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Charlotte.

—Me alegra que hayas aceptado mi invitación —. Angelic la observó detenidamente. Charlotte en cambio percibía como la mujer movía distraídamente su uña sobre la madera parda de la mesa, creando un ocho invertido.

—La verdad no estaba muy segura de venir. No es el mejor momento para merodear por allí cuando media Irlanda cree que yo asesi...

—Entonces es perfecto que a esta hora no haya mucha gente.

La morena suspiró mirando a su alrededor, hacia algunas mesas de madera ruda y desigual con las sillas en el mismo estado, y los sillones con bases de mimbre, adornados con cojines de tonos otoñales y mantos con estampados triangulares y rayas.

—No sabía que existía este lugar.

—No mucha gente lo sabe. Ni hablar de los adultos...

—¿Ah, sí? No imagino cómo pasarían por algo un lugar tan... llamativo.

Era un patio bastante extenso, amurallado por brezos y retamas coloridas y tal vez uno que otro roble, sin embargo, eso no era lo más impresionante. Las pérgolas de madera que actuaban parcialmente como techo tenían rosas enmarañadas en sus tablas, la luz del sol se filtraba entre algunas. Farolas de hierro negro y candelabros alumbraban el piso, guías interminables de bulbos expuestos colgaban sobre sus cabezas, aún apagadas porque el sol aún ejercía su función. Algunos velas dentro de frascos colgaban por aquí y allá, junto con esferas de cristal que guardaban unas plantitas que Charlotte no conocía el nombre. Macetas colgantes con begonias y fotinias esparcidas entre los lugares de ocio, la muchacha incluso notó un lugar para una fogata. Era un espectáculo rústico a donde sea que se mirara, sin embargo, su parte favorita fue sin duda el gran árbol en el centro del lugar. Un manzano. Todo lo demás parecía un adorno para este, un preámbulo para lo verdaderamente hermoso, le colgaban varios foquitos aún apagados de las ramas y transmitía una extraña y contradictoria paz enérgica que a Charlotte le pareció abrumadora.

—Sabes, hay un mito acerca de los árboles como estos. Se dice que los manzanos son especiales entre los demás, este de aquí en particular. Por estos lugares se habla de este árbol como el Omphalo, de allí el nombre de este bar. El punto de cruce entre la tierra y el Otro Mundo, el centro del mundo.

—¿Cómo este puede ser el centro de la Tierra?

—El mito no se refiere a la superficie de la Tierra —. La mujer mantenía una ligera sonrisa en su rostro mientras hablaba—. Es algo lindo el concepto del lugar, ¿no crees?

—¿Cómo es que ningún adulto sabe de este lugar? Seguro exageras —declaró la chica aún escaneando cada rincón del lugar.

—No, niña. Está en la parte trasera de la cafetería más recurrida en el pueblo, las cosas que están más cerca son las más difíciles de encontrar.

La chica no le respondió porque de alguna forma entendió la lógica de la viejecilla. Por el rabillo del ojo vio a dos muchachos sentarse a sus espaldas, probablemente saludaron a Angelic porque ella levantó su mano brevemente en su dirección.

—Entonces esta es la mejor forma que encontraron de dar alcohol a menores de edad sin que sus padres se enteren —dijo Charlotte medio en broma.

—No son solamente menores de edad. Y nunca nadie ha tenido una sobredosis.

—Qué... reconfortante.

—Algo de diversión en este pueblo aburrido no viene mal, ¿o sí?

Charlotte arqueó una ceja en respuesta.

—De todas formas, gracias por invitarme. Es consolador saber que al menos una persona no cree que soy una asesina —. La morena exhaló fuerte por la nariz en signo de mofa pero la mujer frente a ella permaneció en silencio. Charlotte le miró directo a los ojos y apretó los labios.

Maximum: Brujos de ÉndorWhere stories live. Discover now