"Lo mejor de mi" 2

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  El mecanismo que antes se había activado en mí, el mismo impulsado por los besos de mi novia había despertado por lo que no pude detenerme y cuando me di cuenta estábamos en el mismo estado que un minuto antes, con la diferencia de que ya sentía que el edredón estaba de más.

____ sonrió bajo mis labios y los mordí delicadamente para recordarle las mismassensaciones y responder a cualquiera de las preguntas que se estuviera formulando, todas con un afirmativo.
Su piel era maravillosamente suave, cálida y con mis propios labios comprobé que además era dulce, como miel o caramelo. Describí una línea descendente invisible por su cuello al tiempo que ella me abrazaba por la nuca dejándome ubicarme sobre ella con mi peso soportado en uno de mis brazos, el que no estaba ocupado con la mano memorizando cada poro de la piel de su cintura, en el punto exacto donde antes me había detenido.
Pronto fue ella la encargada de la deliciosa tortura. Coló sus manos bajo mi musculosa haciendo que me estremeciera y no fuera precisamente a causa del frío exterior, delineó tortuosamente mi abdomen con sus dedos medio temblorosos–medio seguros llevándose con caricias la tela de mi musculosa, separando su boca de la mía y uniendo nuestras frentes al mismo tiempo. Aún así sentía el aliento escaparse de sus labios entreabiertos y chocar contra mi nariz, nublándome la escasa consciencia que estaba sobreviviendo a aquel aluvión de sensaciones cada vez más intensas.
—¿Quieres que te detenga? —preguntó ____ con la voz entrecortada.
—Espero que no, la verdad —respondí en el mismo estado deplorable. Ella rió por lo bajo. Yo mismo me sorprendía de lo rápido que cambiaba de opinión.
Sus manos se deshicieron de mi camiseta con una facilidad envidiable justo en el momento en que pensaba quitármela para ahorrarle el trabajo y sentí el calor y la ternura de sus labios pasear por mi cuello en forma de suaves roces carnosos activando a su paso nervios que creí inexistentes, descendiendo por mi clavícula, manejándome a su antojo y logrando que mi espalda reposara otra vez en el colchón con una temperatura diferente a mí mismo.
____ sonrió triunfal sobre mi piel al notar mis estremecimientos poco delicados.
No es que nunca haya hecho el amor con una chica, al contrario, Alice lo sabía muy bien, lo que sucedía era que aquella marea de pasión era intensa como nunca antes lo había sentido, por lo mismo desconocida para mí. Desconocida, deliciosa, poderosa y avasalladora.
¿Cómo no daría yo lo mejor de mí si ella daba lo mejor de ella?
Continuó bajando por mis pectorales y por la línea de mi abdomen con tortuosa lentitud hasta llegar al borde de mi pantalón y rápidamente deshacerse de él. El sólo contacto de sus dedos en mi piel me obnubilaba la mente y aceleraba mis latidos a más no poder.
Cuando volvió a invadir mi boca supe que era mi turno, que había llegado finalmente mi oportunidad de enseñarle que también yo era capaz de ponerla en el mismo estado.
La giré con tranquilidad sin perder contacto con sus labios hasta que volvió a estar bajo mi cuerpo, con el mío divinamente ubicado en la separación de sus piernas. Sus manos se enredaban en mi pelo y las mías se deslizaban por su cuello, buscando a tientas cualquier vestigio de tela que pudiera entorpecer mi expedición a aquella piel maravillosa.
De camino me encontré con el bretel de su blusa, que descubrí era todo lo que la cubría en la parte superior, su pecho desnudo se pegó a mí cuando se incorporó para que quitara la tela de en medio y el calor en mi cuerpo ascendió unos cuantos grados más, acompañado de un beso aún más embriagador que los anteriores.
Nuestra ropa desapareció de escena rápidamente hasta que quedamos ambos cubiertos y protegidos del frío que no sentíamos por aquel edredón que se pegaba a mi espalda a causa de la transpiración formando una especie de carpa sobre dos cuerpos rebosantes de calor, ansiosos y nerviosos por partes iguales.
Mi mano continuó su trayectoria en picada, bajando por su cintura estrecha, la curvatura de su cadera y sus formadas piernas, las que acaricié en toda su extensión, sus muslos, sus rodillas y sus tobillos... hermosa, ____ era la más hermosa de las mujeres, lo suponía sin importar lo que alguien más podía decir al respecto. Ella se estremecía tanto o más que yo y me regalaba besos húmedos en el hombro a la vez.
