El Mundo de las Primeras Malas Impresiones.

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Aquí ya no existe la serenidad.

Al principio había una pequeña porción de ella en mí, pero ahora ya no queda nada. Y no la habrá mientras este mundo de celebridades, modelos y contestaciones rápidas me rodeen. Solo quiero volver a casa y esconderme bajo las sábanas, deseando que la noche sea eterna y que Jared Leto no pise el estudio de Terry Richardson nunca más.

¿Es mucho pedir si ahora sé que son mejores amigos?

Después de la irónica manera en que ofendí al actor, músico, productor, filántropo, rubio hombre; mis alternativas solo eran dos: pedir perdón y salir corriendo. Sin embargo, una nunca es lo suficientemente lista si es que los pensamientos adolescentes aún rondan por su cabeza. Entonces, lo que hice fue esperar hasta que Terry me necesitara, pues él nunca requiere mis servicios.

Y me necesitó en cinco minutos.

Pero qué suerte.

Corrí evitando cruzar por la carpa del alboroto, esquivando a todo el mundo con tal de no demorar ni un segundo. Olvidando mis malos hábitos de ofender a los desconocidos, hacía mi mejor esfuerzo por ser buena con Terry. Una parte de mí le estaría eternamente agradecida a Dani por escogerme de primera opción para ser su reemplazo, y la otra parte nunca la perdonaría por precisamente la misma razón.

No me sorprendió para nada ver a Terry enfocando un cuadro y tomando fotos, es más, ya hasta me había acostumbrado. Me sorprendió el candor que provenía del set gracias a la efervescencia de Jared, quien estaba animando a todo el mundo, bromeando y saltando de aquí para allá con la única intención de convertir el pesado trabajo en diversión pura. Las modelos se esforzaban diez veces más, dando como resultado unas magníficas fotografías. Y el ambiente se llenó de luces que quizás solo yo podía ver, porque Jared, aparte de ser un artista, era una maravillosa supernova.

Una supernova terrenal que estaba usando un suéter de mujer.

Horas después, soy el conductor designado del auto de Terry Richardson camino al estudio en la 155 de la sexta avenida. Trato de conducir con cuidado de no idealizar una pista de autos chocones. Mis nervios están rígidos, duros como rocas, casi no me puedo concentrar. Lo único que necesito es que Jared aparte los ojos del espejo retrovisor, porque puedo verlo cada vez que debo mirar atrás. Mi ayuda para distraerme es la chica que tengo al costado, en el asiento del copiloto. La acabo de conocer y es Emma, la asistente de mi buen amigo Jared. Ya, si, por supuesto. El mejor amigo del mundo.

Emma no ha dicho ni una sola palabra desde que nos conocimos en el baño de mujeres sin saber quiénes eran nuestros jefes. Tal vez nuestros destinos estaban cruzados y algún momento eso tenía que suceder. Sin embargo, ella luce como si nos odiara a todos, empezando por ella misma. Cada vez que necesito poner los ojos en el espejo lateral del lado derecho, estos rozan con ella y de tiempo en tiempo, puedo ver las ojeras bajo sus pesados párpados, además las uñas mordidas y el cabello tieso pegado a su nuca.

Exceso de trabajo, supongo. Pero ya saben para qué servimos nosotras las asistentes personales. Choferes, percheros, meseras y símbolos de inocencia.

- ¿Por qué todos tan callados? – Terry tan oportuno. - ¿Alguien tiene una idea de dónde podemos almorzar?

Parece que nadie está de humor para hablar.

- Sugiero un lugar vegetariano. – dice Jared. – Si no les molesta a las señoritas.

Suelta una risa ahogada. Por alguna razón ya sé que así es su forma de reír cuando quiere hacer notar su ironía.

- No tengo problema. – Emma habla por fin.

- Ni yo. – también participo.

- Muy bien, muy bien. – canta Terry. – Entonces, gato, llévanos a la 39 de la misma sexta avenida. ¿Te acuerdas cuando Babu quiso...

Abre los Ojos |jared leto|Where stories live. Discover now