Capítulo XIV

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Carrie arrastró su maleta hasta el portaequipajes del avión. Se la tendió al trabajador y se volvió de nuevo hacia su tío, su tía y Emma. La primera en espachurrarla contra sus brazos fue su tía Briana.

– Cariño, cualquier cosa que necesites avísame. No me hace mucha gracia que tu tío no se vaya contigo –dijo mirando de reojo a Nick, que sonrió.

– Tranquila, tía Briana. Estaré bien.

Luego se acercó hasta ella Emma. Ambas se fundieron en un fuerte abrazo.

– Llámame cuando llegues, ¿sí?

Carrie se limpió con el dorso de la manga una lágrima furtiva.

– Sí, sí. Lo haré.

Antes de seguir llorando, Carrie se apartó de su amiga y se situó frente a su tío. Él estaba frío, inmóvil. Todavía debía estar enfadado con ella por anteponer sus venganzas personales a la seguridad de ambos y del planeta entero.

– ¿Me prometes que aprenderás todo lo que debes saber?

– Te lo prometo –respondió ella, firme y decidida.

Parecía que Nick quería volver a abrir la boca, pero se calló y empujó a sus sobrina contra ella, fundiéndose en un intenso abrazo. En el oído, de forma que resultaba inaudible para Emma y Briana, le susurró:

– Intenta detener el tiempo lo menos posible. Así no les daremos opción de avanzar.

– ¿Estarás bien?

– No volverán a abrir ese portal. No lo permitiré. Y les será más difícil cuando el sensei refuerce nuestras defensas interdimensionales. Aprende todo lo que puedas de él.

Carrie asintió y se separó de su tío, finalizando así los susurros. Miró una vez más a Emma, y luego a Briana. Y al girarse encontró el rostro de Miku, expectante. Carrie asintió y se encaminó tras ella hacia el interior del avión. Hacia su nueva vida.

*****

Carrie y Miku salieron del aeropuerto, cada una arrastrando su maleta. Después de unas doce horas de vuelo, por fin estaban en Tokio. Carrie todavía no podía creérselo.

– ¿Y dices que nos espera un amigo tuyo en la puerta? –preguntó Carrie.

– Sí, es un coche rojo.

Ambas pasearon la vista entre los coches aparcados en el aparcamiento del aeropuerto. Carrie divisó uno rojo de alta gama. Brillante. Nuevo.

– ¿Es ese? –se sorprendió.

– Por desgracia, no. Es ese de ahí –Miku señaló a un coche pequeño y con la chapa desgastada.

Se acercaron hasta él. En el capó había un japonés apoyado, esperándoles. Cuando las vio llegar, abrió los ojos como platos.

– ¿Pero qué te ha pasado, Nick? Tienes... tetas –bromeó él.

– ¡Jāku! –resopló Miku, dándole a entender a Carrie que se trataba de algún insulto.

– Perdona, perdona. Era solamente una broma...

– Daiki, ponte serio por una vez. Esta es Carrie, la sobrina de Nick.

Daiki sonrió y se acercó a ella.

– Encantado –dijo ofreciendo su mano.

Carrie, dubitativa, decidió finalmente estrechársela.

– Venga, vámonos –apresuró Miku.

Los tres se subieron en el coche y se alejaron del aeropuerto.

– ¿Dónde está Nick? –preguntó Daiki.

– Hubo complicaciones –Miku miró de reojo a Carrie, que contemplaba Tokio desde la ventanilla–. Ha tenido que quedarse allí para defender la dimensión.

– Ya veo. Siempre haciendo de héroe...

En el vehículo se instaló un silencio nada cómodo para Carrie, pero que tampoco quería romper. Aprovechó para llamar a Emma. Mientras escuchaba a su amiga al otro lado de la línea, se percató de que Miku y Daiki se habían puesto a hablar en japonés, en un tono más bajo. Quizás estaban hablando de ella. Posiblemente lo estuviesen haciendo. Sin prestarle mayor importancia, habló un rato con Emma y colgó el teléfono. Pudo observar que se habían alejado del bullicio de la ciudad y se encaramaban por una carrerera en la falda de una colina.

– ¿Y qué, muchos problemas por allá? –se interesó Daiki.

– Algunos. Tuvimos que lidiar con un demonio superior. ¿Y vosotros?

– Nada de demonios por aquí. Pero... –hizo una breve pausa antes de continuar–. Eh, Hiromi,, ya sabes...

– ¿Qué ha hecho esta vez?

– Nada. Todavía. Pero nos ha llegado a oídos que tiene a su servicio a una organización militar.

Miku suspiró.

– Eso complica las cosas.

Carrie, desde el asiento de atrás, escuchaba sin entender nada. Arrugó el entrecejo y se inclinó hacia delante.

– ¿Puedo preguntar de qué habláis?

Miku se giró hacia ella.

– Siempre hemos sido tres protectores. Daiki, Hiromi y yo. Pero Hiromi nos traicionó.

– ¿Qué pasó?

– Simplemente él tenía una visión distinta del mundo. Pensaba que la clave para detener a los demonios estaba dentro de vosotros, los dotados.

– ¿Y lo sigue pensando?

– Por supuesto. Cree que vuestro poder reside en una alteración del ADN; y que haciendo modificaciones, puede extirparlo. Y cree que así mágicamente también frenará a los demonios.

– En fin, es un iluso... –apuntilló Daiki.

El coche llegó hasta la cima de la colina, donde había una edificación no muy alta pero sí larga. El principal material era aparentemente madera.

– Bienvenida a casa –sonrió Miku.

Daiki aparcó el coche y bajaron las maletas. En el porche de madera, tras unos pocos escalones de este mismo material, había un hombre observándolos. Era menudo y se acariciaba una barba blanca, no excesivamente larga, mientras clavaba sus ojos rasgados en Carrie. Llevaba un sombrero de ala grande que tapaba su cabeza, y una bata blanca con los bordes negros. Mientras se acercaba arrastrando su maleta, Carrie se percató de que calzaba sandalias de madera y calcetines. Parecía sacado de una película de artes marciales. La rubia se situó frente a él, sin atreverse a avanzar por las escaleras, mientras Daiki y Miku permanecían ligeramente por detrás. Ella miró a la japonesa, que parecía expectante. Volvió a mirar al frente. El hombre seguía escrutándole con la mirada. Carrie empezaba a estar incómoda cuando notó que el misterioso señor iba a hablar.

Jikan –se limitó a decir.

Carrie le miró sin entender, y él se echó a un lado. Ella volvió a mirar a Miku, que le hizo un gesto para que subiese. Carrie así lo hizo. Una vez estuvo frente a frente con aquel hombre, Miku se puso a su lado.

– Haz una sutil reverencia.

Carrie agachó la cabeza despacio y el hombre le correspondió con lo mismo.

– Él es el sensei, nuestro maestro. Es un protector, como nosotros. El más longevo y el que nos ha enseñado a todos los demás. Es capaz de ver lo que va a suceder incluso hasta con un día de antelación.

Carrie sonrió. Él se mostró impasible.

– Solamente habla japonés, ¿verdad?

Miku asintió.

– Vamos. Te llevaré a tu habitación –dijo Daiki poniéndose en camino hacia la shoji, la puerta corredera típica japonesa.

Carrie lo siguió arrastrando la maleta por los tablones de madera del porche.

Jikan. El poder del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora