Yandere Nøkken x Lectora

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Eres una persona curiosa, pero a veces esa curiosidad podía jugarte una muy mala pasada.

—La curiosidad mató al gato. — Te dijo tu madre una vez. Nunca hiciste caso a esa valiosa advertencia.

Habías oído hablar de varias muertes en el pueblo. Los cuerpos de mujeres, niños y algunos varones habían sido encontrados en el lago —que no estaba muy lejos de allí— flotando. Muchos de los pueblerinos habían dicho que se trataba de un espíritu maligno que habitaba en esas aguas; los más escépticos habían dicho que solamente fueron accidentes y que las aguas de ese lago eran más traicioneras de lo que se veían en la superficie. Todo aquel misterio alimentaba tu curiosidad de maneras muy peligrosas.

— No te atrevas a acercarte a ese lugar, [Nombre] — advirtió tu madre.

Esa misma noche, haciendo caso omiso a lo que te había dicho tu madre, saliste de casa de forma silenciosa, siendo cubierta solamente por tu delgado camisón y un chal para cubrirte del frío. Hiciste el menor ruido posible para pasar inadvertida de los vecinos aún despiertos y entraste a la oscuridad del bosque.

La luna era grande y brillante esa noche, iluminando como una vela el camino por entre los árboles. El bosque durante las noches de luna llena a veces era bastante tétrico, y aún más cuando una espesa neblina se alzaba por el frío. Te cubriste más con tu chal, esperando que el frío se disipara con aquella acción, pero fue inútil, la tela era demasiado delgada y el frío era abrazador.

— Tal vez fue una mala idea venir de noche— dijiste para ti misma, mientras trataba de buscar calor al frotarte los brazos.

Estabas en disposición de darte la vuelta y volver a casa; sin embargo, una preciosa melodía tocada por un violín había captado tu atención. La música era bella y parecía sólo poder ser tocada por su compositor. Te sentiste hechizada por tan bella música, por lo cual seguiste tu camino hacia aquel lago prohibido.

Una vez llegado a tu destino, no escuchaste ni viste a nadie por allí. Sólo tú y la luna eran los presentes en aquel lago aquella noche.

A la orilla del lago, viste una hermosísima flor de un exótico color morado que parecía tener brillo propio y las pequeñas gotas de agua en sus pétalos se iluminaban como diamantes bajo la luz de la luna. Sentiste un enorme deseo de tomarla, pero algo en tu mente te dijo que no lo hicieras. Siguiendo el sabio consejo que tu subconsciente entonces te estaba dando.

El no haberla tomado no era motivo para no admirarla, por lo cual te acercaste a la orilla y te sentaste, tocando muy suavemente los delicados pétalos de aquella flor con la yema de tus dedos.

El chapoteo del agua te asustó y te hizo girar, encontrándote con algo que te heló la sangre. Un par de brillantes ojos amarillos te miraban, asomándose por entre las oscuras aguas del lago. Aquella figura se hundió en el agua al saber que lo habías visto. Erróneamente pensaste que se había ido; no obstante, viste que el agua de la orilla comenzó a hacer hondas y aquella criatura se asomó nuevamente, esta vez quedando cara a cara contigo.

No te moviste, te quedaste congelada en tu sitio por el miedo, incluso te preguntabas si estabas respirando siquiera.

El rostro frente a ti era sumamente pálido, con unos ojos completamente negros al igual que sus labios, con algunos mechones de su oscuro cabello pegados a su rostro por la humedad.

— Qué humano tan bonito— dijo con una voz grave, pero increíblemente suave mientras sus ojos te miraban fijamente.

Te habías congelado del miedo puro, tus labios temblaron y casi sentiste que ahora sí dejabas de respirar.

Antes de que sus húmedas y frías manos te tocaran, pegaste un grito que resonó por todo el lugar y rápidamente te levantaste de ese lugar y corriste lo más rápido que dieron tus piernas. No te importó haber dejado tirado tu chal, solamente querías huir de allí.

No le contaste nada a tu madre, pero en la mañana ella notó tu miedo y lo pálido que estaba tu rostro. Parecías aún traumada por lo que habías visto la noche anterior y tu madre quería saber lo que había sucedido.

— ¿Estás bien, cielo? No pareces bien hoy, ¿te has enfermado? — preguntó tu madre mientras acariciaba tu mejilla.

— Sí, mamá. Solamente fue una pesadilla. Ya se me va a pasar —. Ni tú te habías logrado convencer de tu respuesta.

Aquella tarde tu madre salió a comprar algo al centro del pueblo, tú te quedaste sin querer salir por nada del mundo. Estabas en tu habitación, tejiendo una bufanda para el regalo de tu abuelo, pues su cumpleaños sería pronto.

Escuchaste a lo lejos una muy bella melodía de violín, haciéndote estremecer, pero de pronto sentiste como aquella música se metía a tu cabeza y no te dejó pensar por tu cuenta. Dejaste la bufanda a un lado y te levantaste de la cama, saliste de tu habitación y de la casa también.

Caminaste en dirección al lago de la noche anterior en contra de tu propia voluntad, deseando retroceder, pero tu cuerpo no te obedecía.

Viste a la criatura del lago asomado en la superficie, mostrando su torso de un color púrpura pálido —tono que habías confundido con blanco— y tocando el violín. La melodía se detuvo y te quedaste parada en el borde del lago. Ahora teniendo una vista mucho más clara, notaste que el espécimen no era del todo desagradable a la vista, de hecho se le podría considerar un macho atractivo para su especie.

Temerosa, te sentaste nuevamente en la orilla, esta vez de rodillas, apoyando las manos sobre tus muslos. Aquella criatura te miró y sonrió, una sonrisa maliciosa que te hizo temblar. Este se acercó nadando a la orilla y quisiste huir una vez más; sin embargo, él había tomado tu muñeca, impidiendo que escaparas.

— No te vayas, humana, no te haré daño.— Te dijo con suavidad. Su tono de voz logró relajarte y te sentaste a la orilla nuevamente. — Realmente eres un humano tan bonito — susurró, mientras sus húmedas manos alcanzaron tus mejillas. Su tacto fue tan increíblemente frío.

— ¿Qué eres? — preguntaste aún con miedo.

— Soy un nøkken, humano. Mi nombre es Lukas; así que, puedes llamarme de esa forma — pidió mientras seguía mirando fijamente tu rostro — ¿puedo saber tu nombre?

— [Nombre]— contestaste.

— Ah. Ese es un nombre maravilloso para una hermosa humana.

Tus mejillas se sonrojaron ante el cumplido.

— ¿No quieres nadar conmigo, [Nombre]? La tarde está cálida y el agua es agradable— dijo muy convincentemente, sonriendo alegremente.

A pesar de su voz suave y tono amigable, te negaste. Sentías que no debías hacerlo.

Su sonrisa desapareció y su expresión mostró enfado y disgusto.

—  No quería tener que llegar a esto. — Le escuchaste decir. — Ven conmigo, humana. Ven y nademos juntos—. Su voz fue distinta, ahora hacía eco en tu cabeza. Sentiste que perdiste la conciencia.

Asentiste con la cabeza ante su petición y te levantaste para comenzar a caminar hacia el agua.

Deberías quitar tu vestido, se hará muy pesado por la humedad y no querrás volver mojada a casa, ¿verdad?—. Asentiste una vez más.

Quitaste tu vestido, quedando solamente en un camisón de tirantes muy delgado. Volviste a caminar hacia el lago y te sumergiste en sus aguas, nadando hacia el Nøkken. Él te envolvió entre sus brazos, sonriente.

Sus labios besaron los tuyos, abrazándote más cerca de su cuerpo. Su beso se intensificó.

Mi linda humana, realmente estamos destinados a estar juntos. Serás mi eterna compañera.

Aún abrazando tu cuerpo de forma protectora, se hundió en el agua. Sus ojos se volvieron dorados, como la primera vez que los habías visto.

Deja que el agua te abrace y déjate caer. Una vez vuelvas a despertar, serás mía para siempre—. Escuchaste. — No tienes idea de cuanto he estado esperando por ti, mi querida compañera.

La advertencia de tu madre por alguna razón volvió a tu mente y, recuperando la conciencia, notaste lo que estaba pasando, pero ya era demasiado tarde.

Supernatural [One-Shot Yanderes x Lectora]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora