Besos de mariposa

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El aire sale de entre sus labios de forma lenta, pesada, Bakugō siente que se va arrastrando por su tráquea hacia el exterior y con sigo se lleva su ira.

Que le guste gritar e ir malencarado es una mera cuestión estética «Te pareces mucho a mí, mocoso. Deberías considerarte afortunado por salir guapo». Además tampoco piensa que una sonrisa vaya a salvar vidas, él no es All Might y eso no le pesa. Cada día que despierta se mira al espejo y lo que sus orbes rubíes le dicen es que su rostro apacible es delicado, y una mierda que él vaya a dejar que los demás lo vean así.

Eso no significa que pueda reaccionar de ese modo ante Shōto. Puede, por supuesto, pero no quiere. Porque es lo más cerca que ha estado de alguien por voluntad propia. No es como Deku que le ha ido persiguiendo a lo largo de los años, no es Kirishima que se acerca a él entre bromas, juegos y un cariño masculino, sabe que es al revés con Shōto. Es él quien se acerca al mitad albino.

Y siente que un mal movimiento puedo complicar su, ya de por sí, difícil comunicación.

Desconoce en gran medida el transfondo de la relación entre Endeavor y Shōto. No sabe la clase de problemas, cargas, ni temores que aquejan a Shōto. Y pese a querer descubrirlos en ese momento la intención es insuficiente.

Él tampoco es bueno expresándose y Shōto es denso. Como si le hubiera hecho falta interacción con el mundo. De modo que Bakugō entiende que Shōto no quiere tocarlo como lo haría Mineta con las chicas.

¿Para qué quiere tocarlo? Si no se deja no lo sabrá. Así que asiente de forma dubitativa.

El más alto no cambia el gesto congelado de su rostro y eso le crispa los nervios a Bakugō.

Va a replicarle su falta de emoción, lo que es él está a punto de explotar el piso, no obstante la cercanía se transforma en invasión.

Ambas manos de Shōto le sujetan el rostro por la mandíbula, siente los dedos índices y pulgares acariciarle la piel a su disposición. Es incapaz de mirar los orbes dispares cuando se ocultan tras los párpados.

Bakugō ha estado cerca de ese rostro pero solo hasta este momento se detiene a apreciarlo. Las pestañas de ambos ojos son claras, las del lado derecho parecen escarchadas y las del izquierdo se miran como las llamas naranjadas del centro de una fogata. Son cortas y dado su color casi podrían pasar desapercibidas. Pero Bakugō está ahí, mirándolas con temor a ver hacia abajo, siguiendo el camino de su perfilada nariz.

Abajo hay belfos delgados, resecos como si ambos quirks no pudieran mantener la hidratación adecuada. Es una boca bonita, con el arco de cupido bien formado, es algo amplia detalle que pasa desapercibido por su escaso rango de expresiones faciales.

Shōto, que no puede leer sus pensamientos ignora su ansiedad y termina juntando ambas bocas. Es un roce tímido, poco más que la presión entre ambos.

Se dice que al carajo, que no puede seguir temblando ante esos pueriles roces. Mueve la boca. Sus labios más carnosos que los de Shōto no le siguen el beso. Tiene que ser el primer beso del chico, y aunque también lo es en su caso, se siente con la obligación de hacerlo lo mejor posible. Él tiene que ser bueno en todo lo que haga.

Shōto los separa pasados unos segundos, es un desastre de colores entre el rojo y blanco de sus cabellos; el rosa tímido de sus mejillas; el azul frío y el gris de sus orbes pese a estar ocultos tras sus párpados atravesados por finas lineas púrpuras que conforman su red venosa. Bakugō está seguro de que esa explosión de colores es única y por ende él es el primer ser vivo en observarla. Todo un privilegio que hace que su propio corazón lata con mayor rapidez.

Recuerda la sensación de poder que lo embargó el día en que Shōto Todoroki acudió a él para pedirle ayuda en su combate cuerpo a cuerpo. Fue el placer no solo de saberse mejor sino también de ser reconocido por su adversario como tal. Su orgullo alcanzó niveles estratosféricos. Puesto que, en términos generales estaba resultando ser mejor que los demás, como cabría esperar dado que era él.

Estaba por encima de Deku y Todoroki. Los demás no le interesaban.

Empero, ahora era igual y diferente. Sentía que tenía en su poder a Shōto. Y este Shōto estaba ahí, dejándolo dominar la situación, entregado por sus sentimientos hacia él.

No le cuesta trabajo llegar a la más esclarecedora de las verdades. Le quiere tanto que las finas líneas doradas de su corazón se vuelven grietas y dan cabida a Shōto.

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Me gusta la música country y la canción está bonita.

Mi celular no anda en su mejor momento así que sepan comprender por si acaso con las actualizaciones.

Espero leernos el lunes.

DelicadoWhere stories live. Discover now