Noah

Capítulo I

Trastorno de la personalidad por evitación.

Ese fue mi diagnóstico cuando tenía trece años. Nunca había escuchado de algo tan extraño, y me atrevo a confesar que en aquella corta edad yo era lo suficientemente inteligente como para entender de qué iban las enfermedades mentales más conocidas; como el espectro autista, esquizofrenia, desórdenes alimenticios, trastorno bipolar, de pánico o paranoia, de personalidad psicótica hasta personalidad psicópatica.

Pero a comparación de todos éstos, lo mío era tachado de "absurdo", un trastorno fácil de superar o tratar, como si mi mente fuera una gota de agua y la de ellos todo el ridículo inmenso océano.

A todos aquellos psicólogos a los que mi hermana mayor rogó por ayuda, déjenme decirles que "son muy afortunados de no haberse topado con una verdadera psicópata".

El pánico social, el pensamiento latente en mi cabeza de ser una inepta. El encerrarme en mi  habitación las veinticuatro horas del día por miedo a ser juzgada o ridiculizada por vecinos o amistades que difícilmente tenía. No era un infierno, pero se sentía como uno.

De sólo echar un vistazo a mi condición cualquiera puede caer en cuenta de que yo no tenía futuro y nada iba a cambiar.
Muy diferente a cuando tenía siete años, era inocente y absurdamente le sonreía a la vida.
Ansiaba conocer más sobre la vida, pero gracias a una persona, mi padre, mis tormentos comenzaron.

Hoy vine a visitarte, traigo un regalo conmigo, te llevo lo único que te arrancaba una sonrisa del rostro, no tu esposa, no tus hijas, rosas blancas; no te culpo, son hermosas y su aroma es exquisito.

Lástima que no pueda decir lo mismo de tu lápida.

Recuerdo tu primer desplante hacia mi. Había hecho mi primer dibujo para entregártelo en tu cumpleaños, la idea fue de mamá por supuesto, grande fue nuestra sorpresa al recibir tu tajante y fría respuesta "lo tuyo no es el arte".

Nunca he sido suficiente para ti ¿no padre?

Me arrodillo para dejar las rosas sobre tu lápida con cuidado. Si tan sólo el cuerpo de mamá fuera apto para una tumba luego del accidente, no te visitaría en su lugar.

—¿Nos vamos? —pregunta el rubio a mi lado, Alex Denegree, la rubia tentación del pueblo y estudiante modelo en la universidad de la que su padre es rector.

—Voy a intentarlo —me digo a mi misma.

Estoy cerca de cumplir dieciocho y finalmente hoy asistiré a la universidad, tras años de terapia grupal, hoy será "el gran día".

Alex palmea mi cabeza un par de veces gentilmente. —Te ves hermosa, no dejes que nadie te haga pensar lo contrario.

Si bien empezar la universidad es un paso  difícil para un adolescente común, para alguien llena de inseguridades y pánico social como yo, sólo veía una guarida llena de lobos, todos hambrientos por colocar sus ojos sobre mí.