Capítulo 27

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Poco después de medianoche, Serena oyó un ruido en el pasillo.

Su vientre explotó con mariposas nerviosas, pero se hizo la promesa silenciosa que no se acobardaría. Disfrutaría esto y se centraría en los placeres, de los cuales ella sabía, habría muchos. Ya había experimentado varios de ellos en las montañas, y su pasión por Darien fue parte del motivo por la que había aceptado su propuesta, en primer lugar.

Pero habría dolor cuando le entregase su virginidad esta noche. Sabía eso, también. Él era un hombre viril y generosamente proporcionado. Se sentó en la cama esperando ser capaz de asimilarlo.

El fuego se había apagado y las gotas de lluvia caían contra la ventana. El cuarto estaba iluminado por una sola vela en la mesita de noche. La vela parpadeó cuando un golpe sonó en la puerta.

—Entre.

La puerta se abrió, y Darien entró a grandes zancadas, llevando un candelabro con media docena de velas. Las sombras se mecían a través de las paredes con cortinas escarlata. Cerró la puerta detrás de él con un silencioso clic, colocó las velas sobre el alta cómoda, y la miró.

Todavía llevaba su traje de la cena: el abrigo de terciopelo negro con adornos de plata, chaleco gris, y una camisa blanca con volante de encaje en el cuello y los puños. Su cabello, sin embargo, estaba suelto cayendo sobre sus hombros en salvaje desorden, y por primera vez desde su llegada al castillo ella se sentía como si estuviera mirando al tosco Highlander que la había secuestrado de su cama en la fortaleza.

Humedeció sus labios y trató de centrarse en algo aparte de la creciente marea de sus aprensiones.

—¿Estás lista para mí? —pregunto él, que aún permanecía de pie justo al lado de la puerta.

Recordando su anterior determinación a ser valiente, dijo con total naturalidad:

.

Él se aproximó a la cama y con un encogimiento de hombros se quitó el abrigo de terciopelo. El movimiento mostró sus hombros musculosos y su masculina fuerza física que le otorgaba una impactante ventaja. Dobló el abrigo y lo colocó cuidadosamente en el respaldo de una silla. Después se quitó el chaleco, luego la camisa, pasándosela por encima de la cabeza, y Serena estaba inmovilizada viendo su pecho desnudo marcado con cicatrices y sus sólidos brazos.

Salió de debajo de las sábanas y avanzó lentamente al otro lado de la cama. Sentándose sobre sus talones en el borde, aflojó el cierre de sus pantalones, los cuales servían para mantener confinada su enorme erección. Tragó saliva cuando los pantalones se abrieron y sus ojos se posaron en la parte de él, que pronto acabaría con su virginidad. Su sangre comenzó a latir aceleradamente.

—Quítate el vestido. —Indicó él suavemente mientras se deslizaba fuera de sus pantalones—. Y métete en la cama. Quiero tenerte cerca.

Segundos más tarde, ella estaba desnuda bajo las sábanas, sintiendo las frescas sábanas sobre su sensible piel, mientras él se deslizaba dentro al lado de ella. Su mano grande acarició su vientre, y un destello de excitación encendió sus sentidos. Trató de mantener la calma cuando él rodó por encima de ella.

Ella no extendió sus piernas. El no se lo pidió. Ella se volvió muy consciente de la musculosa parte interna de su muslo rozando contra la parte superior de los suyos, sus labios tocando sus mejillas con besos ligeros y provocadores, y luego posándose profundamente, deliciosamente, sobre su boca. Un pequeño gemido escapó de ella, y pasó sus dedos por su cabello, sorprendida que pudiera sentir tanto deseo cuando estaba tan nerviosa sobre lo que estaba aún por venir.

—Dime cuando esté a punto de suceder —dijo ella—, de modo que pueda prepararme.

Sus labios rozaron por encima de sus párpados.

Capturada por ÉLWhere stories live. Discover now