Capítulo 7

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Esa misma noche vino a cenar conmigo Teresa, tuve que cerrar temprano la tienda para apurarme a limpiar un poco mi casa. A Eric le gustaba tener su hogar aseado, a veces él me ayudaba con los quehaceres, incluso sacaba a pasear al perro mientras yo preparaba la comida, y cuando volvía traía un ramo de flores que lo ponía justo en el centro de la mesa y comíamos juntos con una hermosa vista.

Pero todo algún día se llega a terminar, las flores se marchitan, los perros no duran tantos años, y Eric... también parte.

Es por eso que no limpio mi casa, ya nada será igual aunque lo haga, y ese lugar emana tristeza. Todavía están en el centro las últimas flores que Eric me dio. Por supuesto, se caen a pedazos, igual que yo cuando pienso en él. Teresa respeta eso, y no me pide tirar ese último regalo de mi esposo.

La cena trascurre rápido, Teresa decide poner música en vez de hablar mientras comemos, así no se alarga la charla y no se enfría el pollo. Ella se despide con un beso en mi mejilla cuando yo estoy lavando los platos, y lamenta irse pronto, pero no quiere alcanzar la lluvia.

Le sonrío al mismo tiempo que el agua escurre por mis manos y el jabón desaparece. Al terminar, veo la hora en mi celular y noto que en este momento se lleva a cabo la cita de Farid.

Por supuesto, me pone ansiosa el sonido de las manecillas, y saber que están pasando los minutos y quizá Farid cena de la mano de otra persona aumenta mi ansiedad.

Una parte de mi cabeza quiere averiguar cómo la está pasando, conozco el sitio, he caminado por ahí cuando iba hacia la florería de mi madre, y donde Eric y yo decíamos que algún día íbamos a tener dinero para ir a un restaurante caro y lujoso como ese.

Sin embargo, ese sueño jamás se cumplió, cuando le iba mejor en su trabajo, y el sueldo fue alto, era cuanto más tiempo pasábamos en el hospital.

Nunca he visitado restaurantes costosos, tal vez por eso estoy celosa. Convenzo a mi mente de que solo estoy ansiosa de saber cómo es el lugar romántico, y no porque Farid tiene a alguien más. Sí, seguro es eso.

Me pongo el pijama para ir a la cama y frente al tocador me detengo.

— ¿Y si voy a espiar?—suelto pensando que es buena idea y luego río—, estás loca, Solange.

Giro mi cuerpo para verme de perfil.

—Un espía jamás vestiría así.

Vuelvo a cambiarme de posición.

— ¿O sí? —pienso seriamente. Y luego corro al closet y saco más ropa oscura para pasar desapercibida—, al carajo. Necesito respuestas.

Entonces al ponerme una chaqueta negra encima, escucho los truenos que alumbran mi recámara. Después comienza a caer la lluvia, y pega fuertemente en las ventanas.

—Está bien, Eric—saco mi brazo de una manga—. Ya entendí

Resoplo angustiada y derrumbo mi cuerpo en el colchón, miro hacia el techo y me muerdo los labios. Entiendo que lo que iba a hacer está mal, pero mi ser lo grita por dentro, siento un nudo en el estómago, me contrae y me hace sentir que lo necesito.

Presiento que será una noche larga, silencio mi curiosidad e intento dormir. Me parece imposible, doy vueltas y vueltas en la cama, muevo la cabeza de un lado a otro, giro la almohada cada dos minutos, y en mis sueños imagino todo tipo de situaciones, una tras otra peor que la anterior.

Al cerrar los ojos solo pienso en los labios de Farid juntándose con los de Laura, él dándole su abrigo para que no resfríe y llevándola a casa, caminando bajo la lluvia o besándose bajo ella.

Sol entre cancionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora