Capítulo 15.1

3.1K 1K 159
                                    

—Oye, tío, no tiene gracia, en serio. El comentario me importa una mierda. Es lo que puedan estar hablando. A lo mejor han quedado y no lo sé. A lo mejor han vuelto... —balbuceaba Ricci—. No me jode porque esté guardando voto de castidad, que también, no os voy a engañar, sino porque... tengo esperanzas, ¿sabes? Y si anda con otro... Mira, no sé. La quiero.

Lucía apartó la vista del problemático queso vegano y miró a Ricci. Le conmovió pillarlo con los ojos clavados en su plato de tortitas. No se había fijado hasta entonces, pero era terriblemente guapo. Uno de esos chicos que podían ser demasiado llamativos y originales para las pijas, las tímidas o las clasistas, pero que con toda seguridad idolatraban en la intimidad.

—Lo sé —dijo Adrián, comprensivo—. Solo puedo decirte lo que te digo siempre. Sé paciente e intenta estar ahí. Sin agobiarla. Solo mantente cerca por si te necesita, que no te pierda de vista. Lo de Ander no sé qué significa, pero conozco a Martina y sé que si piensa algo, lo dice. Si pasara de ti ya te lo habría dicho.

Lucía atendió al comentario de Adrián con los ojos muy abiertos. ¿Le estaba diciendo eso porque era lo que él haría? ¿Lo que él estaba haciendo...? Él era paciente y estaba ahí si lo necesitaba, y desde luego, siguiendo su propio consejo no le había ido mal. Por lo menos con ella.

—¿Tú que opinas, Luci? Ya que eres una chica...

—No sé cómo sentirme cuando dices eso. ¿De verdad necesitas pensar para darte cuenta de que soy una chica? —bromeó. Intentó moderar su ilusión cuando usó el diminutivo para referirse a ella. «Solo está siendo amable, no es que sea tu amigo ni nada de eso».

—Es que cuando no me quiero tirar a una tía, empiezo a verla como un hombre, por eso de que no me pone nada. Pero dime, necesito saber tu opinión.

—Yo creo que deberías decirle cómo te sientes. Si lleváis mucho sin hablar del tema y estás sufriendo, podrías recordarle que sigues ahí. Ella no lo habrá olvidado, pero un poco de insistencia nunca viene mal... —Se dio cuenta de que Adrián la estaba mirando con interés y se apresuró a añadir—: Solo si crees que podría sentir lo mismo y es el momento adecuado. No vale en todos los casos. Y si eres inoportuno o te precipitas incluso podrías cargarte tus avances.

—Nunca le has dicho que la quieres —terció Mingo—. Por mi parte, no sé a qué estás esperando. Los «te quiero» son para las mujeres enamoradas lo mismo que las espinacas para Popeye.

—No sabría decir si es el mejor momento para soltarlo. Están en punto muerto, su relación es indefinida y es obvio que ella tiene muchas dudas —describió Adrián, mirando a Lucía—. Podría rechazarlo.

El corazón de ella aleteó furiosamente.

—Sí, sin duda —asintió.

—Se asustaría y no volvería a dirigirle la palabra... O a lo mejor no lo creería —continuó Adrián.

Lucía estuvo a punto de desviar la mirada y hacerse la estúpida, pero había llevado el juego demasiado lejos y era tarde para rectificar. Estaban usando el problema sentimental de Ricci para clarificar su situación sin llegar a mojarse del todo. Cobardía pura. Los dos temían que llegara esa conversación. La que deberían tener tarde o temprano, porque sin hablar directamente, habían puesto las cartas sobre la mesa. Ella apareciendo allí y durmiendo enredada con él, y él siendo tan atento y servicial. Se tragaba que fuese así de generoso y bueno con todo el mundo, pero venga ya... ¿Lo del queso vegano no había sido deliberado? Eso lo había hecho para que se volviera loca de amor por él. Y casi lo había conseguido, todo sea dicho.

Había sido muy bajo por su parte sobornarla con comida. Así no habría forma de resistirse.

Mingo intervino con una de sus problemáticas y pesimistas opiniones y Ricci se enzarzó con él en una de sus discusiones; esas en las que el rubio aceleraba como una moto y se ponía colorado, mientras que el moreno fingía que nada de eso iba con él. Eso la dejó a solas con Adrián.

Sigue mi vozWhere stories live. Discover now