4. Tercer encuentro

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Hirai Momo había pasado toda la semana haciendo trámites para la universidad. Si hubiese sabido, todos los problemas o papeleo que tenía que hacer para poder entrar a una maldita universidad en este país, se hubiese quedado a estudiar en Alemania, encima, al lado de su padre.

Hoy día era el último trámite que tenía que hacer. Tenía que confirmar el horario de la mudanza. Debía cambiarse de casa. La universidad se hacía cargo de entregarles a todos los estudiantes un departamento.

-Maldita sea, llegaré tarde – Momo vio la hora en su celular y sólo le quedaban 20 minutos para poder llegar a la oficina – no puedo creer que exista tanto tráfico incluso, un sábado en la mañana.

-Disculpa – Momo sintió la voz de una chica detrás de ella – se te ha caído esto – Momo volteo y reconoció el rostro de la chica - ¡Oh!... tú.

-¿Te acuerdas de mí?

-Si – la pelinegra sonrió.

-Creo que esa tarjeta de transporte es mía.

-Se te ha caído – Momo no dejaba de ver la sonrisa estúpida que tenía en el rostro la otra chica – nunca llamaste.

-¿Disculpa?

-Te pasé una tarjeta.

-Oh, claro. Bueno, la tiré – la sonrisa de Nayeon comenzó a desvanecerse en cuestión de segundos - ¿Algo más? – Nayeon frunció el ceño.

-No tienes por qué ser tan... tan...

-¿Tan qué? – en ese momento el bus estaba llegando al paradero – lamento mucho no poder seguir hablando contigo pero debo tomar este bus.

-Y yo.

Momo colocó los ojos blancos y subió al bus. Caminó hasta el fondo y se quedó de pie. Miró hacia la parte delantera del bus y notó que la chica de antes no encontraba la tarjeta – que idiota – Momo caminó hasta adelante y pagó el pasaje de Nayeon – ¿Por qué te subes a un bus sin la tarjeta? – Nayeon sólo alzó sus hombros.

-Probablemente se me tuvo que haber quedado en la otra chaqueta – Momo se quedó en silencio después de esa pequeña conversación. A decir verdad, no le molestaba la presencia de la chica. Sólo se preguntaba si esto era obra del destino porque, no podía creer que se haya encontrado nuevamente con la pelinegra. Decidió dejar de pensar en eso y se colocó los audífonos. Dejó que la música alejara todos sus pensamientos y se concentró solo en la melodía.

Nayeon miró el perfil de la chica que tenía al lado. Se dio cuenta que sus labios eran gruesos y rosados. No llevaba labial pero si maquillaje en los ojos. Tenía un lunar en su cuello. El color de su piel se parecía a la de ella. No pudo evitar sonreír ante ese pensamiento.

-¿Por qué te ríes? – Momo había hablado sin abrir los ojos – no creas que no siento cómo me miras.

-Bueno, no me culpes. Eres hermosa – Momo se sacó el audífono del lado derecho y miro a la chica que tenía a su lado. En ese momento, uno de los pasajeros se tenía que bajar. Pasó por atrás de Momo empujándola. La japonesa perdió el equilibrio. Su cuerpo se aproximaba al suelo pero, en ese momento. Siente como dos brazos fuertes junto, con dos manos grandes se aferraron con fuerza a su cuerpo. No entendió la forma en que su cuerpo reaccionó, cuando la mano derecha de Nayeon se aferró a su espalda con fuerza mientras, que la mano izquierda de la pelinegra se aferró a la parte posterior de la cabeza de Momo.

La mirada de la futura arquitecta vagó por todo el rostro pálido de la pelinegra. Se dio cuenta que los ojos de la chica que tenía en frente eran negros, completamente negros.

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