Capitulo 30

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—Llegas muy tarde —dijo Serena, sentada en la cama cuando Darien entró en su dormitorio. Lo había estado esperando durante horas.

—Sí, —puso el candelabro sobre la cómoda y se quitó el abrigo— He estado muy ocupado, muchacha, ganándome la estima de tu tío. Él piensa ahora muy bien de mí, y creo que yo también de él. Parece un buen hombre, al igual que tu padre. Tenemos mucho en común, y apoya nuestro compromiso. Me ha contado que tu padre se había desilusionado por no haber podido arreglar un compromiso entre nosotros después de su visita aquí la primavera pasada, y en opinión de tu tío, nuestro matrimonio no puede celebrarse tan pronto.

—¿Mi padre deseaba un compromiso entre nosotros?

Serena se sorprendió al escuchar esto y sintió un súbito arrebato de alegría. Con todas sus dudas y temores de los últimos días, especialmente con respecto a su propio juicio y reciente decisión de casarse con Darien, significaba mucho saber que su padre habría aprobado a ese hombre como potencial yerno. Tal vez el espíritu de su padre había estado observándola desde arriba todo el tiempo. Se sentía bastante esperanzada.

Gateó hasta el pie de la cama, se puso de rodillas y abrazó el poste de la cama, donde las cortinas de terciopelo estaban atadas hacia atrás con borlas doradas. Esa noche había algo diferente en el estado de ánimo de Darien. Parecía más agitado que un reloj de caja alta. Su buen humor era casi contagioso.

—Pareces muy feliz —dijo—. ¿Qué más sucedió entre mi tío y tú?

Darien se acercó a la ventana y miró hacia la oscuridad.

—Le expuse mi opinión acerca de tu ex prometido, le dije lo que pensaba acerca de protegerte de él, y tú tío no solo no discutió mi punto de vista, sino que me hizo saber que no aprobó tu compromiso desde un principio.

Serena también se sorprendió al oír esto.

—Él nunca me lo dijo.

—Estaba respetando los deseos de tu difunto padre, a pesar de ir en contra de su propia convicción. Sin embargo, creo que ha dejado de lado los deseos de tu padre, sacará sus propias conclusiones y actuará en consecuencia.

Serena se sentó sobre sus talones.

—¿Es por eso que estás tan contento?

Se puso frente a ella.

—No es sólo eso, muchacha. Tú tío está de acuerdo en ayudarme a traer a Diamante ante la justicia. Apoyará una petición para investigar sus crímenes. A Dios pongo por testigo, que Diamante pagará por lo que le hizo a mi Michuri.

Serena sintió una súbita sacudida en su corazón. Estaba contenta, por supuesto, él había cogido la forma más civilizada de hacer justicia, dejando la decisión definitiva del castigo en mano del ejército y de las cortes. Fue exactamente lo que ella le alentó a hacer la última noche de su secuestro y ciertamente, si Diamante era culpable, debería ser juzgado y condenado.

—¿Es decir que quieres continuar con tu venganza? —preguntó con cuidado.

Él le lanzó una mirada de advertencia.

—Deja de acusarme con tus palabras, muchacha, porque no estoy rompiendo la promesa que te hice. La promesa que hice, era renunciar a usar mi hacha para quitarle la vida a Diamante, pero no permitiré que siga violando y saqueando. Lo que hago ahora es exactamente lo que me pediste en las montañas. Estoy haciéndolo a tu manera. De la manera civilizada. Dejaré su destino al ejército y los tribunales.

Él tenía razón, por supuesto, y ella asintió.

—Supongo que debes hacer lo que sea necesario para vengar la muerte de Michuri —dijo ella.

De pronto recordó lo que Beth MacKenzie había dicho en la cabaña: El Carnicero enterró su propio corazón en la tierra con su amada el día en que ella murió... al menos la parte de su corazón que era capaz de amar.

—No se trata sólo de Michuri —dijo él—El hombre es un tirano. Debe ser detenido. —Pasó por los pies de la cama—Pero no hablemos de Michuri otra vez.

—¿Por qué?

—Porque no deseo hablar de ella —dijo irritado. Comenzó a desatar el pañuelo con volantes de su cuello—. Ahora es tu turno de desnudarte. Estoy ardiendo por ti.

Ella miraba como sus manos desataban el pañuelo, mientras meditaba sobre el dolor que sentía por la perdurable presencia de Michuri en su corazón, lugar al cual Serena no había sido invitada, no realmente. ¿Sentía un verdadero deseo por ella? se preguntó, sintiendo la tentación de hacerle la pregunta. ¿O era el deseo de su venganza largamente esperada?

Él la observó fijamente con una mirada de ardiente y abrumadora sexualidad.

Decidió no preguntárselo... por ahora. Eso sería hacer una tontería, había hambre en sus ojos. Parecía a punto de devorarla, e hizo que sus huesos se volviesen gelatina, y cada vez que tenía esa mirada especial en sus ojos, el sexo era más apasionado y satisfactorio que nunca.

En ese momento comprendió lo cautiva que todavía se encontraba... atrapada innegablemente por su sexualidad.

Cuando la miró con esos ojos voraces, no importaba nada más. El mundo entero simplemente desapareció. En un abrir y cerrar de ojos, él se encontraba en la esquina de la cama, tomando su cara entre sus manos y presionando la boca con la suya. Le sorprendió la rapidez con la que podía sumergirse en el papel de amante y olvidarse de todo lo demás. Era todo lo que había podido hacer en los últimos días, para distraerse de esos impulsos y deseos febriles. Todo lo que tenía que hacer era venir a ella, ordenarle que se desnudara, y ella obedecía.

Él fue hasta la puerta, echó la llave, y volvió ante ella mostrándose como un guerrero victorioso.

—Relájate —dijo él, y ella se acostó transversalmente sobre la cama.

Se quitó la chaqueta con una áspera impaciencia y la arrojó al suelo. Sus dedos se movieron en unos rápidos movimientos que desabrocharon los botones del chaleco, que también fue arrojado al suelo. Serena se apoyó en ambos codos. Viendo como sacaba la holgada camisa por la cabeza, Ella apenas podía dominar sus deseos.

Quería demostrarle que él le pertenecía a ella ahora... que su poder para encantarlo y poseerlo era igual al suyo, y que él era un cautivo, al igual que ella.

Con el torso desnudo, aún en calzones, cayó sobre ella en un montón de ardiente carne masculina. La levantó, mientras besaba las cimas de sus pechos, la parte de su cuello que había quedado expuesta. El deseo ardía profundamente, y pronto su enagua salió por su cabeza. Desnuda al fin, sin pudor alguno, y desconcertada por esa pasión sin obstáculos, ella se movió debajo de él.

—Ahora eres mío, Darien —se encontró diciendo.

Él se echó hacia atrás y la miró fijamente.

—Sí.

Entonces la besó profundamente y dio golpecitos con su lengua sobre los pezones. Serena gemía, mientras él continuaba lamiendo y chupando. Él usaba sus labios para trazar un camino de placer hacia abajo por el tembloroso vientre. Ella separó las piernas y tomó su cabeza entre sus manos.

Él se deslizó aún más abajo, y de repente su rostro se encontraba en la húmeda profundidad entre sus muslos, explorando las profundidades de su feminidad con sus labios y lengua.

Ella jadeó de deleite, con la respiración atrapada en la garganta.

Su sangre hirvió en respuesta cuando él empujó hacia adelante su rostro, devorándola con avidez. Deslizó las manos debajo de su trasero y la levantó de la cama para tener mejor acceso, Srena se estremeció de placer.

Él levantó la vista, y por una fracción de segundo sus ojos se encontraron. Se inclinó para liberar su abultado miembro de los pantalones y se situó sobre ella para tomarla.

Capturada por ÉLWhere stories live. Discover now