personas que se dedican a otras ramas artísticas.

Con el tiempo residiendo en Ciudad Nacional, Alexandra se hizo de amigos distinguidos y solía reunirse con ellos.
Cantantes, escritores, empresarios, periodistas, coleccionistas y compradores de arte y hasta salió con una modelo de alta costura con quien se consideró un por un breve tiempo el tener relaciones íntimas, pero, Alex había querido mucho a una mujer, a quien la había dejado por desdén y por despecho y aún no se sentía confiada como para tener un compromiso formal, cuando menos ligar y dejarse llevar.

Durante ese tiempo no le faltaron pretendientes, de ambos sexos y a los que no aceptaba a pesar de que le ofrecieran alcanzar las estrellas o la estabilidad emocional, pero ella continuaba siendo soltera estando en una ciudad diferente que no conocía su pasado y saliendo con sus amistades sin pretender más allá que pasarla bien con grata compañía.

Siete años habían pasado desde aquellas conversaciones con Kelly Olsen sobre las andaduras de Maggie Swayer y eso parecía ser un recuerdo del que no quisiera brotar de pensamientos pese a esforzarse de tener la mente ocupada.

Nunca supo si sus amigas la habrían buscado, si se habían enterado del deceso de su tía como para viajar a Midvale y tratar de que se conversara sobre el asunto, pero si llegó a saber del éxito de una exposición del que Maggie era la autora principal de lienzos que lograron notoriedad y buenas cifras de dinero por sus obras.
Supo también a través de viejos amigos de la facultad que su ex novia había dejado totalmente la carrera de Derecho y que casi al mismo tiempo de su abrupta partida de Ciudad Starling, ella también dejó todo para irse a Europa, en donde residió por varios años en diversas ciudades por temporadas.

Y como si el destino quisiera volver a relacionarla con el pasado, luego de una jornada laboral a media mañana tras finalizar un contrato con un escultor que había alquilado el salón para exponer y vender sus trabajos, llegando un restaurante del que hizo reservación para la hora del almuerzo, mientras ella estacionaba su auto al pie del edificio, alguien dijo tras ella.

— ¡Alex!

Volvió la cara, salió del vehículo y muy sorprendida reconoció aquel acento de voz que le era inmensamente familiar.  Y he aquí que se topó con una mujer que portaba un abrigo largo color crema sobre un vestido verde de corte recto con falda arriba de las rodillas, calzaba botines y sostenía un periódico sobre su cabeza.  Era temporada de invierno y durante esa mañana había llovido recio.  Aún las ramadas de los árboles goteaban agua helada.

Sin pensarlo demasiado, ambas acudieron a su encuentro, se besaron en ambas mejillas.  Ella la retuvo contra sí, un instante y después le dijo:

— Con que tú, después de muchos años continuas siendo fresca y guapa.  — expresó sonriente de gusto y admiración.  — ¿Qué haces en Ciudad Nacional?