3: Cena

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Viernes 14 de abril del 2017

Querido diario:

Las cenas de los viernes con la familia Fernández han vuelto.
Cesaron cuando mi padre... Bueno, tú sabes. Creí que era porque mi madre necesitaba tiempo y acerte. Lo único que hubiese apreciado era que... Me avisara con tiempo.

-Vístete, iremos con Erika -dice mi madre en cuando llego de la escuela, miro mi uniforme, lleno de tierra por dormir en el pasto durante mis horas libres y luego veo a mi madre.

Ella no me mira al darme la orden, simplemente bebe de su café mientras lee un libro sentada en el sillón. Casi pareciera que nada ha transcurrido a un mes de lo de mi padre. Me había acostumbrado a verla cocinando sin cesar o solo ver el vacío con una taza de café frío en sus manos, pareciendo volver en sí cuando me veía llegar.

-Hola madre -la saludo después de una pausa y ella desvía la atención de su libro para verme y dedicarme una sonrisa dulce.

-Mi amor, sé que amas dormir pero no puedes estar durmiendo dos horas en el pasto en la escuela todos los viernes -me dice examinando mi uniforme.

-Podría usar ese tiempo para drogarme o tener sexo, madre -replico cruzandome de brazos.

-¿En serio? ¿Vas a preferir drogarte, tú que ni aspirinas tomas? -me pregunta mi madre arqueando una ceja, aprieto los labios ofendida y agacho la cabeza, ella hace un ademán vago-. Y ni siquiera voy a comenzar a explicar porqué estoy completamente segura que no tendrás sexo durante tu tiempo libre.

-Las hormonas hacen que los adolescentes cambien, madre -comento y mi madre suelta una pequeña risa.

-En tu caso, tus hormonas solo te hacen peligrosa con tenedores en la mano -bromea mi madre divertida y siento mi rostro enrojecer.

-¡Oh, vamos! ¡Fue un accidente! -exclamo extiendo los brazos avergonzada.

-Dile eso a tu hermana -se burla mi madre divertida y vuelve a ver su libro-. Nos vamos en una hora.

-¿En una hora? -pregunto confundida-. ¿Las cenas no son en la noche?

-Hoy es una ocasión especial -dice mi madre sonriendo sospechosamente. Entrecierro mis ojos tratando de descubrir que se trae en manos pero la sonrisa de mi madre no titubea.

Suspiro cansada y obedezco las órdenes de mi madre, subiendo a mi cuarto dispuesta a darme un baño para estar lo más pronto posible.

Después de un baño y ponerme ropa decente me miro en el espejo, no me doy cuenta que voy completamente de negro y suspiro cansada. Si no quiero que mi madre se preocupe por mí, debería usar algo de color para variar, así que cambio mi pantalón negro a uno azul oscuro de mezclilla. Ahora me veo elegante... Y pálida. Muy pálida. Bufo cansada por verme en el espejo cuando escucho el llamado de mi madre, quiera o no, así tendré que irme.

Bajo las escaleras con rapidez mientras me detengo a ver a mi madre. Es una mujer no muy alta, un metro con sesenta, tal vez, tiene el cabello castaño y rizado, como me gustaría tenerlo, solo el que ella tiene canas, cosa que, de alguna manera, le queda bastante bien. Tiene piel morena, a diferencia de mi piel pálida y una grande sonrisa que se le nota en sus ojos, donde las arrugas por sonreír siempre se le empiezan a marcar. Me quedo de pie observandola, hasta cierto punto, ella es mi heroína, es una mujer que ha pasado de todo y ha tenido que tomar decisiones difíciles en su vida, a pesar de ello, sonríe. La vida no la amargado, es demasiado dulce para ello y eso es de admirar.

Diario de una asexual (Versión 2.0)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora