Dorado solo para ti

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Los guantes de plástico le fastidian, el aroma del peróxido y tinte lo mantienen con la nariz arrugada mientras revuelve los químicos en un tazón negro con una brocha. Kirishima que está demasiado acostumbrado a ello se mantiene sentado en la cama mientras come uno de los pastelillos que Sato horneó para el grupo. En el escritorio junto a las brochas y las dos cajas del tinte yacen dos tazas del té Golden Tips Imperial que les ha dado Yaomomo para acompañar los postres de Sato. 

A Bakugō no le apetece comer mientras tiñe nuevamente el cabello de Kirishima, se le revuelve el estómago con los aromas mezclados aunque debe admitir que el té y el pastelito son excepcionalmente buenos. Además tampoco es que tenga demasiada hambre. Después del viernes por la noche no ha podido probar bocado de manera decente. No puede estar en el comedor porque recuerda... Y los fideos de soba y udon se le hacen una maraña en la boca de modo que es incapaz de tragar. Conserva en su memoria la sensación de los labios de Todoroki y el recuerdo hace que se estremezca. 

El maldito bastardo ni siquiera está en los dormitorios.

Se fue. 

Esa es la escueta respuesta del profesor Aizawa. No entra en detalles y de cualquier forma Bakugō sabe que no es como si pudiera hacer algo con esa información. Así que no insiste. Se aleja de sus compañeros cuanto puede, porque son los momentos en los que más destaca la ausencia de Todoroki. 

No está junto a Deku y los demás. Y ellos, que tienen pocas cosas con las que distraerse no encuentran mejor tema de conversación que el maldito de Todoroki. Hacen conjeturas sobre su repentino permiso para ir a casa. Con Enji Todoroki. 

La mención de su persona hace que los nervios de Bakugō se crispen más de lo normal. Le ha costado trabajo controlar más su personalidad poco tolerante para los idiotas. Si su meta es superar a All Might y la fuerza bruta no es el único requisito entonces tiene mucho trabajo por delante. No quiere ser como Endeavor, fuerte y tenaz pero incapaz de conseguir la confianza de los demás. Al menos hasta lo de High-End. Su aspiración es que inspire confianza con su mera presencia y ser, claro, el número uno. 

Así que dando pasitos de bebé Bakugō avanza con su personalidad. Y no va a dejar que sus compañeros se encarguen de colmarle la paciencia porque entonces va a putearlos. 

Ni siquiera los inquisitivos ojos verdes del llorón de Deku le han sacado nada. Deku es listo y parece comprender algo que todos los demás no. Que incluso él no entiende. 

Por eso está ahí, en la habitación con exceso de masculinidad de Kirishima, las manos enfundadas en guantes de látex y todo listo para teñir las raíces negras del cabello de su amigo. 

Bakugō no entiende por qué Kirishima se pinta el cabello. No le ha preguntado y no quiere hacerlo, aunque sabe que lo terminará haciendo puesto que se trata precisamente de Kirishima. Porque eso implicaría conocer más al otro y ser más cercanos (le da miedo susurra su subconsciente). Su corazón es pequeño y en él solo hay cabida para All Migth y Deku —admiración y rivalidad—... Y cariño, un profundo cariño por el pelos de mierda que le sonríe con todos los dientes desde la cama. 

¿Y Shōto? 

Los ojos heterocromáticos destellan tras sus párpados cuando cierra los ojos en un recuerdo vívido. El anhelo. Aquella felicidad dorada que se diluye cuando Todoroki lo mira y  cree que él no lo está viendo. La misma calidez se extiende por su pequeño corazón y va creando grietas. Entonces hay más espacio para querer y todo el maldito lugar de su imaginario corazón es dorado como Shōto. 

 —Bro...

—¿Qué mierda quieres? 

Kirishima ajusta la toalla roja sobre sus hombros cuando Bakugō tira de su cabello y empieza a embadurnar la mezcla en este. El rubio ni siquiera necesita ver el rostro del pelirrojo para saber que se está mordiendo los labios. 

—El viernes... Tú y Todoroki, ¿qué fue eso del final?

Bakugō se tensa, la brocha se tambalea entre sus dedos y el nudo de su estómago se hace una roca pesada al fondo y amenaza con aplastarle las entrañas. Se le escapa el aire con la última exhalación y no está seguro de seguir inhalando. 

—Midoriya y yo los vimos por error — continúa rápidamente Kirishima, Bakugō ve el cambio en la piel de las orejas del pelirrojo antes de sentirlo en la aspereza del cabello, con su quirk activado por si acaso —. Bueno, no estoy seguro de qué fue lo que vimos.  

La brocha retoma su trabajo y el cuero cabelludo comienza a humedecerse con el tinte. 

—Nada, idiota. Eso fue lo que vieron. Nada.

El rubio intenta tragar saliva pese a tener la boca seca. Se siente mareado, probablemente porque no ha comido desde hace día y medio. Es domingo, el ocaso tiñe el cielo de malva y dorado, rojo y un azul intenso que va oscureciéndose desde el centro de la bóveda celeste. A través de la ventana de la sobrecargada habitación de Kirishima no se ve nada más que el cielo. 

La luz que entra es tibia pero el viento es frío, no ha nevado desde el viernes en la mañana, pero el contraste entre la temperatura sobre su piel le causa escalofríos. Así se sienten los labios de Shoto. 

Regresa su atención al cabello de su amigo. Kirishima no insiste, la piel de sus orejas vuelve a ser suave y el cabello maleable. 

—Kaminari quiere que vayamos a jugar Gears.

—No iremos a meternos al cuarto de ese tonto. Seguro que en ese lugar todo hortero hay pulgas. 

—Bro, estará feo pero es limpio... creo. Sería una noche de hombres, irán Sero, Shinso, Kami, tú y yo — se gira en su sitio en la cama cuando Bakugō tira de su cabello del lado izquierdo —. Compraremos pizza. Y Sero cree que puede ganarte, he apostado por ti, bro. 

—¿Son idiotas? Mañana hay clases — Bakugō chasquea la lengua —. Hasta las once, pelos de mierda. 

Kirishima le sonríe. Y Bakugō se intenta convencer de que es todo lo que va a aceptar dentro de su pequeño corazón. 

El cielo se oscurece y comienzan a caer copos de nieve. Blancos como el rostro de Shōto. Con un cielo cálido como sus ojos y labios. Maldita sea. 

.

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Sí, lo que hace Katsuki por Kirishima. Muy de bros. Muy masculino.

La idea de que el color de la relación entre Shoto y Katsuki sea dorado se basa en el arte del Kintsugi. Una técnica japonesa que consiste en arreglar fracturas de la cerámica con resina y oro espolvoreado. Plantea que las roturas y reparaciones forman parte de la historia del objeto y deben mostrarse.

Y solo porque usted lo pidió, el arco de Bakugō ha comenzado.

DelicadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora