Capítulo 20

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La noche cayó sin previo aviso. Ethan no fue a cenar, no quería dejar a Becca sola.

Habían pasado casi doce horas desde que la habían mordido y no presentaba síntomas. No se retorcía de dolor ni se encontraba más pálida.

Lo único que Andrew temía era la herida. Temía que se infectase.

—Caroline, mañana arma una expedición a la boticaria del centro. Deben de haber quedado varios alcoholes. Traigan el más puro que encuentren.

La chica asintió y se retiró antes de la cena para planear la salida. Siempre le gustaba pensar el recorrido con un día de antelación.

Habían pasado un par de hora desde que todos se refugiaron en sus respectivas habitaciones cuando Ethan entró a toda prisa en la habitación de Andrew.

—¡Andy, Becca levantó temperatura!

Todos se asomaron por la puerta para ver el jaleo que Ethan estaba armando en el pasillo, pero en un parpadeo, Andrew lo siguió hasta la chica.

Mark se quedó pensando. ¿Realmente había funcionado? ¿Realmente el doctor había logrado curarla?

Patrañas. La chica acababa de levantar temperatura. No había cura. Nunca la habría, estaba convencido.

Tan sólo estaba en ese grupo por aquella supuesta cura. Pero ahora no existía.

No podría estar un día más ahí sin gritarle a Brooke. Y ni hablar de todos los demás. Su hermano era el que quería estar en un grupo, pero ¿de qué había bastado? Al año y medio de estar con ellos había muerto y nadie había hecho nada para salvarlo. Ni siquiera esa estúpida de Cassandra, estado ya mordida podría haberlo prevenido.

Pero claro, ella sobrevivió milagrosamente.

Suspiró. No podía más con todo aquello. Nada lo unía a ese lugar.

Tomó la mochila que siempre guardaba en su habitación, junto con alguna de sus cosas guardándolas en ésta.

Salió de la habitación con cuidado. No quería que nadie lo viera. No quería melodramas. La ingenua de Destiny se pondría a llorar y su padre lo intentaría convencer para que se quedara con ellos.

«Idioteces» dijo en su cabeza mientras la sacudía.

Primero debía ir a la despensa. No podía empezar de cero sin comida. Sobre todo teniendo el brote tan avanzado. Su plan era encontrar otro grupo. Otro grupo lo suficientemente bueno para él.

Abrió una alacena y comenzó a guardar las cosas que podría comer crudas. Owen siempre administraba la comida para que sobre y poder guardarla.

Estaba guardando las últimas manzanas que había cuando escuchó como alguien sacaba el seguro de algún arma. Seguramente sería Brooke. Siempre encontraba la forma de arruinar sus planes.

—Deja todo en la despensa — dijo detrás de él. No era la voz de Brooke. No era ninguna chica sin duda.

Mark suspiró al darse cuenta que era Franklin. Le dio lástima al saber que el joven aparentaba serle leal a quienes no conocía. Le dio lástima porque comenzaba a llevarse bien con él.

Se dio vuelta y se colgó la mochila en el hombro. Franklin lo apuntaba con una pistola y al ver que no obedecía se tensó y apuntó a su cabeza.

—Deja la comida, Mark.

—Ven conmigo Frank —exclamó el otro.—. ¿Para qué quedarte aquí? ¿Sabes lo que le hicieron a Becca? ¿Lo de Cassandra? No. ¿Te digo por qué? Porque no confían en ti. ¿Por qué quedarte en un lugar donde no confían en ti?

Frank no dudó ni por un momento. Continuaba con la pistola en alto.

—Supe lo de Cass en el primer momento que vi su cicatriz —señaló con voz firme.—. Yo sigo a mi hermana: ella se siente cómoda aquí, así que yo me siento cómodo.

Con la pistola señaló la mochila.

—Como me siento cómodo con esta gente, defiendo lo que es de ellos.

Intercambiaron miradas durante unos largos minutos.

—Vamos, viejo, no quiero dispararte.

Mark, luego de suspirar, se quitó la mochila del hombro y comenzó a sacar toda la comida que se había guardado, dejando al menos para dos días.

Frank lo notó, pero no dijo nada.

Cuando pasó a su lado, le escuchó decir:

—Esto podría haber sido de otra forma. Podrías haber elegido venir conmigo.

Franklin no lo miró. Se limitó a mirar al frente.

—Como ya dije: me siento cómodo aquí. Ya no quiero correr.

Mark se marchó sin más palabras. Tampoco molestándose en cerrar la puerta.

Eso hizo que el otro pensara en ir a comprobar si cerró la puerta de salida.

Pero cuando fue, ésta seguía cerrada.

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