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Me levanté desganado y abrí la puerta del edificio, conduciendo mis pies escaleras arriba hasta llegar al tercer piso y al departamento 312. Suspiré de nuevo antes de entrar, rogándole a Dios tan sólo un poco de ayuda, Chae Rin podía llegar a ser realmente persistente. Abrí la puerta girando la dorada perilla y visualicé a Chae Rin mirando TV desde la cocina; mientras intentaba recalentar en el horno un pedazo de pizza del día jueves. Cuando me vio entrar se giró hacia mí y me sonrió de gran manera haciéndome ver sus dientes medianos y blancos, tan fuertes como un roble. Traté de sonreír 

— ¿Por qué la gran sonrisa? ¿La pizza no se te quemó hoy? — bromeé.

— Ay — se quejó como niña pequeña —Eso sólo fue una vez y hace ya varios años — dijo y rio, dejando escapar el sonido levemente gutural de su risa.

Me tuve que reír también, recordando aquella escena de la pizza quemada en casa de su abuela, cuando teníamos diecisiete años 

— Bueno, pero no es por eso porque sonrío — me dijo — Tú tienes algo que contarme — levantó las cejas una y otra vez.

— ¿Cómo qué? — me hice el que no sabía.

— No sé, tú dime, algo que tenga que ver con un chico lindo, llamado... ¿Min Ho? — tanteó. Puse los ojos en blanco 

— Chae Rin, ¿cuándo vas a entender que entre Min Ho y yo sólo hay una bonita amistad? Ya aclaramos el punto y ambos estamos bien siendo amigos.

— Pero yo vi...

— Un beso, ya sé — la interrumpí, de nuevo poniendo los ojos en blanco — Chae Rin, pero ese no fue un beso en la boca, fue en la mejilla, cerca, pero fue de amigos, nada más — explique. Se quedó en silencio como por tres segundos y luego exhaló.

— Eres aburrido — dijo y se giró para ver su pedazo de pizza girar en el plato de vidrio, dentro del horno.

— El hecho de que no me guste Min Ho no quiere decir que sea aburrido — me defendí.

— No, pero desde que llegaste a Venecia, no has salido con ningún chico — me dijo — A menos que... — se giró de nuevo y me miró, la sonrisa volvió a expandirse por su rostro — ¿Te gusta YoungBae? — preguntó.

— ¿Qué?

— Pues, no sales con más chicos, vas de aquí para allá pero no sin las mismas personas: Min Ho, YoungBae, tu amigo ese de los Lee e incluso SeungHyun.

Algo me estrujó el estómago cuando dijo su nombre.

— Bueno, ¿y qué quieres que haga? YoungBae se ha vuelto un amigo excelente y Min Ho es una persona grandiosa. A Taemin lo conozco porque trabaja en el laboratorio de fotografía y es un chico sensacional. Así estoy bien, no ocupo tener tantas personas en una vida que pronto dejaré. No voy a quedarme a vivir en Venecia por siempre y lo sabes — dije.

— Ya lo sé, Ji Yong. Lo que trato de decir es que disfrutes el tiempo que estés aquí.

— Eso ya lo hago, créeme.

— Pero...

— ¡Tu pizza está lista! — canté al oír el pitido del horno — Me voy a dormir, te quiero, buenas noches — le lancé un beso y me fui a paso apresurado a mi habitación.

Me sentía culpable, porque la verdad era que no me entusiasmaba tanto la idea de pasar el día con Chae Rin, al menos no si lo veía de la perspectiva de que no vería a SeungHyun, o mejor dicho, de que no estaría yo solo con él. 

[...]

Me revolqué entre las sábanas de mi cama hasta que la apenas cálida luz del sol me llegó a los ojos.

『 Manual de lo prohibido 』 » GtopDonde viven las historias. Descúbrelo ahora