Capítulo 5

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Había estado esperando a que amaneciera para levantarme de la cama e ir a trabajar. La noche me pareció larga pero reparadora, desperté con la primera alarma, estiré mi cuerpo con una sonrisa en la cara y me metí a bañar. Canté en la ducha, hace meses que no hacía tal cosa de iniciar mi día con actitud entusiasta.

Era como si volviese a ser mi primer día en la universidad, o como si me hubiesen contratado en el trabajo de mis sueños. Peiné mi cabello usando la crema especial para rizos definidos, y solo utilicé máscara de pestañas para seguir con el toque de maquillaje natural, pero que hacía lucir mi mirada más iluminada y no tan decaída como siempre.

Me detengo, frente al espejo del tocador, me detengo. Y no sonrío. No hay motivos para que siga haciendo esto, es un insulto y una farsa. Las palabras que Teresa me dedicó vuelven a hacer eco en mi mente y mis lágrimas deciden visitar a mis mejillas, son parte de mí y extrañan sentirse así. Destrozada.

Dios mío, tengo que convencerme y convencerla de que no estoy haciendo esto por Farid. Tal vez inconscientemente sí lo haga, tengo curiosidad de lo que planea hacer él para recuperarme, sin embargo, aquello no es tan importante para que le dedique mi tiempo y mis pensamientos, mucho menos me estoy arreglando para ir a la tienda de música por él... Solo necesito lucir más presentable y accesible a los clientes.

Ayer una ancianita entró a la tienda y elogió juntos a sus nietos el estilo musical, el diseño de interior y los precios. Pero al girarse a mí y ver mi cara mal humorada, decidió retirarse. ¿Estamos de acuerdo que mis estados de ánimo no ayudan en nada?

No puedo llorar y al siguiente minuto enfadarme, o viceversa. Lo peor es que siempre mis estados son negativos. ¡Ninguno positivo! Y me llamo Sol, debo ser como un sol.

—Es momento de brillar, Sol—pronuncio al espejo. Y vuelvo a maquillarme, ya se había corrido gracias a mis lágrimas.

•••

El brillo no duró mucho. A medio día ya quería estrangular a todo mundo que se cruzaba por mi camino. Sumándole a las escasas personas que visitaron la tienda por la lluvia torrencial, el día estaba siendo un total fiasco. La señora que vende comida y la trae a domicilio jamás llegó,  y el hambre me atacó incontrolablemente.

Ya quisiera irme y regresar a mi cama para hundirme en la almohada y llorar con amargura.

Espero a que sean las cinco de la tarde. Si sigue la lluvia y no hay clientes dentro de la tienda, no me quedará mas que cerrar.

Una parte de mí espera que alguien cruce esa puerta. Alguien que prometió volver.

Las manecillas dan las cinco y no hay nadie cerca de mí, solo somos mi corazón y yo acompañados del sonido de la lluvia.

—Ya estarás contenta, ¿no?—bufo molesta. Era increíble que pese a todo lo sucedido, yo haya creído en su palabra. 

Tal vez no había sido suficiente haber esperado su llamada durante un año. Yo lo busqué en cada rincón de la ciudad, anotaba mi nombre en cada lugar para que él llamara, o tuviera noción de que estuve ahí. Y jamás apareció.

Fue un desperdicio de tiempo, justo como ahora lo es. No llegué a nada con eso, y en esta ocasión tampoco lo lograré.

Comienzo a apagar el reproductor de música, y las lámparas. Me aseguro de que haya cerrado bien la caja registradora, y me retiro.

Sol entre cancionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora