El Jinete Sin Cabeza x Lectora

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Sleepy Hollow, un lugar místico y con una leyenda muy latente entre todos los pueblerinos.

Te habías mudado desde Francia hasta Estados Unidos, el hogar natal de tu padre. Hubo una tragedia en tu natal Francia, pues unos bandidos habían prendido fuego a su casa, costándose la vida de tu madre. Luego de aquel trágico suceso, tu padre decidió que era mejor volver a América, alejándose del doloroso recuerdo.

Sleepy Hollow había sido el pueblo donde tu padre había crecido, siendo amigo cercano de los Van Tassel; sin embargo, ahora era la joven Katrina quien había heredado la fortuna, junto con su marido: Brom Van Brunt.

El pueblo de Sleepy Hollow podía parecer algo sombrío, al menos a tu punto de vista. No te gustaba salir a altas horas de la tarde, cuando estaba casi oscureciendo, pues la espesura del bosque solamente lograba hacerte estremecer.

Desde que llegaste eras el centro de atención de todo el pueblo, no sólo por tu acento francés; sino por tu enorme belleza. No era por ser presumida, pero eras mucho más bella que la misma Katrina. Tenías una belleza natural, no te gustaba usar esos incómodos corsés y tenías tu propio estilo de usar tus vestidos, te gustaba usar botas y vestidos muy sencillos de colores fríos. Amabas leer, más que cualquier cosa en el mundo, especialmente libros de historia.

La razón por la que habías conocido la inminente leyenda bien conocida en la zona no era por bocas de los pueblerinos, era por tu amor a la lectura de la historia. Sabías que en los bosques al norte de Sleepy Hollow, un mercenario alemán había llegado para la guerra, siendo que su cabeza fue cercenada por una bala de cañón y ahora su espíritu vengativo vagaba por aquel bosque en búsqueda de una cabeza que le quedara bien.

El relato era interesante; sin embargo, no creías en las fantasías que se inventaron luego de eso. Pensaste, con tu razonable cabeza, que el miedo que sentías por el bosque al anochecer era producto de las bestias nocturnas.

Estabas en tu habitación, a solas, leyendo al calor de la chimenea. Tu padre había ido a su trabajo como de costumbre, aunque esa noche se había tardado más de lo común, pero ya te había informado que llegaría más tarde debido a la dificultad que dicho trabajo conllevaba —como médico a veces las cosas se complicaban—. Pasaste las páginas, perdiéndote en las letras grabadas en el papel.

Comenzaste a preocuparte una vez el repique del reloj dio la media noche, ¿será que tú padre se había quedado a dormir en casa de su paciente? Tu padre nunca te había dejado sola en casa, ni siquiera cuando era un asunto de emergencia. Tu corazón dolió por la angustia y no pudiste dormir esperando su llegada, hasta que el sueño te ganó.

A la mañana siguiente fuiste despertada por el toque de la puerta de tu hogar. Estabas con el cuerpo dolorido ya que te habías quedado dormida en tu silla mecedora. Fuiste a abrir la puerta, viendo que era uno de tus vecinos, quien se quitó el sombrero y mirándote con pesar.

— Lo siento mucho, [Nombre].— Te dijo el joven, haciendo que te entrara miedo.

— ¿Por qué?¿Qué pasó?— preguntaste entrando en pánico.

— El cuerpo de tu padre fue encontrado degollado cerca del puente. No pudimos encontrar su cabeza.

Esta noticia te hizo doler mucho el corazón y tus lágrimas no tardaron en salir de tus ojos. Sollozaste y caíste al suelo de rodillas, cubriendo tu rostro con tus manos ¡¿Quién haría algo tan horrible?! Tu padre era todo lo que tenías y ahora estaba muerto. Estabas sola en ese mundo, no tenías a nadie y tampoco tenías nada.

El jinete sin cabeza. Resonó en tu mente. Negaste, era estúpido siquiera pensar que un cuento podría ser verdad; no obstante, la forma en que había sido encontrado tu padre coincidía con la leyenda. No había pasado el puente, estaba degollado y tampoco habían encontrado su cabeza.

Esa tarde fuiste hacia el bosque, montada en un caballo que te había prestado uno de los muchos vecinos que tenías. A pesar de no estar muy oscuro aún, sentiste un escalofrío recorrer tu espina dorsal y el miedo se apoderó de ti. El caballo que te transportaba también estaba inquieto.

—Calma, [Nombre], puedes hacer esto— dijiste para ti misma en un murmullo, tratando de calmar los acelerados latidos de tu corazón.

Le diste una leve recorrida al bosque, a un kilómetro de radio desde el puente. La noche comenzaba a hacerse presente y decidiste volver a tu hogar. Detuviste al caballo, pensando que tu padre pudo haber sido atacado cuando volvía en la noche a su casa. Miraste a los alrededores del bosque, pero no viste nada sospechoso. Continuaste tu cabalgar, sintiéndote inquieta. El ambiente se volvió tenso y sentías presión en tu pecho.

No quedaba mucho para llegar hasta el puente, hasta que lo viste, realmente lo viste. Montado en un imponente semental negro, estaba el jinete sin cabeza, con su hacha en mano, con la hoja manchada aún de sangre. Vestía con un brillante abrigo carmesí y sucios pantalones blancos. Se podía ver perfectamente su cuello desprovisto de cabeza.

Se te heló la sangre y sentiste que tú corazón se detuvo. No pudiste reaccionar hasta que notaste que su caballo comenzó a correr hacia a ti y como impulso hiciste que tu caballo también corriera, solamente que en lugar de acercarte al puente, te estabas alejando. No podías pensar en otra cosa más que huir.

No supiste cuanto habías estado cabalgando para alejarte, pero en una de tantas tu caballo te arrojó al suelo de un brusco movimiento y huyó sin ti, dejándote a merced de aquel vengativo espíritu. Una vez estuvo cerca, cerraste con fuerza los ojos esperando que llegará tu final.

Escuchaste unas pisadas sobre las hojas secas y las ramas, para en seguida sentir unos brazos que te cargaban de forma nupcial. Abriste de a poco los ojos, notando que era el jinete quien te estaba cargando. Te subió a su caballo, con lo cual entraste más en pánico e intentaste bajar, pero él no te dejó.

Él también subió al semantal y sus brazos te envolvieron, sintiendo como su brazo derecho se enrosacaba a tu cintura, apegándote a su cuerpo de forma posesiva. Sentiste muchísimo miedo cuando él comenzó a cabalgar por el bosque, sin darte oportunidad de escapar, dado a la firmeza de su agarre.

No tenías noción del tiempo, pero sentías que la cabalgata era eterna. La mano que antes de había agarrado a tu cintura ahora subía hacía acariciar tu rostro y, si él tuviera cabeza, era seguro que te estaría mirando. Lo que podías ver eran los músculos, el hueso de la espina y la piel alrededor, causándote náuseas.

Su otro brazo también se aferró a ti, confiando ciegamente en que su caballo no iba a hacer ningún movimiento brusco para dejarlos caer. Te abrazaba de tal forma que casi sentías que sus cuerpos se fusionaban y, por alguna razón, sentías que eso iba a pasar de una manera casi literal una vez llegaran a su destino. Aquella idea también te revolvió el estómago.

Tras un rato llegaron a un enorme árbol, sin ninguna hoja en sus ramas, desprovisto de vida alguna. Lo reconociese como el Árbol de la Muerte. Sus ramas se movieron por sí mismas revelando un enorme hueco en su corteza. Pataletaste, te removiste y gritaste, sabiendo que tu destino era ir con él a través de ese portal al mundo de los muertos. No hubo nada que pudieras hacer y el caballo, de un salto, se internó hacía lo profundo de aquel agujero, llevandote de ese mundo terrenal.

La nueva motivación del jinete al buscar su perfecta cabeza, era poder tener el placer de besar tus labios.

Supernatural [One-Shot Yanderes x Lectora]Where stories live. Discover now