4 | Resentimientos

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"Volvamos atrás en el tiempo, a aquellos días fáciles"

Kate.

Mis padres deben tener una gran influencia fuera de este hospital. Tras el pequeño interrogatorio de aquel día, los detectives no han vuelto a aparecer por aquí pese a la urgencia que expresaron por querer atrapar a ese criminal llamado Vor. Puedo decir que este caso es importante para ellos, algunas mañanas los veo deambular por los alrededores del hospital desde mi ventana.

Dejo descansar mis párpados el momento en el que mi madre posa su mano sobre mi cabeza, produciendo una ligera caricia. Me pregunto si estoy bien de esta manera. Si los seis años olvidados eran una carga sobre mis hombros. Tal vez fue mejor olvidar que recordar.

— ¿Te encuentras bien? — pregunta mi madre con cierto aire de preocupación en su rostro.

En el informe, los médicos aclaran que la pérdida de memoria no deriva del disparo sino del estrés que causaban mis recuerdos. En un intento por recuperarse, mi cerebro decidió eliminar aquellos recuerdos dolorosos.

Es una teoría demostrada, aunque algo difícil de creer. Estoy segura ahora. Olvidé aquellos seis años por voluntad de mi inconsciente. No se debe al daño que recibí porque desde el día en el que desperté soy capaz de recordarlo todo.

Basta con que cierre mis ojos para rememorar la hora exacta en el reloj colgado de la pared el día en el que Roy me trajo mi primer regalo por haber despertado, o la forma de la mancha en la chaqueta de Travis hace ocho semanas, incluso el color de los calcetines de mi hermana pequeña la primera vez que vino a visitarme. Lo recuerdo absolutamente todo de los anteriores meses.

— ¿Porqué...? — no llego a formular la pregunta.

Algo me detiene. No puedo decir el qué con exactitud.

Y antes de que pueda decantarme por continuar o detenerme, por la puerta entran mis dos hermanos. Roy y Travis llevan elegantes trajes negros con corbata y camisas blancas. Mis hermanas visten largos vestidos llenos de brillo y tacones de aguja demasiado altos para mi gusto.

Observo a mis dos hermanas pequeñas. Madison es rubia, como yo, de ojos azules y pálida piel. Paige tuvo más suerte, ha heredado el cabello de papá, junto a sus ojos esmeralda intenso y ese tono de piel aceitunado que la hace brillar allí donde va. Me costó tanto acostumbrarme a tratarlas como adultas, que no puedo evitar preguntarme cuántas cosas sobre ellas habré olvidado. Presiono mis manos en puños. Odio haber perdido mis memorias sobre ellas.

¿Alguna vez recuperaré esos momentos?

Paige es la primera en desearme feliz navidad y correr a abalanzarse a mis brazos, ha estado tan ocupada desde que está en el último curso antes de la universidad que no ha podido venir a visitarme tantas veces como quisiera. Lo agradezco, permaneció todos esos meses que pasé en coma a mi lado, llorando y olvidando su propia vida.

Mi padre entra en la habitación y se abre paso entre mis hermanos, lleva una caja en su mano que deja en mi regazo, igual que ha hecho Paige. Papá es un hombre imponente de facciones definidas y rostro sereno pese a su altura de metro ochenta y su cuerpo fibroso. No tiene mucho tiempo puesto que mamá decidió pasar todo el tiempo conmigo debe ocuparse ahora de la empresa de mi madre y de la suya.

Le agradezco su regalo en un susurro y acaricio su mano durante unos segundos. Él me devuelve la sonrisa. Roy aprovecha que mi padre tira de Paige para que me permita respirar y deja un pequeño regalo en mis manos, apartando la caja que papá acaba de entregarme y rozando sus labios con mi frente en un casto beso. Luego Travis se inclina sobre Roy y también deja un beso, en mi mejilla, antes de entregarme otra caja.

Me siento mal por no poder darles nada, así que atribuyo el vacío en mi pecho a lo largo de la velada, al hecho de no poder entregarles un regalo decente mas allá de unas cartas simplonas hechas a base de bolígrafo o al comportamiento distante de mi hermana Madison cada vez que todos estamos reunidos.

En el fondo sé que algo sucede, ya sea la ausencia de mi hermano mayor o las pocas palabras que cruzan mis hermanos con nuestros progenitores. Tampoco los llaman papá o mamá respectivamente. Paige pronuncia siempre sus nombres y el resto solo musitan un "ellos", cada vez que quieren referirse a nuestros padres.

— ¿Por qué no abres mi regalo primero? — pregunta papá.

Roy le lanza una mirada penetrante y fría — lo hará cuando quiera — gruñe — y puede abrir el regalo que ella quiera primero.

El silencio es cortado por un silbido que Madison deja escapar.

— Estoy tratando de llevar la fiesta en paz — replica papá.

— ¿Y tenemos que estar agradecidos? Nosotros estamos aquí por ella, no te confundas.

— Por favor — le pido a Roy — abriré los regalos en el orden en el que me los habéis dado, ¿eso está bien?

— Si quisieras a tu hermana no la harías pasar por esto — replica Evans Stone, ignorándome.

Ahora sé de dónde ha sacado Roy ese carácter.

— ¿Y tu puedes decir que sientes amor por alguno de nosotros? No creas que no sé lo que planeas hacer con los Parker. Estoy vigilando tus movimientos.

Me dejo caer en la cama y veo a Travis pellizcando a Roy en el antebrazo. Él se sacude y respira con fuerza.

— Roy... mamá me ha traído comida, ¿puedes traerme algo para beber?

Es mi segundo intento por apaciguar esta mala idea.

— Como el perro y el gato — se burla Madison.

Paige le hace una mueca para que se mantenga callada. Madison me observa en silencio, ignorando a Paige y esperando por algo. Tras no ver ningún cambio, sus hombros se hunden y mira hacia otro lado con los brazos cruzados.

— Voy a ignorarlo — murmura mi padre, pasando una mano por su nuca y centrando su atención en mí.

— Es lo que siempre haces con todos — ataca Roy — no es ninguna novedad.

— Maldita sea, Roy, ¿qué coño quieres de mí? — explota papá, pateando una silla cerca a él.

— Papá — le pido, tomando su mano.

Roy gruñe una palabra en otro idioma que no le había escuchado jamás y sale por la puerta, pegando un portazo que resuena en todo el pasillo.

— ¡Papá! — le llamo cuando se va tras él.

Travis resopla y mueve la cabeza de un lado a otro. Paige y Madison suspiran. Mamá se sienta en el borde de mi cama y me abraza para intentar calmarme.

— Siempre ha sido así, no te preocupes. Ya se les pasará.

Es doloroso aprender que este resentimiento es lo normal en nuestra familia. Pero es peor no saber el motivo exacto de tanto odio y rencor entre ellos.

Deseos Prohibidos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora