Capítulo XI

1.6K 136 207
                                    

Me aferraba a esas escaleras metálicas, como si mi vida dependiese de ello

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Me aferraba a esas escaleras metálicas, como si mi vida dependiese de ello.
La oscuridad de la subida hacía más confuso, uno de mis mocasines rodó escaleras abajo hasta golpear la entrada de la habitación roja. No voltee. Jamás lo hice desde ese día.

Dejé ir los zapatos que tanto atesoraba en mi niñez, había sido el único regalo genuino que recibí de otra persona.

"Perdóname, abuelito." Pensé.

-No tengas miedo, el secreto está en no demostrar nada cuando algo te duela; aunque fingir duela el doble, lucha por lo que quieres, valora lo que posees y disfruta con los que te quieren.
-La voz del niño cabeza de nieve se oía distinta.

Mis lágrimas se abrieron paso a lo largo de mis mejillas; debido a la oscuridad, no podía observar con claridad su expresión, pero, por un momento me hizo recordar a las cálidas palabras de mi abuelo.

-Es una pena, la mujer que no se cansaba de repetir aquello ahora está bajo tierra, asesinada a sangre fría por la misma persona que tanto juraba la queria.

Más lágrimas -Shh, tranquilo, sólo bromeaba -afirmó, caminando de regreso escalones arriba.

Pequeños rayos de luz asomándose a través de la puerta me llevaron a notar una amplia cicatriz en su tobillo derecho.

-¡Ah! -grité, señalando la cicatriz. -¿Q-qué...es...?

-Es sólo una marca de nacimiento, no hagas más preguntas, nunca debes hacer preguntas aquí -me advirtió.

Yo era un indefenso y miedoso niño al que podías asustar con básicamente cualquier cosa, un niño con comodidades al que siempre complacian con lo quisiese, en lo que a lo material se refería. Había sido educado por personas de gran reconocimiento, yo era elogiado por mi rapidez al captar y poner en práctica todo lo que me enseñaran. Fuera del trastorno con el que me diagnosticaron, yo, el pequeño Floyd, era feliz.

Sin embargo, esta era una imagen de una vida que se iria descomponiendo por una más retorcida a partir de ese día.

-La abandonaron.

Silencio.

-Salvé a ese par de mellizos malagradecidos y la abandonaron.

Esta vez, suprimí mis lágrimas, ¿salvó a otros niños como yo, de la habitación roja?

Recordé las palabras del monstruo al que llamaban "Patch" , había confesado no ser primerizo matando niños y las noticias le daban toda la razón.

NoahWhere stories live. Discover now