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Cómo Marain tiene vista de halcón que nadie le gana en eso, observó detenidamente al chico que iba en el carro. Parecido a Iker, pero sabía que no lo era, así que pensó que era su hermano.

—¡Déjenme entrar, esto es urgente!

—No la podemos dejar entrar —dijo el otro guardia—

El carro negro se paró de repente y la puerta trasera se abrió, de ahí salió un chico igualito a Iker, excepto por el cabello.

—Dejen pasar a la señorita, al parecer tiene apuros de ver a Iker —sonaba sarcástico, Marain sabía a lo que se refería—

—Perdone, pero no es por lo que usted piensa.

—¿Ah, no? ¿Entonces?

—Son asuntos de él y mío, no te tengo que dar explicaciones de mi llegada para verlo. Ahora si me disculpa, tengo cuentas pendientes que saldar.

Quizás pareciera algo inrrespetuoso de su parte decir y entrar de la nada, pero de verdad ella tenía prisa, tenía que recibir el dinero con urgencia.

Entró a la casa, mejor dicho, a la mansión que fácilmente uno se pierde. Marain vió a una sirvienta, así que pidió información sobre Iker.

—¿Iker? Tengo entendido que está en su habitación y no puede salir.

—¿En donde queda su habitación?

—Tercer piso, primera puerta a la izquierda.

—Gracias —asintió—

🏍️

No llevaba media escalera de la primera y ya se estaba asfixiando, a punto de desplomarse en el suelo.

—¿Quién es el loco que se le ocurre hacer cien escaleras?

Las escaleras y Marain no son muy amigas que digamos. Le recordaba a su pasado oscuro en donde había una mudanza y por poco se lecciona una pierna.

Siguió subiendo las escaleras hasta llegar al tercer piso. Marain giró hacia la primera puerta a la izquierda y tocó.

—Adelante.

Sin más preámbulos, la chica entró.

—¡Escúchame bien, Iker Frederick, dijiste que me darías una muy buena recompensa por la competencia! ¿¡En donde está!?

El chico dió un sobresalto por la repentina llegada de Marain. Nunca pensó que ella iría hacia su casa.

—¿Cómo supiste en dónde vivo?

—¿No es obvio? Pregunté por casi todo San Diego por tí, hasta que me dijeron que vives aquí.

—Ahora sí que me das miedo, Marain —Iker abrazó a su almohada—. ¿Viniste nada más por el dinero —asintió—. Bien... Pensaba dártelo hoy pero para mí desgracia me impidieron salir. En fin, coge esa cajita de al frente, es tuya.

Con un poco de desconfianza Marain tomó la cajita y la abrió. Contenía una muy buena cantidad de dinero, aparte de una pequeña cadenita.

-—¿Y esto? —mostró la cadena—

—Un pequeño gracias.

—Pues gracias por eso, aunque no era necesario —este negó—

—Sé que soy un problema, lo dijiste, y con lo mínimo que lo puedo pagar es con eso. No sabes cuan agradecido estoy.

—Estoy pensando en cambiarte de apodo. En vez de problemático, princeso.

—¿Qué...?

Marain reía por dentro al ver la expresión de Iker, parecía de asco pero a la vez gracioso.

Lovely Complex [PAUSADA] Where stories live. Discover now