Carrie arrastró su maleta hasta el portaequipajes del avión. Se la tendió al trabajador y se volvió de nuevo hacia su tío, su tía y Emma. La primera en espachurrarla contra sus brazos fue su tía Briana.
– Cariño, cualquier cosa que necesites avísame. No me hace mucha gracia que tu tío no se vaya contigo –dijo mirando de reojo a Nick, que sonrió.
– Tranquila, tía Briana. Estaré bien.
Luego se acercó hasta ella Emma. Ambas se fundieron en un fuerte abrazo.
– Llámame cuando llegues, ¿sí?
Carrie se limpió con el dorso de la manga una lágrima furtiva.
– Sí, sí. Lo haré.
Antes de seguir llorando, Carrie se apartó de su amiga y se situó frente a su tío. Él estaba frío, inmóvil. Todavía debía estar enfadado con ella por anteponer sus venganzas personales a la seguridad de ambos y del planeta entero.
– ¿Me prometes que aprenderás todo lo que debes saber?
– Te lo prometo –respondió ella, firme y decidida.
Parecía que Nick quería volver a abrir la boca, pero se calló y empujó a sus sobrina contra ella, fundiéndose en un intenso abrazo. En el oído, de forma que resultaba inaudible para Emma y Briana, le susurró:
– Intenta detener el tiempo lo menos posible. Así no les daremos opción de avanzar.
– ¿Estarás bien?
– No volverán a abrir ese portal. No lo permitiré. Y les será más difícil cuando el sensei refuerce nuestras defensas interdimensionales. Aprende todo lo que puedas de él.
Carrie asintió y se separó de su tío, finalizando así los susurros. Miró una vez más a Emma, y luego a Briana. Y al girarse encontró el rostro de Miku, expectante. Carrie asintió y se encaminó tras ella hacia el interior del avión. Hacia su nueva vida.
*****
Carrie y Miku salieron del aeropuerto, cada una arrastrando su maleta. Después de unas doce horas de vuelo, por fin estaban en Tokio. Carrie todavía no podía creérselo.
– ¿Y dices que nos espera un amigo tuyo en la puerta? –preguntó Carrie.
– Sí, es un coche rojo.
Ambas pasearon la vista entre los coches aparcados en el aparcamiento del aeropuerto. Carrie divisó uno rojo de alta gama. Brillante. Nuevo.
– ¿Es ese? –se sorprendió.
– Por desgracia, no. Es ese de ahí –Miku señaló a un coche pequeño y con la chapa desgastada.
Se acercaron hasta él. En el capó había un japonés apoyado, esperándoles. Cuando las vio llegar, abrió los ojos como platos.
– ¿Pero qué te ha pasado, Nick? Tienes... tetas –bromeó él.
– ¡Jāku! –resopló Miku, dándole a entender a Carrie que se trataba de algún insulto.
– Perdona, perdona. Era solamente una broma...
– Daiki, ponte serio por una vez. Esta es Carrie, la sobrina de Nick.
Daiki sonrió y se acercó a ella.
– Encantado –dijo ofreciendo su mano.
Carrie, dubitativa, decidió finalmente estrechársela.
– Venga, vámonos –apresuró Miku.
Los tres se subieron en el coche y se alejaron del aeropuerto.
– ¿Dónde está Nick? –preguntó Daiki.
– Hubo complicaciones –Miku miró de reojo a Carrie, que contemplaba Tokio desde la ventanilla–. Ha tenido que quedarse allí para defender la dimensión.
– Ya veo. Siempre haciendo de héroe...
En el vehículo se instaló un silencio nada cómodo para Carrie, pero que tampoco quería romper. Aprovechó para llamar a Emma. Mientras escuchaba a su amiga al otro lado de la línea, se percató de que Miku y Daiki se habían puesto a hablar en japonés, en un tono más bajo. Quizás estaban hablando de ella. Posiblemente lo estuviesen haciendo. Sin prestarle mayor importancia, habló un rato con Emma y colgó el teléfono. Pudo observar que se habían alejado del bullicio de la ciudad y se encaramaban por una carrerera en la falda de una colina.
– ¿Y qué, muchos problemas por allá? –se interesó Daiki.
– Algunos. Tuvimos que lidiar con un demonio superior. ¿Y vosotros?
– Nada de demonios por aquí. Pero... –hizo una breve pausa antes de continuar–. Eh, Hiromi,, ya sabes...
– ¿Qué ha hecho esta vez?
– Nada. Todavía. Pero nos ha llegado a oídos que tiene a su servicio a una organización militar.
Miku suspiró.
– Eso complica las cosas.
Carrie, desde el asiento de atrás, escuchaba sin entender nada. Arrugó el entrecejo y se inclinó hacia delante.
– ¿Puedo preguntar de qué habláis?
Miku se giró hacia ella.
– Siempre hemos sido tres protectores. Daiki, Hiromi y yo. Pero Hiromi nos traicionó.
– ¿Qué pasó?
– Simplemente él tenía una visión distinta del mundo. Pensaba que la clave para detener a los demonios estaba dentro de vosotros, los dotados.
– ¿Y lo sigue pensando?
– Por supuesto. Cree que vuestro poder reside en una alteración del ADN; y que haciendo modificaciones, puede extirparlo. Y cree que así mágicamente también frenará a los demonios.
– En fin, es un iluso... –apuntilló Daiki.
El coche llegó hasta la cima de la colina, donde había una edificación no muy alta pero sí larga. El principal material era aparentemente madera.
– Bienvenida a casa –sonrió Miku.
Daiki aparcó el coche y bajaron las maletas. En el porche de madera, tras unos pocos escalones de este mismo material, había un hombre observándolos. Era menudo y se acariciaba una barba blanca, no excesivamente larga, mientras clavaba sus ojos rasgados en Carrie. Llevaba un sombrero de ala grande que tapaba su cabeza, y una bata blanca con los bordes negros. Mientras se acercaba arrastrando su maleta, Carrie se percató de que calzaba sandalias de madera y calcetines. Parecía sacado de una película de artes marciales. La rubia se situó frente a él, sin atreverse a avanzar por las escaleras, mientras Daiki y Miku permanecían ligeramente por detrás. Ella miró a la japonesa, que parecía expectante. Volvió a mirar al frente. El hombre seguía escrutándole con la mirada. Carrie empezaba a estar incómoda cuando notó que el misterioso señor iba a hablar.
– Jikan –se limitó a decir.
Carrie le miró sin entender, y él se echó a un lado. Ella volvió a mirar a Miku, que le hizo un gesto para que subiese. Carrie así lo hizo. Una vez estuvo frente a frente con aquel hombre, Miku se puso a su lado.
– Haz una sutil reverencia.
Carrie agachó la cabeza despacio y el hombre le correspondió con lo mismo.
– Él es el sensei, nuestro maestro. Es un protector, como nosotros. El más longevo y el que nos ha enseñado a todos los demás. Es capaz de ver lo que va a suceder incluso hasta con un día de antelación.
Carrie sonrió. Él se mostró impasible.
– Solamente habla japonés, ¿verdad?
Miku asintió.
– Vamos. Te llevaré a tu habitación –dijo Daiki poniéndose en camino hacia la shoji, la puerta corredera típica japonesa.
Carrie lo siguió arrastrando la maleta por los tablones de madera del porche.
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Jikan. El poder del tiempo
FantasyLa joven Carrie oculta un secreto que jamás le ha contado a nadie: con sólo imaginarlo, todo el mundo se detiene. Congelado, inmóvil. Toda la Tierra a su merced. Sin embargo, cuando su dieciséis cumpleaños está a la vuelta de la esquina, la llegada...