26.- Las japonesas

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Momo estaba sentada sobre el regazo de Nayeon mientras dejaba suaves besos en sus labios rosados con forma de corazón. La japonesa nunca había encontrado unos labios tan deseables como los de la pelinegra que tenía frente a ella. Mientras sus lenguas se juntaban en una peligrosa sincronía, Momo no podía dejara de pensar en cómo había crecido la relación de ellas dos. Al principio, todo era extraño. Al menos eso creía Momo. Le costaba creer que el destino había colocado a Nayeon en su camino pero, ahora que la tenía entre sus brazos, estaba segura que el destino había tenido que ver en esto. No se podía explicar lo feliz que era.

-Te amo tanto – gimió sobre la boca de Nayeon – no te imaginas como te amo Nayeon – la coreana solo la miraba directamente a los ojos – agradezco que te hayas cruzado en mi camino. No sé si fue el destino, si fue serte pero, pero agradezco que hayas estado para mí todo este tiempo.

-Creo que la única que tiene que agradecer algo soy yo – las manos de Nayeon se vagaron hasta el estómago de Momo y comenzaron a subir hasta su pecho por debajo de su remera – me has sanado de todos mis miedos, me enseñaste a soñar. Te amo Momo, te amo demasiado – Momo sintió como las manos hábiles de su novia cambiaban dirección y esta vez se iban hasta su espalda para desabrochar su sostén – Espero que esto nunca se termine – Momo sonrió.

-¿Por qué tendría que terminar Nayeon? – Nayeon sabía la respuesta a esa pregunta pero no dijo absolutamente nada.

-Digamos que nunca se sabe que es lo que puede ocurrir.

-¿Qué más nos podría ocurrir Nayeon? – Momo sonrió y la pelinegra no pudo evitar sentir culpa. Ella sabía que tarde o temprano tendría que decir la verdad. Tendría que contarle a Momo porque, de un día a otro comenzó a aparecer en su vida.

-No lo sé, pero ya no quiero seguir hablando de esas cosas.

-Me parece perfecto – Momo tomó ventaja y sacó su remera junto con su sostén por encima de sus hombros lanzándolos lejos – creo que quiero que me hagas el amor – Nayeon miraba el torso desnudo de Momo como si fuera la primera vez que lo mirase - ¿te gusta lo que ves?

-¿Es una broma?

Nayeon llevó su boca hasta el pecho derecho de Momo. Sintió como su pezón comenzó a endurecerse adentro de la humedad de su boca. Mordió y succionó lentamente haciendo que todo el cuerpo de la japonesa vibrara encima de ella. Sus manos seguían aferradas a la espalda de Momo – Nayeon... mmm... - Nayeon dejo de lamer sus pechos y miró a los ojos a Momo.

-¿Qué ocurre? – Momo observó el rostro de la chica que tenía frente a ella – Momo... - Nayeon sonrió al darse cuenta de la manera tierna en que su chica la observaba.

-Eres el amor de mi vida – el corazón de Nayeon dio un vuelco en 360 grados – y esta noche, esta noche te toca ser amada – de un solo movimiento, Momo dejó a Nayeon debajo de ella – déjame amarte – la boca de la japonesa estaba en su oído derecho – déjame hacerte el amor como nunca antes te lo hicieron, déjame recorrer cada centímetro de tu cuerpo – Nayeon se retorcía de placer en la cama, era increíble lo que la voz de Momo lograba en ella – te amo tanto – las manos de Momo comenzaron a arrancar prenda por prenda el cuerpo esculpido por los dioses de Nayeon. Lo primero en desaparecer fue su blusa junto con su sostén. Ahora estaban en la misma sintonía.

Nayeon decidió abrir sus piernas de par en par para dejar que el cuerpo de Momo se acomodara arriba de ella mientras que su lengua recorría desde su mandíbula hasta el lóbulo de su oreja – Mía, eres mía Nayeon – la pelinegra no podía hablar, sentía como la saliva se le acumulaba en la boca. Momo bajó hasta su cuello en donde dejo un desastre. Las marcas estaban a flor de piel. Probablemente, mañana dolerían pero, ni a Nayeon ni a Momo le importaban en ese momento. La japonesa continúo bajando hasta sus clavículas, Momo nunca se lo había dicho pero, amaba lo prominente que eran. Pasó su lengua por lo largo de ambas clavículas haciendo que la pelinegra elevara sus caderas de placer. El camino de beso llegó hasta el ombligo expuesto de Nayeon en donde sopló lentamente sobre el – mierda... - casi cómo un reflejo, la pelinegra se aferró al cabello de Momo – me estas matando Momo – la japonesa sonrió descaradamente mientras comenzaba a desabrochar los pantalones de su novia. No perdió el tiempo y aprovechó de sacarlos junto con su ropa interior. Momo no pudo evitar mirar.

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