EXTRA.

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Seis años atrás.

Seis años atrás cursaba el segundo grado en la secundaria, tenía trece años y realmente grandes problemas para socializar con mis demás compañeros. Mi problema no era ser insegura, ni mucho menos callada o introvertida. Mi problema era que intimidaba a todos con mi personalidad con extra dosis de entusiasmo. No tenía ningún asunto policial en juego, pero sí que me encantaba llenar a  la escuela con ideas revolucionarias. Como desplazar al equipo de futbol y darle más importancia a los alumnos de Robótica. Dejar que la reina escolar sea una compañera de clase y eliminar definitivamente de las listas a la más popular y superficial de todo el grado. Elegir como presidente al más aplicado de los tablones, y no al tipo que con una sonrisa coqueta y falsa prometía añadir pizza y lasagna a los almuerzos. 

Definitivamente, yo quería dejar una huella en la escuela. 

Sin embargo, pese a mis grandes cualidades de líder, tenía un gran talón de aquiles.

No, no es lo que están pensando.

Una de mis prioridades no era precisamente tener altas calificaciones, mis objetivos estaban definidos: Quería un novio o alguien a quien besar. Punto.  Era una chiquilla con ganas de vivir y experimentar todo lo que se presentaba en mi camino, pero tenía muchas dificultades. La más grande de todas, según yo, era que no podía hacer fiestas en casa como todos los demás. Y una de los motivos era porque mis padres estaban en casa la mayor parte del tiempo, discutiendo. 

Huía de casa los sábados en las noches para poder colarme en las fiestas de los grados superiores. Amaba a los chicos de grados superiores, odiaba los niñatos de mi clase. Escapé de mi habitación muchos sábados, hasta que un día fui pillada por mi padre. Ese día él le echó toda la culpa de mi rebeldía a mamá, ese día papá le dijo que la engañaba con otra mujer. 

Al día siguiente llegué a la escuela con una mentalidad diferente. No quería tener la misma historia, yo definitivamente, no iba a pasar por lo mismo con un hombre. Ahora tenía metas diferentes, aún quería conseguir un novio a quien besar, pero no me enamoraría de él. Solo quería pasarla bien.

Llegué tarde a mi clase de lenguaje, el profesor me echó de la puerta y me envió a detención. En detención tomé asiento en la última fila, y no precisamente porque amaba el último lugar, sino porque estaba tan lleno de alumnos castigados que no me quedó más remedio que tomarlo. Recuerdo solo haber tardado  un minuto en entender la rareza, puesto que frente a mí, una mujer alta, delgada, de cabello rubio y ojos verdes dictaba un taller de autoestima y control de impulsos y emociones. 

Sus senos parecían dos toronjas, tenía una caderas anchas y bien definidas, y ni hablar de su trasero era tan grande como una sandía. Además de todo eso, era muy hermosa y tenía una sonrisa brillante y unos dientes envidiables. No está de más decir que tenía embobados a todos los chicos del aula. Entendí perfectamente porqué todos habían decidido portarse mal esta mañana.

Escuché y realicé sus ejercicios por dos horas, las horas que duraba mi clase de lenguaje. Y, al finalizar, salí aún más deprimida de lo que había ingresado a su taller de "autoestima". ¿Quién rayos pretendía no aceptarse a sí mismo, cuando ella lucía como una Barbie? 

Ridícula, recordé haber pensando.

Pero lo dije más por la envidia que me corroía. A mis trece años, aún no lograba que ningún muchacho me mire como la miraron a ella. 

Salí de la clase con el pensamiento muy concreto de entrar a un gimnasio y hacer una dieta, y me fui con esas ideas por todo el trayecto hasta mi siguiente clase. Incluso pasando varias puertas de mi aula asignada, Dios, estaba tan ensimismada en mis asuntos del cuerpazo ideal. 

WHEN SHE WAS OBSESSED - COMPLETADonde viven las historias. Descúbrelo ahora