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Mis amigos y compañeros me rodean, comen, conversan y ríen. Que estén sentados a mi mesa significa que soy especial para ellos y yo los aprecio. Hoy es mi cumpleaños. Si bien me sentiría más relajado estando en una piscina, puedo convivir sin mayor reparo gracias al soporte de Makoto.

Nagisa, Rei y Gou Matsuoka, la hermana menor de Rin, fueron los encargados de la decoración. Asahi y Makoto organizaron el menú y el pastel. Rin preparó una sorpresa para después de la cena. Ninguno me permitió ayudarle, me limitaron a invitar a la gente.

Desde mi asiento de honor observo a quienes me han nutrido en algún punto de mis 19 años: Makoto, Nagisa, Rei, Gou, Rin, Ikuya, Asahi, Kisumi, Sosuke, Natsuya, Nao Serizawa, mi senpai de la secundaria, Seijuro e Isuzu Mikoshiba, su hermana.

—¡Hora del «feliz cumpleaños»! —salta Nagisa.

—¡Y apagar las velas! —indica Rei.

—¡Y pedir un deseo! —ríe Gou.

El grupo me canta y mi corazón se conmueve, sus rostros radiantes y optimistas me inspiran para encontrar mi deseo: vivir otros 19 años al lado de mis seres queridos. Son mi fuente de fuerza para avanzar y quienes me enseñaron a confiar.

Soplo las velas.

—¡Felicidades! —aplauden.

—¿Haru, acaso pensaste que pedir un deseo está vivo y te pueda atacar? —bromea Rin y el resto se carcajea.

—Vamos a sentarnos para repartir el pastel —Makoto llama al orden—. Descansa, Haru. Yo me encargo.

—Gracias —sostengo su mirada, quiero que entienda lo feliz que me siento por tenerlo conmigo—. Solo no te sobresfuerces, ¿sí?

—Sí —asiente, un rubor ligero tiñe sus mejillas.

La velada continúa bien. Me tomo unos minutos para platicar con cada invitado, viajaron desde diferentes partes de la ciudad para acompañarme y debo agradecerles adecuadamente. Recibo obsequios y felicitaciones. A la mayoría los conozco desde hace años y hemos logrado forjar un vínculo incomparable. Al volver a mi asiento, reparo en que no hablé con Rin o Ikuya. Están ausentes de la mesa.

Necesito refrescarme y voy al sanitario.

El restaurante que Asahi consiguió es pintoresco, me agrada. Él y los demás trabajaron duro para conseguir una fiesta de cumpleaños memorable.

—A las 20 horas comenzará —comenta Rin en la entrada del sanitario.

—Suficiente tiempo —dice Ikuya.

Ellos ingresan. Yo trato de aparentar ser otro comensal y pasar desapercibido, lo último que preciso en este momento es enfrentarlos.

—Temía que algo fallara, con tu ayuda no lo hará —le agradece Rin.

Sonidos de besos y suspiros llenan la habitación y no puedo culpar más a mi imaginación: son más que amigos. Me es difícil procesar tanta información, crecimos juntos como hermanos y nunca pensé que los vería así.

—Van a descubrirnos —advierte Ikuya, pero los besos no cesan.

—Lo siento. Aprenderé a controlarme —asegura Rin, con inmensa felicidad en su voz.

—Yo también, mi Rin —ríe Ikuya.

—Me adelantaré, no olvides llevarlo.

—Por supuesto —responde Ikuya.

Espero a que salga para lavarme las manos y regresar a la mesa.

Estoy un poco aturdido. Me pregunto si será amor, ¿cómo saben qué es amor? ¿Habré experimentado yo un amor así en mi vida? Creo que los sentimientos son efímeros, ¿cómo alguien puede entregarle su mente y cuerpo a otra persona por un estado efímero?

Me detengo para hacer ejercicios de respiración para tranquilizarme.

—Por fin te encuentro —Ikuya surge frente a mí.

No puedo mirarlo a los ojos sin teñirme de rojo.

—¡Sígueme!

Mi yo ordinario le cuestionaría a donde me lleva, no obstante, todavía no me he calmado y prefiero obedecer. Pasamos de largo nuestro espacio reservado, que está vacío, hasta llegar a la parte trasera del restaurante. Es un callejón iluminado por letreros neón y concurrido por los grupos que salieron a disfrutar de la noche.

Los chicos nos reciben.

—¿Listo para tu sorpresa? —Rin me toma de las manos para colocarme en el centro. Confío en que la oscuridad oculte el rubor de mi rostro—. Esto es en nombre de Ren, Ran, Aii, Momo, Hana, Sosuke, Kisumi, Ikuya y por supuesto, mío.

Recuerdo a los hermanos mellizos de Makoto, a los kōhai de Rin y la amiga de Gou, gente que vive en mi natal Iwatobi y que también tienen un sitio en mi historia.

—Nuestro mensaje es: no te rindas, siempre te apoyaremos —expresa Ikuya, eufórico.

—Ah, y Makoto pidió la palabra —anuncia Rin.

Está a mi costado, con los ojos llorosos y sus labios tiemblan. Por reflejo, mis propias lágrimas se asoman.

—Espero que celebremos así el otro año, Haru‒chan —reza con dulzura. Ahora sus lágrimas caen—. Te quiero.

Mis mejillas se mojan.

—¡Miren al cielo! —grita Sosuke.

Comienza mi espectáculo de fuegos artificiales, ¡increíble sorpresa! Somos maravillados por los destellos de colores que bañan el firmamento. Sin duda es uno de los mejores regalos que he recibido, así como el amor de quienes me rodean.

Sentimientos paralelos | RinIku [Rin x Ikuya]Where stories live. Discover now