____ cruzó sus tobillos en mi cintura y me mordisqueó el lóbulo de la oreja antes de susurrar mi nombre con sensual cadencia, como si estuviera suplicando.
No había vuelta atrás y en un segundo todo a mi alrededor dejó de tener importancia, no importaba que fuera ciego y que no pudiera verla frente a mí. Nos fusionamos en un movimiento que busqué de todas maneras fuera el más tierno, el más significativo, el más delicado pues era ________ y la amaba y cualquier daño que le causare no me lo perdonaría jamás por minúsculo que fuera.
Su cuerpo se curvó hacia mí en aquel momento sublime que creí tener entre mis brazos un pequeño pedazo de cielo, y lo más probable era que así fuera porque la sentía así, como mi cielo. Sus dedos se incrustaron en mi espalda al igual que mis manos en su cadera como si uno fuera orilla y otro náufrago y no tuviera la intensión de soltarse a una única oportunidad.
Con suavidad y sobre todo, esmero intenté demostrarle a aquella mujer que la amaba más que mi propia vida y con movimientos delicados mezclé nuestra inconsciente prueba de amor con gemidos que intenté sofocar en nuestras bocas.
El calor aumentaba sin que este fuera en verdad calor. No, el calor quemaba, este acariciaba sin que pudieras sentirte carbonizado, este calor era diferente a cualquier otro, era uno que nacía en su boca, recorría mi espina, cada uno de mis nervios y se apostaba entre nuestras caderas con creciente intensidad.
No estaba seguro de cuánto tiempo más podría soportarlo a pesar de que quería mantenerme por siempre en ese estado de completa felicidad siendo una sola persona con MI _________, olvidando todo lo demás y viviendo dentro de una burbuja de pasión.
Había descubierto que no necesitaba verla, tal vez y hasta rompería aquel momento mágico... y si algo debía agradecer a aquel lejano accidente era la capacidad que había desarrollado para sentir, mis sentidos se agudizaron desde entonces por lo que podía apreciarlo todo cien veces más intenso y así poder amarla cien veces con más dedicación, pensar en ella, en sus sensaciones y en las mías, pensar en amarla por amarla, en entregarle todo sin pretender que ella hiciera lo mismo aunque de todos modos lo hiciera, llenarla de amor. No pensar en mí mismo, sino en ella, porque ella lo era todo.
La cúspide de aquella montaña rusa de continuo ascenso llegó cuando las palabras ya eran imposibles de expresar siquiera una parte de los que sentíamos, ni siquiera los suspiros eran suficientes o las caricias o los besos. Nada podía describir esa sensación de gloriosa pérdida acompañada del morir, morir e ir al paraíso sólo para descubrir que no lo había hecho, que continuaba vivo, más vivo que nunca y en los brazos de la mujer que adoraba, que había sido sólo un paseo a una sucursal del cielo en mi propia cama.
Caí rendido sobre ____, extenuado, buscando aire que llenara lo suficiente mis pulmones y feliz, con mi rostro refugiado en su cuello escuchando el desbocado latir de su corazón.
Ella colocó una mano en mi cabeza al cabo de unos segundos y levanté mi rostro para 'observarla' a mi manera: estiré una mano —que aún me temblaba — y con mis dedos sequé la transpiración que se mezclaba con las raíces de su pelo, recorrí el largo de su rostro y me detuve en sus labios todavía húmedos por mis propios besos y todavía calientes de mis labios. Sonrió sin decir una palabra y tomó mi mano entre la suya para darme un beso en la palma. Le respondí con uno idéntico en su frente.
Sentí su respiración acompasarse lentamente chocando contra mi piel y me llené de tranquilidad conforme recobrábamos la compostura.
Un escalofrío me atravesó la espalda y me bastó para volver a la realidad y ser consciente otra vez de que afuera, en alguna parte fuera de nuestra burbuja hacía frío y que no permitiría que ____ se enfermera por mi culpa.
Busqué el edredón del montículo que se había hecho a nuestros pies y nos cubrimos adoptando la misma posición de un principio, ____ medio dormida sobre mi pecho, con el aire escapándose de su nariz acariciándome el pecho, una de sus manos sobre mi corazón y yo rodeándola con los brazos por la cintura como el mayor de los tesoros.
Me abrazó fuerte antes de suspirar:
—Te quiero, Richard —con voz débil y adormilada.
Le levanté el rostro con un dedo en su mentón y la besé con adoración.
Hubiera dado cualquier cosa por tener una palabra que pudiera describir aquel momento tan íntimo, tan suyo, tan mío y tan nuestro... pero lo cierto era que las palabras me eran inútiles y todo lo que pude decir fue:
—Gracias.

"Luz de Media Noche" (Richard Camacho y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora