Gold & Regina viven ahora muy felices al lado de sus respectivas familias en Storybrooke.
La paz y tranquilidad los acobija, pero jamás se debe bajar la guardia. ¿Qué ocurrirá cuando deban enfrentarse a un nuevo peligro? Serán tan fuertes como para...
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Hyde se levantó muy temprano para preparar el desayuno, estaba seguro que aquel gesto lograría sorprenderlas, estaba haciendo hot cakes, en cuanto los tuvo listos corrió a la planta alta de la casa para tocar a cada habitación y despertarlas, las niñas se sorprendieron de verlo ahí y aún soñolientas bajaron, Victoria sonrió al ver que no había sido un sueño y su Hyde se había quedado con ella aquella noche, bajaron a la cocina y él rápidamente preparó un plato especial para cada una, para Victoria panqueques sencillos con un toque de miel y su taza de café, Drizella amaba las fresas por lo cual sus panqueques tenían un poco de mermelada de fresa encima, los de Anastasia tenían trozos de chocolate, todos desayunaron juntos entre platicas sin sentido envueltos en una calidad típica de una familia amorosa, él se despidió de sus chicas ya que tenía una reunión muy importante, había llegado a casa de Victoria a pie ya que no quería levantar sospechas estacionando su auto enfrente de la residencia, tomo un camino bastante largo rodeando la ciudad para llegar a la alcaldía asegurándose así no encontrarse con algún entrometido
Entró a la alcaldía y verificó la hora, sabía que Emma estaba por llegar, así que se quitó el saco y salió tratando de parecer cansado y no muy arreglado, aparentando así haber estado toda la noche en su oficina, su asistente sabía que algunas veces él se quedaba ahí, normalmente cuando su esposa estaba saturada de trabajo, próxima a presentar un desfile o algo de modas, su jefe siempre afirmaba que no le gustaba estar en aquella casa sin la cálida compañía de su Elizabeth y por eso prefería dormir en su oficina
—Buen día Sr. Hyde— saludo la rubia
—Buenos días Emma— respondió— iré a casa a cambiarme, pero ten todo listo para la reunión de esta mañana, yo no tardaré mucho— agregó
Ella simplemente asintió y él tomó su automóvil para dirigirse a su casa
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—Buen día dormilona— susurró en su oído
Liz abrió perezosamente sus ojos y vio a su esposo dedicándole una sonrisa
—Buen día— respondió mientras le daba un besó
—Como solicitó, aquí esta su desayuno mi señora— dijo mientras mostraba una bandeja llena de comida
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