El Mundo de Margaret.

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Cuando nos mudamos juntas, mi hermana Mabel, quien siempre aparece con un nuevo comentario acerca de artículos que lee en internet, sugirió alfombrar todo el suelo de nuestro sencillo primer piso porque simplemente, según sus conocimientos momentáneos, era más saludable para Marie, su pequeña hija que entonces estaba lista para gatear.

En aquella ocasión me disgustó la idea de tener que gastar más dinero del que ganábamos en nuestros penosos empleos por un capricho, pero después de haber cumplido con nuestra única regla de quitarnos los zapatos cada vez que entráramos a la casa, me acostumbré al suelo alfombrado y ahora, hasta puedo afirmar que lo adoro.

Cierro la puerta tan despacio que me tomo un momento para vigilar si el pestillo ha encajado fijamente en donde le corresponde. Me quito los zapatos y los acomodo junto a los otros dos pares que ya están ahí. Uno más pequeño y más rosa que el otro.

Sonrío al pensar en Marie y en el afán que tiene de vestirse tal y como su madre. Si hoy Mabel decide comprarse un vestido floreado de tirantes, inmediatamente tiene que buscar uno igual para Marie, de lo contrario, habrá llantos y demasiados mami no me quiere.

Escucho sus risas y asomo la cabeza por el muro que separa el área de la entrada con el salón principal, la televisión está encendida, el cabello de Mabel colgando de un lado del sillón. Los diálogos de la película favorita de mi sobrina se reproducen en mi cerebro recordándome la cantidad incontable de veces que la hemos visto juntas, hasta podría repetirlos de memoria. Entonces, sigilosamente, corro y me lanzo sobre ellas.

- ¡Margaret! – grita Mabel, liberando risas y jadeos de dolor al mismo tiempo.

- ¡Me estás aplastando la mano! – Marie golpea mi brazo para que lo quite de encima, pero no soy capaz de hacerlo porque entonces caeré el suelo. - ¡Me duele, mamá!

Me rindo. Caigo al suelo alfombrado que, de alguna manera, consigue golpearme el trasero, y tengo que reír porque es la única cosa que se me ocurre tras haber preparado esta sorpresa tan infantil.

Después, me acomodo en el medio de Mabel y Marie. Las tres suspiramos profundamente y nos reímos más fuerte, olvidándonos de nuestros ligeros golpes. Marie es la más escandalosa, pataleando y gateando para estar tendida sobre nuestras piernas.

- ¿Nos atacas porque te despidieron? – bromea mi hermana. - ¿O por qué tan temprano?

Los recuerdos de mi mañana se disparan desde el lado izquierdo de mi cerebro hasta el derecho como una cinta de película. Aún no creo que yo, la persona más ordinaria, con la que te podrías topar en la calle, haya visto a una estrella de Hollywood en todo su esplendor. Cuántas más tendré el placer de ver siendo fotografiadas. Mis ojos internos viajan a la agenda de Terry, haciendo su mejor intento de ver cuál es su próxima sesión y a quién tendré el placer de ver. ¿Qué tal si tengo la oportunidad de hablar dos segundos con Clint Eastwood?

Okay, no fantasees tanto Margaret.

- Terry tuvo una cita con Jared Leto. – respondo naturalmente, dándome cuenta de que lo que acabo de decir ha sonado algo absurdo. – Y dos modelos francesas.

Omito la parte en que se burlaron de mí en su hermoso y sofisticado lenguaje.

Mabel se burla de esto, colocando un mechón de su cabello oscuro detrás de su oreja.

- Jared Leto, eh. – dice. – Sé por lo que pasan las modelos que salen con él. ¿Recuerdas a Gabriella?

Asiento.

Gabriella. Cabello rojizo y rizado. Edad actual, 21 años. Edad mental, 11 años.

- Sigue esperando la llamada de Jared. – Mabel se ríe. – Ese sujeto ha tenido más citas que cumpleaños.

Abre los Ojos |jared leto|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora